Hugo Alconada Mon “Una vez preparé 750 preguntas para Woody Allen”
ENTREVISTA. El periodista acaba de publicar “Pausa 2”, un libro de entrevistas con figuras mundiales de la economía, la ciencia, la filosofía y la ecología, entre otras. Explica cómo prepara sus notas.
Cuenta Hugo Alconada Mon que en su casa tiene una gran biblioteca. Que casi no ve televisión. Y que ya está preparando entrevistas que piensa realizar en enero. Preguntar, escuchar y escribir esos diálogos son parte del trabajo que ha llevado adelante toda su vida. Pero, con la irrupción de la pandemia, se abrió un hueco temporal inesperado que le dio más tiempo a él y a muchos grandes personajes del planeta.
Alconada vio que el Covid obligaría a la gente a quedarse más en su casa. Y pensó en establecer diálogos sobre el presente y el futuro. Esos diálogos fueron publicados en
La Nación y luego recopilados en
Pausa 2 (editorial Planeta).
–En la introducción escribiste que las entrevistas fueron “clases particulares”, ¿armaste la lista a partir de esa idea, o fue algo más periodístico?
–El listado comienza fruto de una necesidad periodística. El año pasado, cuando se decreta la cuarentena, todo el mundo encerrado, con contagios en el diario La Nación. Nos mandan a casa y había que seguir produciendo. Ahí se me ocurrió, y se lo propuse a mis jefes en la Redacción, como hipótesis de trabajo, que así como nosotros íbamos a estar encerrados, probablemente muchas grandes figuras globales también lo estuvieran. En tiempos normales sus agendas serían una locura pero en estos tiempos especiales, acaso tuvieran un hueco. Ahí es donde armo un listado, en el que se mezclaron dos ejes: el primero fue los Premio Nobel de economía, historia, literatura, de la paz; los ganadores de los premios Príncipe de Asturias; las 100 figuras de la revista Time; los listados de la revista Foreign Policy .Yporel otro lado, a mí me gusta mucho leer. Tengo una biblioteca en casa que debe estar superando los dos mil libros. Entonces, empecé a repasar con el dedo, uno por uno, cada uno de los autores que me interesaban. A partir de ahí hice un listado, que tengo en un Word y supera largamente los 400 nombres. Después, empecé a pedir las entrevistas. Lógicamente, contactás a una persona que te lleva a otra, hasta que llegás a la última puerta. Me pasó, como le pasa a la inmensa mayoría de los periodistas, que reboté muchas veces. Claro que el lector después se entera de la que sale bien, la que se publicó.
Armar una entrevista
–Se nota que ha leído notas, visto videos. ¿Tiene alguna táctica, mencionar algún dato, para que el entrevistado sepa que lo conoce?
–Me gusta mucho leer. Prácticamente no veo televisión. Liquido casi un libro por semana y además me preparo, por una cuestión de respeto hacia los entrevistados. Me preparo un listado que, dependiendo del tema, pueden tener pocas o muchas repreguntas. En los primeros tres minutos, en los cuales vas rompiendo el hielo, le dejo claro mi objetivo en la entrevista, explico que me preparé y que tengo las preguntas, que a veces son dos o tres páginas. Naturalmente, eso es halagador para el ego del otro y se predispone mejor.
–Cuenta detalles que hacen al personaje. Como con Greta Thunberg, cuando le pregunta qué está haciendo y ella responde: “Tejiendo”. ¿Lo ha ido incorporando con el tiempo o siempre lo hizo?
–Lo fui incorporando. Antes hacía la entrevista más dura, tradicional.
Una introducción, remarcando los comentarios principales de la entrevista, y después pregunta y respuesta. Pero me dio la sensación que eso dejaba afuera mucho de aquello que después, cuando te juntás con tus amigos, aparece como duda. Lo que te piden, muchas veces, es que semblantees al entrevistado. Me pareció mucho más interesante, en ocasiones, el tratar de responder eso de
“qué te pareció Greta Thunberg”. Con uno de esos detalles mostrás cómo es su característica o su momento personal.
–¿Cuándo pregunta sobre esos detalles, cree que se genera un clima de más cercanía?
–En ocasiones, sí. Me pasó con Greta. Pongamos en contexto. Ella tenía 17, estaba a punto de cumplir 18. Yo publico la nota cuando cumple 18. Pero yo tengo 47. En el abordaje, no podía sacarme de la cabeza que tenía la edad de mi hijo. Segundo, yo ya sabía que ella tenía Asperger. A su vez, mi mujer es psicóloga de niños y adolescentes. Por eso, antes de la entrevista, tomé un café con mi mujer y le pedí que me contara un par de aproximaciones, que me diera un par de sugerencias para abordar a la persona. En la nota, el punto bisagra no fue cuando le pregunto qué estaba haciendo, que es cuando me responde que estaba tejiendo, sino cuando empezó a ladrar su perro. Ella se pone muy nerviosa y poné el mute. Y me doy cuenta que les reclama algo a los padres. Cuando vuelve a mirarme y conecta el micrófono, le digo: “Tranquila, yo también tengo un perro”, y se lo muestro. Ahí la entrevista entró en otra dinámica. Pero, en otros casos, por personalidad o el contexto se da menos. Como con la de Steven Levistky. Tuvo la gentileza de darme la nota, pero por el otro estaba esperando que terminara rápido, porque estaba agotado.
–¿Le dejaron una sensación más de optimismo que de pesimismo las entrevistas sobre el aprendizaje que puede dejar la pandemia?
–La idea con este libro era no ofrecer una conclusión mágica, en donde todos coincidieran. Es al revés. La idea era jugar con duetos. Uno piensa de este modo, y otro no. Este aborda un eje así y el otro aborda el mismo eje de otra manera. Para que entre todos los entrevistados te pudieran ofrecer, si querés, una idea de mosaico. Una visión más panorámica en la que no hay respuestas fáciles, ni unívocas, sino que pudiéramos ir tomando pedacitos de cada uno. Incluso, tener una idea de tesis y antítesis. Por ejemplo, lo que pasó con Ángeles Mastretta. Septuagenaria. Ella me dijo: “Yo tengo miedo, miedo a morirme. Y me cuesta volver a salir a la calle”. Y por otro lado, el francés André Comte-Sponville, también septuagenario, que te dice: “Yo ya viví. Estoy en tiempo de descuento. Tengo que salir a la calle porque me voy a morir igual. Si me muero, que sea viviendo”. Misma edad, mismo desafío y distinto abordaje. Algún lector se puede identificar más con Ángeles y otro, con André. A vos te debe pasar con tu papá...
Con Woody Allen
“La vez más me pasé de rosca fue con Woody Allen, que no fue para esta serie de entrevistas, sino que era corresponsal en Estados Unidos”, cuenta Alconada Mon.
Y detalla: “Me preparé durante todo un fin de semana. Me puse a ver sus películas, leí entrevistas y demás... y había preparado 750 preguntas, dividas en tres bloques temáticos. Sabía que él tenía una personalidad muy especial que, por ahí, te decía que de tal tema no quería hablar. De un plumazo tenía que descartar 150 preguntas. Bueno, cuando le muestro las preguntas, se puso blanco... Le expliqué que era por índice temático y por si me decía que de tal tema no quería hablar. Entonces se empezó a reír a carcajadas y dijo: ‘Bueno, listo. Vamos’. Ya se predispuso muy distinto, muy buena onda”.