Número Cero

La banda sigue tocando, con otros

- CECILIA SÁNCHEZ

Nueve días. Sólo nueve días le llevó al director de cine Ridley Scott borrar a Kevin Spacey de su película All the money in

the world y remplazarl­o con Christophe­r Plummer. Estaba terminada y ya tenía fecha de estreno para diciembre cuando estalló el escándalo de la supuesta conducta sexual inapropiad­a de Spacey, y la consecuent­e y maratónica debacle en la que se sumió su carrera. Spacey se convirtió en una papa caliente que nadie quería agarrar y Scott tenía como opción dar por perdido su material o volver a filmar las 22 escenas con otro actor por la módica suma de 10 millones de dólares. Eso hizo. Y la película ya se está viendo en Estados Unidos así, con Plummer y sin Spacey.

Con un poco de suerte, pericia y dinero, nadie es indispensa­ble, diría el refrán. Pero esa es una lección que las pantallas, en especial la televisión, nos vienen dando desde hace un tiempo. Las series que se ven por estos días, en especial aquellas con arcos narrativos complejos, elencos corales y varias temporadas en vista, nos han acostumbra­do a no confiar en la continuida­d de los protagonis­tas principale­s, que

suelen desaparece­r de la trama por causas relacionad­as con la misma naturaleza de la historia. Pensemos en Juego de tronos,

Grey’s Anatomy, Homeland o Vikingos como para ilustrar con algunos ejemplos, cómo el héroe (o alguno de ellos) se marcha (usualmente mueren), y el programa continúa con otros.

El problema llega cuando se trata de guiones con estelares más individual­istas, que son claves para el argumento. Recordemos lo que pasó cuando Charlie Sheen fue despedido de Two and a half

men, siendo una pieza esencial de la fórmula que hacía a la famosa sitcom creada por Chuck Lorre. Por cuestiones monetarias, los productore­s debieron continuar el

show sin Sheen y metieron de prepo a Ashton Kutcher, con un libreto inverosími­l. No les quedó otra que barajar y dar de nuevo sobre lo que ya había. Aunque bastante decente, el resultado no fue el mejor, y siguió tres años.

Ahora, otro protagonis­mo individual­ista como el de Kevin Spacey en House of Cards se presenta en una similar encrucijad­a. Netflix, la cadena que creó el programa hace cinco años, pasó por diversas etapas: esperar, suspender, evaluar, hasta decidir seguir sin él.

A diferencia de Ridley Scott, Netflix no tiene la posibilida­d de eliminar a Spacey sin dejar huella. A diferencia de Two and a half men, Netflix no optó por el borrón desprolijo que significó la entrada de otro actor. A diferencia de todos, y como algo fresco, Netflix tiene ahora la posibilida­d de adaptarse a los tiempos, dejar ir a Spacey sin reemplazar­lo sin condenar la historia y pasarle la posta a otro personaje. A una mujer. Vamos a ver qué sale.

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