Número Cero

Elvis Costello sabe cómo recordar

- JOSÉ HEINZ

Amediados de la década de 1980, Paul McCartney y Elvis Costello escribiero­n juntos algunas canciones. Fue iniciativa del ex-Beatle, porque necesitaba un songwriter talentoso para mejorar su estilo, que en esa época no venía nada bien: después de Press to play (1986), un disco bastante olvidable, Paul necesitaba revalidar sus laureles como compositor. La alianza dio sus frutos para ambos lados, ya que cada uno usó esas piezas para sus futuros y respectivo­s trabajos.

Algunos no veían con buenos ojos que el hijo pródigo de la new

wave asistiera a un músico que, en aquel momento, ya parecía una vieja gloria pop. En una entrevista, y con esa confianza altanera que ostentan algunos periodista­s de rock, uno le preguntó a Costello si no considerab­a que McCartney hacía canciones “pensando en la inmortalid­ad”. El comentario le cayó mal, él siempre fue un gran fan de Los Beatles, de modo que no dejó pasar la chicana. “Dejame explicarte: For no one, Here, there and everywhere, Yesterday, y apenas estoy comenzando. ¿A ti te parece que Paul puede tener alguna duda sobre su inmortalid­ad o la de su obra?”, le dijo al periodista.

Esa respuesta parece una versión condensada de la personalid­ad de Costello. Terminante e irónica, pero sin permitir que se filtre ese cinismo vacío de los que buscan provocar sin demasiado argumento. Por otra parte, no sólo es un músico excelente, capaz de navegar varios estilos sin perder su marca de agua, sino además un gran narrador de su propia vida, como lo demuestran las casi 800 páginas de Música infiel y tinta

invisible, su autobiogra­fía, que Malpaso distribuyó en las librerías locales.

Es un placer leer sus memorias de la infancia, de sus antepasado­s, y el recuerdo de su padre, el músico Ross MacManus. Pero donde Costello realmente brilla como escritor es cuando rememora hechos puntuales, como la vez que actuó de muy joven en Quarry Bank, la que había sido la escuela de John Lennon (“Era un vistoso instituto de clase media rodeado de una agradable vegetación. Desde luego, no se parecía en nada a nuestra sórdida monstruosi­dad victoriana de ladrillo rojos situada en lo alto de Islington, en el centro de Liverpool”).

O cuando a los 14 años se enamoró secretamen­te de una chica: “Una tarde la vi bajarse de un autobús Routemaste­r tras un chaparrón de verano. Había un arcoíris de aceite o gasolina en el charco de agua y le salpicó el zapato marrón cuando lo pisó. Tardé cuatro años en reunir el valor necesario para quitarme la chaqueta, cubrir el charco y pedirle que saliera conmigo”.

Sin escritor fantasma por atrás, el de Costello es una delicia inusual dentro de los libros que retratan a las estrellas de rock.

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