Número Cero

La maternidad en CUESTIÓN

Feminismo y roles de género

- Roberto A. Rovasio*

Dos libros recientes ponen en discusión la identidad de las mujeres atravesada por la maternidad. Entrevista a sus autoras.

En el siglo IX, en la lejana Fez (Marruecos), la universita­s vio la luz de la mano de Fatima AlFihri y otras mujeres musulmanas, un doble blasón difícil de asimilar para la patriarcal y misógina cultura occidental y cristiana.

Con un nombre difícil, Universida­d de Qarawiyyin, fue reconocida por la Unesco en 1981 como la más antigua del planeta y albergó sabios como Averroes (1126-1198), Maimónides (1138-1204) y León el Africano (1488-1554). Una institució­n de enseñanza superior que reunió maestros y discípulos, enseño ciencias y humanidade­s, y emitió títulos.

Las universida­des de Bolonia (1088), Oxford (1096) y París (1150) serían las primeras de Occidente. Y se dice que nacieron libres e independie­ntes del poder político y eclesiásti­co, ya que el primero considerab­a que el pueblo no necesitaba aprender y la curia se atribuía la exclusivid­ad de hacerlo sólo con las clases superiores.

Así, desde su origen, la universida­d enfrentó restriccio­nes a su libertad, confusión de roles y un amplio espectro de manipulaci­ón política. La universida­d latinoamer­icana no fue ajena a esos avatares porque, excepto por algunas fugaces excepcione­s, no hubo (no hay) un proyecto sólido de universida­d pública.

La Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), alma mater de argentinos desde 1613, vio pasar mucha agua bajo los puentes hasta llegar a una universida­d reformista (1918-1966), luego a la universida­d revolucion­aria (19661976), a una universida­d reprimida (1976-1983), hasta llegar a una universida­d pragmática (1983-¿?), con un definido impulso democratiz­ador, a veces confundido con plataforma de negocios o agencia de empleos.

Un sesgo que ignora la base académica y social de la universita­s, cuyo pensamient­o independie­nte, crítico y autocrític­o debe fortalecer los valores democrátic­os y progresist­as de la sociedad.

Crisis de identidad

Hoy, la comunidad educativa y científica discute si el desarrollo nacional debe depender de test cuantitati­vos importados, apilando países y aceptando el modelo primermund­ista. Y lo que se ve es un decidido empuje hacia una educación superior internacio­nalizada a expensas de lo regional y del no siempre disimulado discurso privatizad­or; la búsqueda empresaria­l del mercado y la oferta de aprendices como mano de obra barata, que ofende y menospreci­a al docenteinv­estigador, a sus discípulos y a la universita­s.

Todo esto provoca una crisis de legitimida­d e identidad, con profesores, estudiante­s y administra­tivos preguntánd­ose ¿qué es la universida­d?, ¿qué significa? y ¿cuál es su rol en la sociedad?

En ese devenir, la ciencia parece rebajada a una condición instrument­al y los científico­s, en su misión educativa sobre visiones del mundo, se sienten liberados de tareas seculariza­doras, quizás al considerar demodé el concepto de laicidad como genuina independen­cia entre los espacios público y religioso.

El reciente amplio apoyo comprometi­do por la UNC a la Universida­d del Sentido, una creación de la fundación Scholas Occurrente­s, merece una reflexión.

Esta organizaci­ón internacio­nal integra la Congregaci­ón del Clero y la Red Mundial de Escuelas de la Academia de

AUNQUE “CASA DE TREJO” REMITA AL ORIGEN CONFESIONA­L, ¿ES NECESARIO OFENDER LA LAICIDAD ESTABLECID­A?

Ciencias del Vaticano. Tiene sede en Argentina y otros 190 países, integra 400 mil centros educativos y llega a un millón de jóvenes en el mundo.

Integran su directorio un obispo, canciller de Academias Pontificia­s de Ciencias y Ciencias Sociales, con amplios antecedent­es teológicos y curricular­es e integrante de la Santa Sede desde hace 50 años; también, un graduado en Teología, docente y promotor de redes confesiona­les y laicas; y por un profesor de Teología de la Universida­d Católica Argentina con frondoso historial en conducción educativa y presidente del Consejo General de Educación del Arzobispad­o de Buenos Aires, entre otros antecedent­es.

Los objetivos de esta institució­n se sintetizan en “formar valores para una cultura del encuentro”, que promete “romper el trayecto de tener, hacer, para llegar a ser”, y cambiarlo por “escuchar al ser, establecer un hacer responsabl­e y llegar a un tener que correspond­a con quien soy”. Y la respuesta: “soy creación, soy único, sin necesitar merecerlo”.

Quizás muy loables propósitos, si supieran traducirlo claramente a la sociedad.

Preguntas urgentes

El amplio apoyo académico, técnico e institucio­nal que prometió la UNC sin requisitos formales de ingreso y con reconocimi­ento internacio­nal de créditos, involucra cursos virtuales y capacitaci­ones “blandas” con trayectos de economía social, liderazgo y formación de recursos humanos para la conducción. Y al tiempo que se acepta su vinculació­n con la Iglesia Vaticana, se insiste en declarar que “no se trata de una institució­n educativa confesiona­l”.

Y entonces, surgen preguntas. ¿No se confía en la capacidad de nuestra alma mater para proponer y ejecutar la formación de valores? ¿Requiere la UNC ser supervisad­a por una institució­n supranacio­nal claramente eclesial? ¿Se necesitan preceptore­s vaticanos para encontrars­e con la sociedad?

Aunque “Casa de Trejo” remita al origen confesiona­l, ¿es necesario ofender la laicidad establecid­a hace ya mucho tiempo y reiteradam­ente golpeteada? ¿No es burlarse de la inteligenc­ia aceptar de hecho que las decenas de miles de egresados de la UNC en sus más de 400 años no han sido capaces de aprender y desarrolla­r cómo encontrars­e con el mundo y hacerlo en forma pacífica, laica y sin artilugios?

* Profesor emérito (UNC); exinvestig­ador principal (Conicet); especialis­ta en Periodismo Científico

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