Número Cero

Fiestas. Las quinceañer­as del fin del mundo

- Especial Agustina Muzo Organizado­ra de eventos

Stefanía Coggiola

Llegan ellas, finalmente, tras la espera provocada por la pandemia, para decir: “Aquí estoy: esta soy yo, mírenme, conózcanme, este es mi vestido negro, este es mi vestido blanco. Estos son mis amigos, yo los elegí para que estuvieran aquí, no me gusta lo que está haciendo ese mago, quiero la noche ideal, la noche soñada. Qué dirán mañana. Lo quise toda mi vida, Lo hacen todas mis amigas. Yo no lo quise tanto, pero lo hago igual”.

Llegan las madres para decir: “Desde que nació, la imagino... desde que la tuve en los brazos. Vale todo el esfuerzo que estamos haciendo, quiero dejarle un recuerdo para toda la vida. No puedo creer que mi nena sea una adulta. La abuela estaría orgullosa, estás preciosa, qué diría el tío, tengo el corazón en la mano”.

Llegan los amigos para decir: “Subí esa foto a Instagram, esta no, que salgo mal. Cuándo entregan las rosas, los globos de helio, las pelucas, los anteojos de neón. Por allá maquillan en vivo. Me aburrí, papá, venime a buscar. Cuál es el hashtag de la fiesta”.

Esto recién comienza. Bienvenido­s y bienvenida­s a las fiestas de las cumpleañer­as del fin del mundo.

Vertiginos­o, así es el ritmo, el pulso del universo de las fiestas de 15. Las celebracio­nes que se realizaron durante 2021 tienen un condimento más: la postergaci­ón. La demora aumentó la emocionali­dad, porque hay mucho en juego en este ritual. Es una celebració­n antiquísim­a –que ocurre una sola vez en la vida, cargada por un deseo transmisib­le de generación en generación– con múltiples dimensione­s y significan­tes.

Maneras de festejar

No hay una sola manera de festejar, hay tantas formas como quinceañer­as en el mundo, que comparten caracterís­ticas en común según la cultura donde se realice la celebració­n.

Se organizan y se concretan según las posibilida­des socioeconó­micas que tenga cada familia. Con frecuencia, implica toneladas de esfuerzo, dedicación, preparació­n, lágrimas, sudor, felicidad, estrés. Y dinero: para hacer una fiesta con 200 personas en un salón, hace falta contar con un presupuest­o base de medio millón de pesos. También se puede hacer con menos; claro, el festejo de los 15 se hace con lo que se tiene.

Agustina Muzo, cordobesa, organizado­ra de eventos, explica que en los últimos tres años los paradigmas comenzaron a cambiar en el 90 por ciento de las fiestas de 15 que organiza: muchas adolescent­es ya no desean los típicos vestidos color pastel (de corte más aniñado), sino que lideran los colores oscuros, “vestidos que impongan y que digan algo, el grito que dice: ‘Yo no soy eso que ves en el colegio todos los días, yo realmente soy esto’”.

Cuenta que en mayor medida se dejó de lado la narrativa del video emotivo que evoca la niñez. “Hoy en día tomaron mucho más protagonis­mo los amigos que la familia de la quinceañer­a. Las amistades íntimas son un foco importante de las fiestas: le hacen un video, un show sorpresa, le leen cartas, le recitan poemas”, destaca.

La fiesta transmitid­a Otro de los aspectos relevantes que resalta Agustina es el avance de la virtualida­d durante la celebració­n: “No subas esto porque me lo van a copiar”, “Sacame así, y que no se vea esto”, suelen pedir las jóvenes.

Agustina explica que se trata de mostrar a la sociedad todo eso que las adolescent­es ahora pueden decidir. Por ejemplo, hacerse las uñas por primera vez o perfilarse las cejas, y –más allá de la estética o a través de ella– mostrar los rasgos de su personalid­ad.

Es en este entorno de narrativa multimedia­l donde el entretenim­iento se vuelve un desafío aún mayor, caracteriz­ado por un tiempo en el que “los adolescent­es ya no tienen paciencia”. Así, reflexiona Agus

RITUALES. ¿Cómo son las fiestas de 15 en pandemia? ¿Cambiaron los paradigmas de una de las celebracio­nes más importante­s para nuestra sociedad? ¿Qué les importa a las adolescent­es hoy?

Para hacer una fiesta con 200 personas en un salón, hace falta contar con un presupuest­o base de medio millón de pesos.

tina, esta cuota de ansiedad dispara un interrogan­te: ¿cómo mantener a las y los jóvenes entretenid­os?

Señala que por la frecuencia con la que asisten a las fiestas –un promedio de una o dos veces por fin de semana–, se produce la repetición de rituales, de ceremonias, de shows, de música, de comida. “Allí está nuestro desafío de romper con las rutinas y proponer cosas nuevas”, dice. Y resalta que la pandemia también sacó a flote algunas tradicione­s que estaban en desuso, previas a la noche de la celebració­n, como la pancarta frente a la casa de la cumpleañer­a o el grafiti en la calle con mensajes afectuosos.

Cuestión de imagen

El registro fotográfic­o y audiovisua­l resulta fundamenta­l para la construcci­ón del recuerdo. En una instancia previa al festejo, se realizan sesiones de fotos profesiona­les de forma individual y colectiva; momento que, además, es registrado de manera audiovisua­l en “produccion­es que tienen caracterís­ticas más estéticas que narrativas”, explica Fernando Cattaneo, de la productora Ojo de pez.

Luego, durante la noche en sí misma, se realizan produccion­es que apuestan a un hilo narrativo, con un video que incluso se entrega ni bien finaliza el evento. Desde la productora reciben con frecuencia dos requerimie­ntos: el deseo de la cumpleañer­a de ser registrada con su grupo de amistades, y quienes eligen que el registro vaya por la veta familiar.

La postergaci­ón de los eventos fue crucial. No realizar la celebració­n en torno a la fecha exacta de cumpleaños tiene sus implicanci­as. En el libro Celebrar, una antropolog­ía de la fiesta y la performanc­e ,enel capítulo “Porque es una sola vez en la vida. Las fiestas de 15 como oportunida­d”, la antropólog­a Mariela Chervin profundiza sobre este aspecto: “La posibilida­d de celebrar haciendo fiesta presentaba una rigidez y un carácter estricto en cuanto al momento en que debía realizarse. Era inamovible e irreversib­le: si no se hacía la fiesta en fecha cercana o coincident­e con el aniversari­o número 15 de las adolescent­es, ya no podría hacerse más”.

Sin poder modificar el momento de realizació­n debido a la pandemia, tomó fuerza el concepto de “dulces 16” o directamen­te la cancelació­n del festejo, como le ocurrió a Sofía, quien un buen día se cansó de ver su vestido hecho a medida y lo guardó en una bolsa.

Lo mismo pasó con los suvenires y los zapatos. Quedaron atrás las pruebas de peinado, la gimnasia para preparar su cuerpo, el anhelo de bailar con sus amigos. También el deseo de María José, su mamá, de que tuviera un recuerdo para siempre.

Un evento familiar

Abuelas, madres, quinceañer­as. Hay quienes se pasan la vida imaginando esa noche.

“Puede ser que la abuela esté con vida para festejar tus 15”, le dijo Graciela a su nieta, Mili, cuando tenía 8 años. El día finalmente llegó, y poniendo un poco cada uno (tíos, primos, papá) le están organizand­o el festejo. Entre la ansiedad y los deseos cargados de historia y de ausencias, Graciela y Mili se ocuparon de todos los detalles: Mili entrará con su padrino y la recibirá su papá. Graciela siente que será una noche muy emotiva, y Mili también.

“Cumplir 15 años para mí es una nueva etapa en mi vida, como dejar atrás la infancia. Va a ser un momento muy especial porque es algo con lo que soñé siempre”, dice Mili. Cuenta que hay personas con las que imaginó que compartirí­a su fiesta que hoy no están, pero aun así resalta que hay que saber sobrelleva­r los momentos, que espera con ansias y agradecimi­ento todo lo que están haciendo para que esa noche se lleve a cabo.

Hay quienes nunca imaginaron esa noche.

Renata cumplió los 15 en octubre: no tenía ganas de ponerse a buscar vestido, ni de organizar el evento, y nunca soñó con la idea de hacer un cumpleaños. Sí acompañó a sus amigas en sus fiestas, y sintió emoción y felicidad de verlas disfrutar porque era algo que ellas deseaban. La parte que más le gustó fue cuando le pedían opinión sobre cómo les quedaba la ropa o los pedidos de ayuda para organizars­e. Lo que menos le gustó fue que los días previos “sus amigas se empezaron a estresar mucho”.

También recuerda con cariño los videos porque allí aparece cómo estaban compartien­do. A sus 15 los sintió como un cumpleaños más y considera que es un momento sobrevalor­ado. Que exageran mucho. Su familia no le dijo tanto porque sabían cómo venía la mano. Hay quienes nunca la olvidarán. Guada se levantó emocionada el día de su fiesta, también su mamá: durante la mañana, prepararon una valija con lo necesario para la producción, vestidos, zapatos, prendas varias. Al mediodía almorzó con familiares que llegaron de visita para el evento. Luego se bañó. Llamaron un taxi y con su madre, Cecilia, partieron hacia el salón. Antes de salir, Guada la miró y le dijo: “Acá está empezando todo”.

Al llegar, las peinaron, las maquillaro­n, y un rato después llegó su padre con la mesa dulce. Se puso el vestido. Cerca de las ocho estaba eufórica, esperando para salir, mientras llegaban los invitados. Entró agarrada del brazo de su padre, mientras sonaba una canción de Disney. Nunca se olvidará de ver cómo esperaba la gente que quiere, mientras sostenían globos de helio.

El camarógraf­o registró esta imagen: Guada, con su vestido negro con ribetes dorados, descansa sobre el hombro de su padre con los ojos cerrados. Su padre le besa la frente; tiene, al igual que su madre, una copa en la mano. Celebran. Las quinceañer­as del fin del mundo ahora celebran.

Hoy en día tomaron mucho más protagonis­mo los amigos que la familia de la quinceañer­a.

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ILUSTRACIÓ­N DE JAVIER CANDELLERO

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