¿Nos vamos a separar comosociedad?
Vivimos en una sociedad atravesada por el concepto de la transformación. Todo cambia, ha cambiado, está por cambiar. La tecnología, la familia, el trabajo. ¿Los valores y las normas que rigen nuestras conductas y nuestras elecciones vitales, también? Algo de eso hay.
Cada vez hay menos machismo y menos desigualdad de género; en una palabra, más reconocimiento de los derechos de las minorías a tener los mismos derechos que las mayorías (aunque el término no se use, está implícito, ¿verdad?).
Será un camino largo y empinado, de andar lento, pero –nos parece– sin retorno.
Lo que no está tan claro, lamentablemente, es el diseño final de esa nueva sociedad hacia la que caminamos. La sociedad que negaba el derecho a la diferencia y que existió casi sin fisuras hasta hace unas pocas décadas, sabía perfectamente cómo era.
La que estamos construyendo desde que empezamos a romper los moldes de aquella no tiene una definición más o menos clara sobre cómo quiere ser.
Sí, está bien, quiere ser diversa…¿Pero eso qué significa, en la práctica, y qué compromiso hemos asumido, finalmente, para mantenernos unidos en medio de la máxima diversidad posible?
François Dubet se ha atrevido a explorar ese laberinto. El resultado es Lo que
nos une, un pequeño pero rico y complejo ensayo que, en última instancia, nos alerta sobre la necesidad de volver a pensar, más temprano que tarde, lo que tenemos en común, más allá de otorgarle a cada quien su derecho a la diferencia.
No queremos discriminar a nadie por género, raza, color de piel, religión, nacionalidad, identidad sexual, etcétera, y cada una de esas “variables” es defendida por cientos o miles de organizaciones civiles que reivindican sus propios derechos. Entonces, adherimos a muchos de esos programas y les demandamos a nuestros gobernantes campañas de concientización de la ciudadanía y legislación a favor de los “nuevos” derechos.
Ahora bien, ¿somos conscientes de adónde nos está llevando ese juego? El punto clave de Dubet es advertir que no es lo mismo la igualdad que el reconocimiento: quien pide igualdad, busca volverse socialmente invisible, su objetivo es poder integrarse de modo tal que la “diferencia” ya no pueda percibirse; pero quien pide reconocimiento, por el contrario, apuesta a hacerse visible.
Los discursos de estos actores varían según el objetivo perseguido: una cosa es apelar a la igualdad y la justicia social; otra muy diferente es articular una “lengua moral”. Más de una experiencia parece demostrar que nos llevamos bien con el primer discurso, pero entramos en serios conflictos frente al segundo.
Por lo tanto, si no analizamos la situación en profundidad, y si los estados no diseñan las políticas de contención adecuadas, eso que nos une podría ir progresivamente desapareciendo. Obvio: si nos separamos, nos habremos desviado del objetivo.