La desigualdad en Estados Unidos
En el centro hay gente: Manuel, el anciano mejicano que durante años trabajó de zapatero en California pero nunca tramitó su residencia y ahora ya nadie lo contrata. Están Erin y su marido, quienes, aun con estudios, autos y casa en los suburbios, se desloman toda la semana para llegar a fin de mes y cubrir la cuota del jardín de infantes del hijo. Y Roger, un afroamericano educado, exejecutivo de grandes empresas, que siente verdadero miedo cada vez que un patrullero se le acerca por la calle. También aparece Stan, un grandote de Magnolia, Texas, que le regaló una pistola a su esposa y cuando viaja a Houston, la capital del Estado, lleva la suya en el cinturón por “la inseguridad”.
Todos ellos, tanto como los centroamericanos que quedan irreconocibles tras morir calcinados cruzando la frontera con Estados Unidos por el desierto de Arizona, conforman los puntos de un diagnóstico oscuro sobre la realidad humana de lo que algunos llaman el “mejor país de la Tierra”.
Trumplandia, que la experimentada periodista Marina Aizen (foto) –en 2014 publicó Contamina
dos, sobre el Riachuelo– comenzó a escribir en 2016, con la idea de explicar en estilo crónica qué se podía esperar de la presidencia de Donald Trump, está hecho de una trama de historias personales entretejidas con momentos políticos clave de la historia estadounidense. Que desemboca en el actual clima de época, tanto o más antiinmigrante, racista y violento que durante las presiden- cias de Barack Obama y de los Bush, que también sostuvieron –explica la autora– políticas nocivas.
El punto de vista de Aizen parte de una experiencia privilegiada : vivió 12 años en Nueva York mientras fue corresponsal de Clarín, y además su esposo e hija son ciudadanos estadounidenses. O sea que miró y escuchó mucho antes de escribir estas páginas.
Con una buena dosis de opinión –pero siempre apoyada en datos–, en este libro Aizen se mete con los resortes que más ruido hacen en la gran democracia del Norte. Sobre todo los de la desigualdad social, que incluyen la carísima atención sanitaria y la prohibitiva educación universitaria, y la sostenida caída en los ingresos de los obreros que hasta los años 1970 fueron los mejor pagos del mundo, y la creciente población carcelaria negra y latina, alojada en penitenciarías privadas que le cuestan una fortuna al erario. En suma, Trum
plandia pone sobre la mesa pruebas de que la contracara de las películas de Hollywood o las series de Netflix es mucho más fuerte que algunas ficciones. Sean o no de terror.