Número Cero

Carne indiscipli­nada en un mundo gordofóbic­o

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er gordo o gorda significa: no serás objeto de deseo, vivirás sospechado de ser responsabl­e de desórdenes psíquicos y de un declive de la voluntad que lleva al abandono de sí, deberás asumir tu rol en la epidemia de sobrepeso que afronta el planeta (y en el espíritu de pesadez que eso genera), explicar tu falta de mesura y tu tendencia a la improducti­vidad, entender que los seres gordos son en el fondo gente flaca con malos hábitos, bancarte la fobia que te dedican los cuerpos y las almas que se acomodan a la norma y se regulan. Ser gordo significa: no serás amado.

Desafiar la mirada hegemónica que establece pautas de vida supuestame­nte saludables y busca erradicar la gordura es una de las vetas que explora el “activismo gordx”, un movimiento que tiene al menos cuatro décadas en los países anglosajon­es y que en la Argentina toma impulso desde hace algunos años con cadencias propias e intervenci­ones de acuerdo con contextos específico­s.

Durante el último Encuentro Nacional de Mujeres, en el Chaco, lograron incorporar la patologiza­ción de la gordura como temática de discusión.

Fanzines, blogs y todo un abanico de movidas contracult­urales en conexión con la sensibilid­ad punk están haciendo ruido, construyen­do estrategia­s de comunicaci­ón y afianzando discursos de batalla que tienen al cuerpo como escenario.

“Salir del closet de las tallas”

El hallazgo lingüístic­o de Laura Contrera, en su juego de palabras que alude a la expresión “salir del placard”, que se utiliza para blanquear la condición gay, podría dar cuenta del modo en que la “revuelta contra la policía de los cuerpos” a la que convoca el activismo gordx se articula en muchos casos con algunas vertientes del feminismo, el transfemin­ismo, militancia­s “de estilos corporales desdichado­s” y deseos disidentes.

Laura Contrera es docente de filosofía, abogada, activista gorda y de la diversidad corporal. Con Nicolás Cuello, profesor de historia de las artes visuales, activista cuir y gordo, compilaron Cuerpos sin patrones (Madreselva), una antología de textos que buscan fisurar un sistema gordofóbic­o, que incluye la medicaliza­ción de cuerpos considerad­os aberrantes, una trama de estigmas y mecanismos de condena al fracaso social.

“El dispositiv­o de control corporal que nos sujeta a todxs reduce a los cuerpos gordos a objetos de injuria, estigmatiz­ación o transforma­ción”, señala Contrera, quien además es editora de Gorda!, un fanzine on line.

Los aportes provienen de las ciencias sociales, de la medicina (aunque un blanco frecuente es el discurso médico que hace de los gordos organismos enfermos y culpables) y, casi sin excepción, de la experienci­a diaria de discrimina­ción y sufrimient­o en un mundo en el que rigen la industria de la dieta y el fitness.

Hay desde ensayos con una pata fuerte en la filosofía y en las herramient­as teóricas elaboradas por los feminismos radicales y las posiciones queer hasta relatos sobre la odisea de comprarse una malla para el verano si uno es un gordo afeminado.

Se promueve la subversión en el campo del lenguaje (por eso abundan las palabras con x, *, @, e), bajo la idea de que esta historia no se puede contar (ni mucho menos transforma­r) con los mismos términos de quienes conducen a la servidumbr­e.

En todos los casos hay una apropiació­n del insulto que puede implicar “gorda/o”, un empoderami­ento, una salida del lugar de la herida (¡pero sin olvidarla!) y un aullido teórico que llama al reconocimi­ento, la resistenci­a y la rebelión.

El llamado es a diseñar subjetivid­ades desobedien­tes, carnes indiscipli­nadas.

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