Cuándo empezó el arte contemporáneo acá
na que sepamos todos es en cierto modo un libro imposible. Mejor dicho: es un imposible hecho libro. Mejor todavía: surge de una pregunta prácticamente imposible de responder (¿cuándo empieza el arte contemporáneo en Córdoba?), teje una malla de relatos que intentan atrapar el objeto en cuestión en un pasado apenas documentado y construye un conjunto de “comienzos” que son asimismo flechazos que se clavan en el presente. El libro podría haberse llamado “¿Cómo hacer estallar una pregunta?”.
Un conjunto de 28 referentes de las artes visuales fueron convocados a contar, interpretar, buscar, excavar y hacer coincidir las huellas encontradas con el momento de nacimiento del arte contemporáneo cordobés. ¿Qué acontecimientos, qué sustitución de lenguajes o disciplinas, qué noche inaugural en qué espacio, qué salto o qué aullido puede establecerse como el grito primigenio?
Hay algo de fin de la Historia (el cuento rector con apellidos generalmente masculinos que establecen principios y finales) en muchas respuestas. Como dicen en la introducción las editoras, Carla Barbero y Emilia Casiva: el presente desde el cual hablan estas historias mínimas es un tiempo agujereado de pasados caleidoscópicos y latentes.
En algunos casos, las radiografías fragmentarias son reveladas a la luz de perspectivas con fuerte incidencia en la actualidad, como el discurso de género o la interpelación de cuño feminista a la historia del arte que llevan a cabo Leticia Obeid y Eva Ana Filquenstein.
Una dificultad radical es el entredicho constante acerca de cómo definir lo contemporáneo. Un porcentaje importante de quienes fueron llamados/as a escribir (algunos de ellos, a su vez, protagonistas de eso que no se sabe exactamente cuándo se inició pero está vivito y coleando) blanquean en los primeros párrafos algún grado de pasmo o estupor ante el abismo abierto por el interrogante. Algunos recurren a la bibliografía existente, tensándola para alimentar el relato, pero en la mayoría de los casos los autores escanean sus vivencias y recuerdos para encontrar el evento, los nombres o los momentos en que las bitácoras personales detectan el alumbramiento.
¿Fue en algún instante de los ultravisitados años ‘60? ¿Al amparo de la “Antibienal” o bajo la presencia espectral de Jorge Bonino, una figura que se deja leer como un proto-performer aunque sus irrupciones caen más del lado de las artes escénicas que de las artes visuales? ¿No habrá sido lo contemporáneo en el arte un contagio de prácticas no específicamente visuales, como sugiere Gabriel Gutnisky? ¿Fue en ocasión de “El día electrónico”, una muestra de 1993? ¿Tuvieron cartas en el asunto los agitados ‘80 que titilan en la memoria de quienes pueden recordar algo? ¿Fueron los primeros atisbos de crítica institucional que hacían José Pizarro y otros artistas que desafiaban al sistema? ¿No nació acaso lo contemporáneo en el arte de Córdoba como información, como data consultada en la biblioteca del Goethe, como insinúa Belkis Scolamieri?
Hay textos que son catarsis, anécdota iluminadora, ensayo de poesía performática, rastreo meticuloso del accionar de un grupo artístico, colección de escenas y hasta salida por la tangente.
Algunos nombres, lugares y episodios son recurrentes. Aníbal Buede y Casa 13, “Mundo Mix” y otras celebraciones que cruzaban arte y música electrónica, impulsadas por un ubicuo Marcelo Nusenovich. La irrupción del cuerpo como campo de expresión y batalla. La formación de colectivos de artistas y la ocupación de espacios. Las trincheras de pensamiento como Cielo Teórico.
Y, como una especie de hilo de plata que va cosiendo ensoñaciones, la fiesta, una instancia que brilla en la noche de los muchos nacimientos del arte contemporáneo de Córdoba como lugar de comunión.
Una saga subterránea de rituales para encontrar una potencia sin dueño.
es el primer libro gestado desde Unidad Básica / Museo de Arte Contemporáneo. Con textos de autores varios. Editado por Carla Barbero y Emilia Casiva.