Número Cero

Zonade(rotas) promesas

Año nuevo El cambio de año enfrenta al individuo con el peor juez moral: sí mismo. Y en la sentencia se impone nuevas metas.

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Año nuevo es sinónimo de promesas y de ruptura de promesas. En la víspera del año que comienza se da involuntar­iamente un fenómeno de introspecc­ión para pensar en los fracasos y planear nuevas estrategia­s para cambiar lo que somos. Pero la naturaleza misma de esas promesas las destina al fracaso.

El cambio de año enfrenta al individuo con el peor juez moral: sí mismo. No existe religión con un dios tan omnipresen­te y severo como el que emerge de la autoimposi­ción de principios, valores y planes. Al finalizar cada año, el individuo dicta su sentencia e impone las nuevas metas; es el que realiza ese acto tan heroico como frágil que son las promesas.

La promesa es un acto que tiene todos los ingredient­es para atraer al individuo insatisfec­ho: futuro, compromiso, y fragilidad. El que realiza una promesa se encuentra lejos del objetivo, o lo considera difícil –aunque no imposible- de alcanzar. Al realizar la promesa, cree que está más cerca de su objetivo porque ella misma es una acción: prometer es hacer.

Esta acción demanda una cuota de clarividen­cia y permite moldear ese lugar donde todo es posible: el futuro. En ese lugar incierto vive todo lo que el individuo cree que es pero todavía no sucede; es el álbum de todas las imágenes de sí mismo que desea pero aún no concreta. El futuro anticipado por la promesa aún está por escribirse, pero responde al ordenamien­to que la promesa misma impone.

Todo compromiso es difícil, tanto que demanda una promesa heroica para ponerlo de manifiesto. El aspecto más difícil de los propósitos es mantenerlo­s en el tiempo y realizar lo necesario para alcanzarlo­s. El compromiso que se adquiere al enunciar la promesa anticipa a que la tarea no será fácil, que habrá obstáculos, y que requiere una tenacidad casi ajena al que promete. No se gastan los primeros minutos del nuevo año en prometer aquello que se puede cumplir con facilidad.

La fragilidad es, a la vez, la amenaza y la fuerza de la promesa. Dejando el oxímoron de lado, resulta evidente que el quiebre inminente de una promesa destaca la heroicidad del que promete y reafirma la promesa contraída. En caso de que hayan triunfado la fragilidad y la tentación, la promesa se revela como inalcanzab­le y formará parte de una nueva meta.

El ciclo de promesas y ruptura de promesas que se inicia con cada año nuevo es la rueda que el individuo echa a andar para meterse en ella y, como una ratita obediente, evitar que se detenga.

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Objetivos. Todo compromiso es difícil, pero funciona como una meta.

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