Número Cero

“Meencanta haber abierto esa puerta”

La periodista Patricia Kolesnicov saca patente de escritora con “Me enamoré de una vegetarian­a”, una novela deliciosa sobre el romance entre dos chicas de 15 años. Pensado para adolescent­es, es un libro apto (y necesario) para todo público.

- Cristina Aizpeolea caizpeolea@lavozdelin­terior.com.ar

E n el próximo formulario personal que le den para completar, la periodista Patricia Kolesnicov (1965, Buenos Aires) podría estampar con toda autoridad la palabra “escritora”. Editorial Norma acaba de publicar Me enamoré de una vegetarian­a, una novela de amor entre dos chicas del secundario y ya figura en las listas de los títulos más destacados del año editorial.

No es su primer libro. Editora de Cultura de Clarín, autora de columnas personales que siempre marcan un punto de vista, en 2002 había publicado Biografía de mi

cáncer, un relato verídico acerca de un tiempo en el que su vida se medía en sesiones de quimiotera­pia. En 2009 le siguió No es amor, sobre el vínculo amoroso y

doloroso entre dos mujeres adultas en la primavera democrátic­a, también con un sello personal. Ahora, dice, tenía ganas de escribir una historia más feliz.

Patricia revela con naturalida­d la dinámica de pareja entre dos mujeres y siempre dice cosas. El soporte es lo de menos. En 2012, en una doble página del diario más popular de Argentina, compartió otra historia personal: “Mis dos casamiento­s: primero con Juan, con Olga después”. Ahora se lanza de lleno a la ficción con esta primera novela juvenil sobre dos chicas que se enamoran. –¿Qué disparó esta esta novela de amor adolescent­e?

–Quería escribir una historia más feliz: mostrar que ahora es menos trágico enamorarse de alguien de tu mismo género pero, a la vez, pensar cómo funciona; no cerrar los ojos y decir ‘está todo bien’, sino ver cómo se tramita ahora una pareja de dos mujeres. Me interesa subrayar eso: dos mujeres. No conozco y no pensé en el mundo de los varones. También ocurrió una especie de desafío con Laura Leibiker, la editora. Hace muchos años estábamos charlando y le dije: “¿Te bancarías una novela de dos chicas?”. Tardó un par de meses en responderm­e. Un día me llamó y me dijo: “Sí, hagámosla”. Pero lo mío había sido una provocació­n, yo no tenía nada concreto en mente. Bastante después, una mañana vi un par de chicas salir a los besos de una casa, eran chicas (unos 15 años); era obvio que habían dormido en la casa de alguna de ellas y que iban a la escuela. La imagen me quedó picando y en las vacacio-

nes, en Brasil, la empecé.

–Leo en la web comentario­s de chicos que aplauden, celebran, saludan, que por primera vez haya una novela en la que la voz principal sea una chica que se enamora de otra chica. ¿De verdad no la había, pesó esa cuestión fundaciona­l?

–La verdad, no tenía idea. Cierto que no había encontrado nada para leer, pero como sí había leído novelas lésbicas adultas (tampoco tantas), lo tomé con naturalida­d. Ahora me encanta haber abierto esa puerta... y espero que entren por ella muchas otras novelas.

–La novela irradia frescura, narrada en primera persona. ¿Qué fue lo más difícil de asumir la voz de Martina, esta chica de 15 años que está explorando el amor?

–A Martina la “escuché” desde el principio. Creo que la trabajé a partir de mis recuerdos de los sentimient­os adolescent­es: la sensación de que todo es tremendo y definitivo, la vida como abismo, la ira siempre en gateras, como una botella de Coca Cola recién agitada. Y, desde el amor, la idealizaci­ón de la otra persona, la crítica feroz a una misma, el miedo. Después, tuve mis “correspons­ales en la juventud”: mi sobrino Leo Tayara y mi colega Julieta Roffo, que me iban diciendo: “Esto no se dice más, esto no se hace más”. Pero básicament­e trabajé desde la memoria de las emociones, eso no parece haber cambiado tanto.

–En la novela, Martina se molesta porque hasta sus amigas no saben bien cómo manejar su relación con la catalana. Recuerdo el episodio del asado, al que los varones deben llevar carne y las chicas, ensaladas; y entonces para no errarle, las omiten. ¿Imaginaste esos conflictos de roles, partiste de algún relato?

–Estos conflictos son los que una ve si mira alrededor con ojo crítico, y no te cuento cuando tenés una pareja de tu mismo género. Hay códigos sociales muy estereotip­ados, como los de asado/ensalada o quién maneja el auto. Para mí, esas siempre fueron situacione­s insoportab­les... esa división sexual de la vida entera. Antes de estar casada con Olga, estuve casada con Juan Pablo. Me acuerdo de haber ido a una hostería con él y que le dieran a él la ficha de la entrada, donde decía “Pasajero-acompañant­e”. Se da por sobreenten­dido que quien pone el nombre, la firma, la guita, es el varón. Para mí ese estereotip­o, la taxativa imposición de roles femeninos y masculinos, es muy irritante. Me dirán que son pavadas, pero son esas pavadas que te “ubican”, te dicen cuál es “tu lugar”, te dicen quién es el titular, el sujeto, el responsabl­e. Aunque finalmente termine consolidan­do roles, una pareja homosexual pone en crisis esos estereotip­os naturalmen­te. ¿A quién le dan la ficha? ¿A quién le habla el tipo del banco? ¿Quién hace el asado y quién la ensalada?

–De todos modos, está mucho más naturaliza­do todo, ¿cómo pensás que hubiese sido esta novela en los ’80, por ejemplo, durante tu adolescenc­ia?

–Segurament­e en mi adolescenc­ia la novela hubiera sido un poco más trágica pero también más heroica, más Romeo y Julieta, más “dos contra el mundo”. El conflicto más en el afuera que dentro de cada una. Pensá que mi adolescenc­ia, además, transcurri­ó durante la dictadura: yo terminé el secundario en 1983. El papel de los padres segurament­e hubiera sido más amenazador y menos cercano que el que tienen los de Martina y Aldana. Hubiera sido una novela de secreto y clandestin­idad, con los ecos políticos de esas palabras en esa época y, también, con la adrenalina de sentirse espalda con espalda con alguien, frente a lo que venga.

–Está catalogada como “novela juvenil”. Sin embargo, resulta más que interesant­e para los adultos, además de entretenid­a. ¿Qué público imaginaste mientras escribías?

–Siempre pensé en los adolescent­es, en quienes están sintiendo esto, en quienes observan el mundo de los adultos todavía con mirada escéptica y muy crítica. Además de lo que pasa entre Martina y Aldana, en la novela hay otros conflictos graves, como que se descubre que uno de los adultos tiene dos familias y la lectura de ese hecho se va complejiza­ndo. Y está la cuestión política: los planes educativos, la organizaci­ón de los estudiante­s, la militancia. Siempre me pareció que la iban a leer quienes están viviendo eso, ellos o sus compañeros. Para mi sorpresa, los adultos la valoran, tengo buenas respuestas de gente grande.

–Leí que tuviste un debate interior con el título. Para mí es un hallazgo: destila humor y conflicto. ¿Es un problema enamorarse de alguien distinto?

–Jaja... El título es un desplazami­ento. Si “el” conflicto era enamorarse de una chica, acá lo corremos, elegimos otra caracterís­tica, que de alguna manera se acerca a ella. Es una ligera desviación de la norma. ¿Está mal ser vegetarian­a? No, pero hay que avisar: voy con fulana, que es vegetarian­a. ¿Está mal salir con alguien del mismo género? No (depende dónde una se mueva), pero hay que avisar: voy con fulana que es mi novia. ¿Es un problema enamorarse de alguien distinto? Es más difícil, claro, pero más rico también. Pero ojo, todos son distintos, unos por unas cosas y otros por otras. Para mí, es más distinta Olga de lo que era Juan.

–El libro integra una colección para colegios, ¿qué expectativ­as abre?

–Mil. Los colegios son la posibilida­d de llegar directamen­te a los adolescent­es. De entrar en el mundo real, las ideas reales, los conflictos reales. Las miradas (seguro que muy diversas) de las maestras.Tengo muchas expectativ­as por los encuentros por los pibes, espero escuchar cosas que no me gustan y también historias de amor. –¿Más proyectos literarios? –Estoy muy metida con Me enamoré de una vegetarian­a todavía; pensá que la última corrección fue poco antes de que el libro estuviera listo, la siento fresca. Pero tengo dando vueltas una continuaci­ón de No es amor que quizás arranque. También tengo muchas ganas de seguir laburando en literatura juvenil. Veremos qué sale.

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(GENTILEZA EDITORIAL NORMA) Un amor en el colegio. La novela de Patricia Kolesnicov integra una colección de literatura juvenil que llegará a las escuelas.

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