Una cinematografía del ensueño
Un libro de conversaciones puede ser una excelente introducción a un artista, principalmente cuando las preguntas y respuestas están muy bien hilvanadas por un muy buen compañero de diálogo y posterior editor, de esos que conocen muy bien su obra.
Es lo que sucede con David Lynch y Chris Rodley en este exhaustivo y jugoso volumen, que recoge las entrevistas que este último le hizo entre 1993 y 2002.
Lynch no es un director fácil y cada una de sus producciones confirma el camino personal que viene desarrollando desde mediados de los años 1970, desde Cabeza borradora hasta la última temporada de Twin
Peaks, pasando por El hombre elefante, Terciopelo azul, Corazón
salvaje, Mulholland Drive y Una historia sencilla, entre muchas otras, además de publicidades, videoclips y audiovisuales para internet.
Lynch es un director que les propone a sus espectadores aceptar y sumergirse en la lógica caótica e imprevisible de un universo onírico, oscuro, por momentos bizarro, y en estas charlas recorre diversas etapas y episodios que permiten conocer algunos aspectos de su vida que contribuyen a comprender su obra: su nacimiento en Montana, sus experiencias escolares, el nomadismo de su familia debido al trabajo de su padre, una etapa fundamental en su vida porque, como asegura Rodley, siempre “ha saqueado su infancia en busca de imágenes, sonidos, texturas y sucesos para crear su obra”.
En su testimonio además se refiere a los entretelones en la realización de sus películas, el trabajo con su equipo para alcanzar la mejor realización, los accidentes que permitieron encontrar una vuelta de tuerca a una escena o a un personaje, la composición actoral, la búsqueda de las locaciones, los tejes y manejes de la industria.
También cabe un espacio significativo para los intereses de la última etapa del artista, como la manipulación digital de imágenes fotográficas, la composición y ejecución de música, el diseño de muebles y la continuidad hasta el presente de aquella lejana pasión que le abrió el camino al arte: la pintura.
Pero fundamentalmente la importancia que le otorga al soñar despierto, ese delicado proceso psíquico del cual surgen las primeras ideas y sensaciones que, al desovillarse lenta y paulatinamente, comienzan a darle forma a una historia, casi siempre un nuevo capítulo de esa filmografía pesadillesca y ominosa.
Para aquellos a quienes todavía les dure el entusiasmo de la tercera temporada de Twin Peaks, o que la están viendo, o tienen pensado verla pronto, o admiran toda o una gran parte de su filmografía, la lectura de este volumen es como prolongar la inmersión en un mundo que más cautiva en la medida en que el espectador esté dispuesto a dejarse llevar.
Mundo que Lynch compuso durante casi medio siglo quizás para justificar una convicción que le surgió de niño, aunque en esa época careciera de las pruebas para demostrarlo de manera fehaciente: “Aprendí que justo debajo de la superficie hay otro mundo y que, cuando más se cava, aparecen más y más mundos distintos”.