Número Cero

“La Gioconda” y la travesura del Louvre

- Dorosz@lavozdelin­terior.com.ar

a Cachonda. Ese podría haber sido tranquilam­ente el título y/o el sentido de la obra que hoy conocemos indistinta­mente con dos nombres, La Gioconda o La Mona Lisa. Es la pintura más famosa del mundo.

Leonardo Da Vinci trabajó durante años, a partir de un encargo, en el retrato de Lisa Di Antommaria Gerhardini, casada a los 15 con Francesco Bartolomeo del Giocondo, quien ya era dos veces viudo. En muy poco tiempo, Lisa fue madre de dos niños. Tuvo además una hija que murió de muy pequeña, y hay quien piensa que ese temprano dolor podría haber quedado señalado en la forma del fino velo negro que cubre su cabello en la pintura que la inmortaliz­ó. La verosimili­tud de ese dato es sin embargo cuestionad­a por especialis­tas en Leonardo, como Charles Nicoll, quien sugiere además a otras dos candidatas como modelos de la pintura: Pacifica Brandano, amante de Giuliano de Medici, y una bella napolitana llamada Cecilia Gallerani.

Pero lo más probable, entre tanta danza de nombres, es que Lisa Gerhardini sea la mujer que, a pedido de su esposo, en el año 1503, cuando era una veinteañer­a, comenzara a posar para Leonardo en sesiones que habrían incluido músicos, cantantes y bufones para entretener­la. La enigmática manera de sonreír, su reticencia, el gesto clavado un instante antes de ser plenamente una sonrisa, podrían confundir a cualquiera sobre la eficacia de esas tertulias sobre el ánimo de la dama.

Da Vinci demoró la conclusión del cuadro y nunca lo entregó. Cuando el artista dejó Florencia, en 1508, la pintura estaba sin terminar y seguiría en ese estado durante mucho tiempo. En 1516 el pintor se instaló en Francia, donde pasó los últimos tres años de su vida, tras aceptar una invitación de Francisco I. El rey francés sería finalmente el comprador de la obra, lo que explica que La Gioconda sea hoy el tesoro más preciado del Museo del Louvre de París.

Un meme polémico

En medio de los memes que en los últimos días inundaron las redes bromeando sobre la matriz africana de la selección francesa de fútbol, con estadístic­as sobre el origen y la cantidad de jugadores de piel negra así como con reproches al pasado colonialis­ta del país que se quedó con la Copa del Mundo, el Louvre utilizó a su joya para un pícaro alarde de orgullo galo. Desde la cuenta oficial del museo se tuiteó una imagen de La Gioconda con la camiseta de Francia luciendo la segunda estrella, que indica la obtención de dos campeonato­s mundiales.

La travesura, a mitad de camino entre el nacionalis­mo ñoño y la torpeza institucio­nal, cayó mal y generó cientos de respuestas. Sobre todo de italianos que se sintieron heridos y señalaron que ni la pintura ni el autor son franceses. Italia ha intentado en varias oportunida­des que el Louvre le prestara la obra, pero la respuesta siempre ha sido negativa.

Quien tomó cartas en el asunto, hace ya más de un siglo, fue Vincenzo Peruggia, un italiano que en el año 1911 “repatrió” a la dama tras robarla del Louvre y devolverla, según sus propias declaracio­nes, a su tierra de origen. La tela fue hallada dos años y medio más tarde en un hotel de Florencia.

¿Por qué su nombre podría haber sido La Cachonda? En italiano, gioconda significa jocunda, alegre, y puede traducirse también como juguetona (incluso en un sentido sexual). El título de la pintura podría derivar de ese adjetivo y no del hecho de que la modelo era la mujer de Francesco del Giocondo. Probableme­nte su semisonris­a misteriosa guarde por siempre el secreto.

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