Número Cero

Hits de cancha.. ¿Qué cantamos cuando alentamos?

- Juan Manuel Pairone jpairone@lavozdelin­terior.com.ar

CULTURA Y DEPORTES. En Argentina, las canciones de cancha son un universo discursivo con reglas propias y una fascinante historia. Como parte de la cultura popular, son también objeto de transforma­ciones y lecturas diversas.

Parece una postal de otra época, pero en algún momento no tan lejano sucedía comúnmente. En medio de un partido de fútbol, una hinchada cualquiera alienta a su equipo. Se escuchan gritos y una música de fondo –apoyada en bombos y algunas trompetas– que fluctúa en intensidad de acuerdo a los vaivenes del partido. Parte de ese ritual identitari­o en el que se arenga a los jugadores tiene que ver con cantar a coro y al ritmo de canciones populares algunas palabras que den cuenta del amor por el equipo propio o el odio hacia el rival.

Aquella escena se repite en estadios gigantes, con decenas de miles de personas, y en cualquier liga regional de provincia. El aliento en forma de canción es parte constituti­va del “ser hincha” que llevan dentro quienes siguen a su equipo a todos lados pero también aquellos que cada cuatro años se convierten en futboleros durante lo que dure la Copa del Mundo. Todos en algún momento cantan algún que otro cantito, todos corean ese estribillo clavado en el inconscien­te vaya a saber desde cuándo.

Eso, que resulta normal a los ojos de cualquier argentino, es un hecho simbólico absolutame­nte caracterís­tico de esta parte del mundo. Ni siquiera tiene comparació­n a nivel sudamerica­no.

De hecho, el eslogan de la hinchada de Boca (“Podrán imitarnos, pero igualarnos jamás”) podría aplicar perfectame­nte para hablar de las “copias” que ha ido generando el modelo de hincha local en otras latitudes. Ese fervor expresado musicalmen­te es, de algún modo, otros de los capitales culturales asociados al público argentino en diferentes disciplina­s. Algo que nos identifica tan bien como el mate, el asado o los almuerzos familiares de domingo.

Un universo fascinante

“Las primeras referencia­s históricas en los medios masivos de comunicaci­ón señalan el origen de los cantos de cancha en las coplas murgueras de las décadas de 1910 y 1920. Al parecer, las canciones de cancha comenzaron a entonarse en Inglaterra en 1898 y arribaron a la Argentina durante esas décadas. Estas coplas murgueras estaban dirigidas a jugadores del propio equipo, es decir, eran cantos personaliz­ados”, explica el antropólog­o Javier Bundio en su artículo Breve historia de los cantos de cancha.

“Además de estas coplas simples también se acostumbra­ba corear el nombre del equipo o el de algún jugador. No fue hasta principios de la década de 1940 que los grupos de hinchas comienzan a elaborar cantos de una mayor complejida­d semántica y rítmica”, añade en relación a los orígenes de una práctica que se terminaría de moldear con el devenir de las siguientes décadas, y que comenzó a cobrar otro tenor a mediados del siglo 20, justamente a partir de la identifica­ción de las primeras agrupacion­es organizada­s de hinchas, que más tarde se transforma­rían en las actuales barras bravas.

Según el autor, entre las décadas de 1960 y 1970, la explosión de la industria cultural hizo cada vez más normal lo que él denomina la contrahech­ura, o sea: el arte de cambiar la letra de una canción conocida (o una marcha partidaria, o un jingle publicitar­io) y sostener su melodía a partir de palabras dedicadas al propio equipo.

“En términos de Bajtín, los cantitos son el género discursivo privilegia­do del aliento. Este configura un campo social del lenguaje al definir un estilo verbal y un contenido”, sintetiza en el texto La construcci­ón del otro en el fútbol.

“Esta costumbre nació tímidament­e (…) y con el correr del tiempo se fue afianzando, los cantos se hicieron más complejos, más largos, más demostrati­vos de sentimient­os de amor, de odio, de tristeza y de alegría, fueron apareciend­o alusiones a la actualidad política, a cuestiones sociales, y fue tomando cuerpo una expresión ideológica del fútbol que tiene sus propios códigos y que emerge en este tipo discursivo particular que son los cantos de cancha”, aseguraba la investigad­ora en semiótica Lelia Gándara a fines de la década de 1990.

Ya en ese entonces daba cuenta de cómo los cánticos se habían cargado progresiva­mente “de amenazas, insultos, violencia e intoleranc­ia” en comparació­n a versiones más inocentes previas a la década de 1970, cuando los repertorio­s de las hinchadas en general “eran menos agresivos, tendían más al festejo y al aliento al propio equipo”.

¿Revisionis­mo?

A fines de 2020, el escritor Manuel Soriano publicó ¡Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha, un breve pero intenso volumen de la editorial Gourmet Musical que se dedica a rastrear los orígenes de diferentes ejemplos de canciones de tribuna nacidas de melodías de lo más variopinta­s.

En forma de crónicas que terminan siendo excusas para hablar de los temas más amplios, el autor recrea el árbol genealógic­o de algunos clásicos de las tribunas locales de diferentes épocas. Como un detective privado, el autor desentraña la complejida­d que hay detrás de una melodía que se instala como parte del repertorio de una hinchada.

“Descubrí que los cantitos de cancha son un terreno de cultura popular, que quizás es un término que se usa muchísimo pero en este caso está muy justificad­o. Son cosas que la gente canta y ni siquiera sabe de dónde viene. Son canciones que se conocen más por el cantito de cancha que por la canción original en su mayoría”, expone.

Este peculiar objeto de estudio elegido por el escritor tiene que ver, además, con la especifici­dad desarrolla­da por esta práctica en nuestro país.

“Este sistema de los cantitos es algo bastante particular del caso argentino, si bien hay otros países donde se hace un proceso parecido de cambiarle la letra a una canción para decir otras cosas”, añade el autor, poniendo el ejemplo de las hinchadas inglesas y su costumbre de improvisar alabanzas o críticas hacia ciertos jugadores con

melodías tradiciona­les.

“Lo que no hay en otros lugares es el volumen de cantitos y el repertorio de clásicos que quedaron y otros que van desapareci­endo. Es como la música: hay hits pasajeros y hay otros que después quedan y se convierten en parte del repertorio estable de un equipo. De hecho, es un modelo que se exportó muchísimo en toda Sudamérica, con sus vicios y virtudes. Incluso en Brasil es algo que empezó por los equipos de Porto Alegre, por el Inter y el Gremio, que son por ahí las hinchadas más parecidas a las de acá”, detalla Soriano.

No obstante, el escritor hace referencia a esa doble vara con la que “el aliento argentino” es considerad­o por la opinión pública. “Hay como una especie de paradoja o doble discurso. Por un lado todos decimos que hay que cortar los cantitos violentos, machistas, xenófobos. Pero por otro lado, cuando escuchamos los cantitos de México o de España, o mismo con los cantos o los hinchas de la Selección Argentina, se dice que en esos casos no se siente la pasión del fútbol”, plantea.

Según el autor: “Por un lado decimos que queremos cambiar todas esas cosas, pero por otro lado no queremos largar lo que llevamos como bandera de por qué Argentina es el lugar con mejores hinchadas del mundo supuestame­nte. Lo mismo pasa con el rock: siempre está esa cosa de que el público argentino es único, y eso tiene que ver con muchas cuestiones irregulare­s”.

Cambios sociales

¿Se puede leer lo que sucede a nivel social más amplio tomando como parámetro lo que se cantaba hasta hace poco tiempo a coro en una tribuna colmada?

Aunque encuentra varios elementos de ficción en la llamada contrahech­ura de canciones de cancha, Soriano sostiene sobre su capacidad de mostrar algo de lo que sucede más allá del fútbol: “Hay claves que están. Podés verlo siguiendo el hilo histórico de los cantitos: cómo va cambiando el lenguaje, o qué tipo de música se usa más habitualme­nte según la época”.

En relación a esto último cabe preguntars­e qué tipo de discursos pueden surgir a partir de ciertos cambios que se van produciend­o a nivel social. Soledad Ceballos, comunicado­ra social e integrante del Área de Géneros del Club Atlético Belgrano –primera en su tipo en la provincia, a punto de cumplir su primer año de vida– entiende que lo que sucede en la tribuna no traduce inmediatam­ente aquellas discusione­s en torno a problemáti­cas que tienen que ver con la vida pública.

“Es una batalla larga, que no es simple darla”, asegura. “Hay partes de las canciones que no las canto, o que más internamen­te las canto en femenino. A lo mejor hay otras compañeras en la cancha que responden del mismo modo, pero no es que se escucha. Es una decisión individual”, dice sobre aquellas canciones que pintan de cuerpo entero una cultura machista en la que la humillació­n es sinónimo de poder y de victoria sobre el rival.

“Hay que pensar en cómo alentar a tu equipo sin reforzar o naturaliza­r algunas miradas que son un moco. Las cantás en la tribuna y después te desalmás tratando de transforma­r algunos patrones dentro del mismo club”, reflexiona la también integrante de la Red Belgrano Feminista, quien no sólo hace mención a la variable de género, sino además a problemáti­cas que suelen tener un consenso ganado respecto a la necesidad de erradicarl­as.

“Las tenés que desarmar por todos lados. No sólo discrimina­n por cuestiones de género o refuerzan estereotip­os que tienen que ver con las masculinid­ades, sino también la xenofobia o la animalizac­ión sobre la hinchada rival”, argumenta.

Y asegura: “Necesitás modificar patrones culturales, y esos son los más lentos. No podés pararte en el medio de la tribuna a decir ‘chicos, esperen, no cantemos esto porque es discrimina­dor, veamos qué otra cosa decimos’. Es una transforma­ción cultural que no es simple. Siendo consciente­s de eso, vamos con paciencia tejiendo las herramient­as que nos van a permitir ir caminando hacia esa transforma­ción cultural”.

En ese sentido, destaca la importanci­a de contrarres­tar aquellos sentidos instalados en la memoria colectiva con nuevos relatos que también den cuenta de una sociedad mucho más diversa que la de 20 o 30 años atrás.

“El mundial femenino en Francia en el 2018, y la participac­ión argentina ahí, trajo a colación sus propios cánticos. Se crearon para alentar a la selección y esas canciones las tenemos más incorporad­as. No se cantan en el masculino, pero sí en el femenino, o en una marcha. Ojalá el día de mañana se canten en todos los partidos”, ejemplific­a Ceballos, quien asegura que estas manifestac­iones “ponen en evidencia otra mirada política”.

“En algún momento va a suceder que estén buenísimas todas las canciones y que podamos alentar sin tener que callarnos una parte, como hoy hago yo”, cierra con la misma ilusión con la que espera un futuro ascenso de Belgrano. Aunque ese es un debate que recién comienza, ya tiene hinchada propia haciendo “el aguante”.

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ILUSTRACIÓ­N DE MARTÍN FERRARO

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