Dad y Estado
a quienes tienen o consumos drogas en ámbitos privados.
Hoy, ya sabemos cómo funciona el tema: miles de jóvenes estigmatizados en miles de expedientes judiciales porque fueron descubiertos alojando una planta o con mínimas cantidades de estupefacientes en los bolsillos.
¿Que harán estos Estados pretorianos y sus instituciones obsoletas frente a las transformaciones tecnológicas que se avecinan?
El físico Michio Kaku señala que estamos en el umbral de tres revoluciones, sobre los campos de la materia, la vida y la inteligencia, que cambiarán el modo de ver cada detalle de nuestro mundo.
¿Cuánto más tardará en desaparecer el concepto de familia tradicional? ¿Hasta cuándo seguirá el encasillamiento de los géneros sexuales? ¿Cuántas décadas demorará el reconocimiento de las futuras inteligencias artificiales y cerebros electrónicos? ¿En qué maneras accederá el poder a transformar sus mecanismos para permitir a las personas vivir en ámbitos menos opresivos? ¿Lo permitirá?
Son los interrogantes de fondo que resuenan en cada sala de juzgado, en cada consultorio, en cada sesión legislativa donde se toman decisiones grandes o pequeñas que afectan la vida de los demás.
Juan Carlos Tealdi es director del Comité de Ética y Programa de Bioética del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires y fue uno de los bioeticistas consultados durante los meses de calurosas discusiones sobre la legalización del aborto.
En torno a otros temas que involucran las decisiones de pacientes, médicos y Estado, como vasectomías y ligaduras de trompas, Tealdi, considera el tema tiene connotaciones legales, psicológicas, éticas y culturales.
Y explica: “Todas las legislaciones liberales, del siglo XIX en adelante, incorporaron la limitación a las prácticas médicas de la posibilidad de hacer daño al cuerpo en una cirugía. El daño a órganos reproductivos se enmarcó en ese supuesto de protección jurídica. Esto fue así hasta la década de 1960 o 1970, cuando no se hacía libremente una ligadura de trompas o vasectomía a simple demanda. Esto cambió en el mundo. Hoy, la tendencia es más permisiva, se separa lo que es el daño corporal de una demanda voluntaria de esterilización quirúrgica”. Cultura profesional También señala que una cultura jurídica impone una cultura profesional, y eso explica por qué muchos médicos se acostumbraron a actuar de determinada manera y por qué algunos se adaptaron mejor que otros a los cambios.
Y añade: “El debate ético es lo más problemático. Estamos viviendo en una cultura de derechos individuales que se multiplican. Pero así como todo se medicaliza (en el sentido de que aplicamos el criterio de “sano/enfermo” a casi todo en nuestra vida, y vivimos en pos de la vara médica para dormir, comer, respirar), también se legisla todo. Cualquier deseo lo transformamos en el reclamo de un derecho”.
Tealdi sostiene que no todos los temas vinculados a las decisiones sobre el propio cuerpo implican las mismas complejidades éticas: reproducción asistida, aborto, vasectomía o eutanasia. El tema de la reproducción asistida, por ejemplo, ofrece innumerables problemas. “Pero en el tema de la reproducción en cuanto a la limitación definitiva de determinados órganos, se acepta autonomía”, aclara.
Y amplía: “Nosotros podemos tener, como médicos o personas, nuestra reflexión individual, pero no podemos llevarlo a una objeción al paciente. Si la ley lo habilita, se acabó la discusión. En el caso de una vasectomía, por ejemplo, tampoco podría plantearse objeción de conciencia. Es aceptable en el tema del aborto, porque está en juego la vida de un embrión; pero no es aceptable en estos casos, en los que lo único que está en juego es la capacidad reproductiva. ¿Y quiénes somos nosotros para meternos en la capacidad reproductiva de los demás?”.
Tealdi subraya que el Estado tiene la obligación de proteger la integridad corporal de las personas, incluso cuando se quieran dañar (en casos, por ejemplo, de un enfermo psicótico que quiera hacer daño sobre su cuerpo, el Estado debe intervenir para protegerlo).
“Pero si alguien en pleno uso de sus facultades mentales decide hacer una intervención que va a dañar una parte de su cuerpo para no tener familia –agrega–, y se hace cargo de las consecuencias a futuro de esa decisión, es otro tema. El bien mayor, en ese caso, es la libertad de las personas, tema que en la medicina paternalista tenía poco valor y hoy tiene mucho valor”.
Y cierra: “El médico hoy tiene que respetar la libertad de los pacientes, que tienen derecho sobre su propio cuerpo”. SIGUE EN PÁGINA 6