Una generación atravesada por las ganas y el deseo
inicios de Twitch conoció a la mayoría de los amigos con que formó el grupo Oxey Army. Se empezaron a juntar y eso, explica, a la gente le empezó a gustar. Tomando como referencia la Coscu Army, le dieron su propia impronta: “Mucho humor, arte y música”.
¿Cómo es vivir del stream? Se trata de un trabajo multitasking. Mateo resalta que “no sólo estás en el stream, sos como un conductor, también sos productor, craneás ideas que querés hacer y, a la vez, sos técnico”. Aun así, dice que es personal para cada streamer, porque tiene que ver
La historiadora Agostina Gentili y el director audiovisual Teodoro Ciampagna escribieron el libro Agarrá la pala, en el que profundizan y dan visibilidad al trabajo que realizan los y las youtubers más conocidos de la Argentina.
Sobre los desafíos a los que se enfrenta la nueva generación de creadores de contenido, Teodoro explica: “Para mí hay dos valores importantes que pienso que pueden tener un trasfondo filosófico. Por ejemplo, el valor que nosotros le dábamos a la profesión o al dinero, ellos no lo tienen. Su valor es el tiempo. Entonces, no hacen cosas que les hagan perder el tiempo, y tampoco les quieren hacer perder el tiempo a los demás. Hacen un contenido entretenido y de calidad, en poco tiempo, para resumirte y darte el servicio para que vos lo puedas consumir y disfrutar”.
Agostina reflexiona sobre las ganas y el deseo: “Tiene como un gran valor hacer cosas que tengan ganas de hacer, que los mueva el deseo, y que el deseo se reactualice, muchos a veces pegan una vuelta de timón, esa posibilidad de que el trabajo esté atravesado por el deseo y no sólo por la necesidad real de con su público y con su contenido.
Cuando Mateo cumplía contratos y estaba atado a las lógicas de producción que le exigían las marcas, hacía turnos dobles de trabajo, dividía su día en dos. Hoy, como no tiene un contrato, cuenta que hay meses que puede stremear 100, 80, 40 horas, y que eso depende de las ganas. Dice que el stream es el acompañante de su sueño actoral, sueño que comparte con su audiencia. Dice que se transformó en un trabajo, pero sin darse cuenta, algo que le permite “bancar el sueño, estar en Buenos Aires y seguir formándome”. generar ingresos y perfeccionarse en lo que uno hace. Tener ganas de hacerlo es central”.
“La técnica viene por atrás y la creatividad viene por adelante”, explica Teo, y por eso pueden dirigir sus pasiones. Siendo precursores del cambio, se han motivado por las ganas.
Una generación, que, además, obtiene la legitimación de sus audiencias, donde sus integrantes reconocen sus liderazgos y el impacto que tienen sus opiniones en sus públicos. Tampoco temen hablar de las emociones. Al contrario, todo está allí, visible, para ser compartido.
En un entorno en permanente transformación, donde las tecnologías de distribución de contenido son sustituidas a un ritmo vertiginoso, podríamos pensar que los jóvenes están forjando las bases de los nuevos oficios, que cambian con asombrosa rapidez. A través de diferentes plataformas, construyen el presente virtual, en universos hiperespecíficos, en los que crean sus propios lenguajes y significantes, desde sus cuartos. El trabajo y el entretenimiento, forjados entre cuatro paredes.
de –o en diálogo con– obras de la tradición artística, y también la utilización de episodios de su propia historia para instaurar cierta vigilia sobre la memoria familiar.
La chispa de las cosas, que incluye los poemarios “Un museo habita en mí” y “Tres mujeres planchadoras” (que tuvo una primera edición en 2017), se inscribe en ese camino que viene trazando.
Museo real, museo imaginario
Mariana Robles visitó el museo Rocsen de adolescente, cuando iba al secundario. Al volver en 2015, se encontró con un “espacio más surrealista” que el que había conocido años atrás, decidió tomar fotografías con el propósito de escribir algo más adelante, motivada por su interés en los museos en general y por los recortes que realizan para ofrecer un sentido del pasado o de la cultura.
Fue así que surgió “Un museo habita en mí”, conjunto de poemas escritos a partir del Rocsen, pero que no se limitan a esa experiencia.
“El Rocsen es la forma más desmesurada de museo que conozco, no sólo por su inmensa colección, sino por la pretensión de universalidad que sostiene el orden de la colección –señala Robles–. Lo que más impresiona y llama la atención es esa constante tensión entre el museo y el mundo, y la necesidad de abarcarlo todo. Y en esa acción el museo hace estallar no solo la misma categoría de museo, sino también de realidad”.
“El museo conserva / versiones únicas / de una devastación imaginada / mundos posibles y extintos;/ me retiro sin mis sombras / sacudiendo plumas y escamas / de esos múltiples reflejos carnales”, se lee en el poema ”Museo Surrealista, museo pagano”.
En consonancia con este poema, el último, Robles se pregunta: ¿Qué está dentro del museo y qué no? ¿Cuál es el museo y cuál el mundo? Y argumenta: “Me atrajo lo desmesurado, lo barroco, los excesos. Me parece que esas características muestran el desorden que tenemos sobre el conocimiento del mundo. Por otra parte, algo muy interesante es la ficción que propone el Rocsen sobre la humanidad, su relato pretende abarcar todos los tiempos y todas las épocas, y tiene un encanto que roza la locura”.
–En ninguno de los textos ni tampoco en los elementos paratextuales hay menciones a ese museo.
–No mencionar el museo fue la última decisión que tomé porque estuve dando vueltas sobre ese tema. Creo que el libro condensa ciertas experiencias con el conocimiento, lo enciclopédico y muy especialmente con la mirada, o el ojo que se mueve entre todas esas manifestaciones objetuales de la materia, pero no es necesario anudarlo a un espacio particular. La experiencia de escritura surgida de la visita al museo y de las fotografías se acopló al devenir de mi poesía, y no a la experiencia museológica o antropológica que ofrece el museo. El libro habla además de una figura interior, de un viaje al reino de la invención, de la permanencia del mundo sin nosotros, de los restos de una humanidad que se reinventa, se copia y fracasa en cada intento.
El acto de planchar
Mientras que en “Tres mujeres planchadoras” es la acción de planchar la que traza un hilo invisible