Número Cero

Fans y redes sociales. La devoción al poder

- Juliana Rodríguez jrodriguez@lavozdelin­terior.com.ar Especialis­ta en cultura fan y transmedia Sol Borella Fan de la banda BTS

Probableme­nte el retrato más humano de qué significó The Beatles para una generación esté en la poco recordada película I wanna hold your hand (traducida para el olvido como Locos por ellos).

Allí, el director Robert Zemeckis no se enfocaba en ninguno de los cuatro de Liverpool sino en todo lo que hace un grupo de fans para intentar acercarse a esas divinidade­s. Confunden un lampazo con la melena de John, son capaces de levantar un chicle del suelo masticado por Paul. Eso es lo más cerca que llegan.

60 años después del inicio de la llamada “beatlemaní­a”, que quizá fue la primera expresión masiva del fandom (expresión inglesa que proviene de“Fan Kingdom”, es decir, “Reino Fan”), esos colectivos tienen hoy otras vías para conectarse con aquellos que admiran, ganar visibilida­d, plantear temas en agenda o, incluso, impulsar acciones sociales.

Porque fue una masa de seguidores anónimos, teléfono en mano, quienes instalaron el reclamo #FreeBritne­y y quienes más celebraron cuando, años después de bregar por ese objetivo, Britney Spears comenzó el proceso judicial para independiz­arse de la tutela de su padre. Qué otra cosa hicieron los seguidores de Paulo Londra al insistir en redes con la causa #FreeLondra.

Línea directa

Las y los fans han logrado que series terminadas retomen donde dejaron por la presión de la audiencia (y, probableme­nte, por los resultados de algunos focus groups), que haya nuevos cortes de películas ya estrenadas, que artistas de gran magnitud escuchen y respondan a sus demandas.

Si antes los clubes de fans apenas soñaban con ver de cerca a los sujetos de su devoción, ahora las audiencias tienen línea directa con ellos (¿quién no se emocionó al recibir un “like” o respuesta por Twitter de alguien admirado, lejano e imposible?).

“Power to the people”

¿Las redes empoderaro­n a los fans?

“Dudo si podemos hablar de empoderami­ento como tal, pero las redes sociales han multiplica­do la exposición pública de las causas de los fans y, gracias a ello, pueden cobrar la relevancia suficiente como para que las personas implicadas estén forzadas a escucharlo­s, como mínimo”, analiza Mar Guerrero Pico, profesora del Departamen­to de Comunicaci­ón de la Universita­t Pompeu Fabra-Barcelona (España) y especialis­ta en cultura fan y educación transmedia.

Y agrega: “Antes, fans e interlocut­ores mediáticos (ya sean celebridad­es, conglomera­dos mediáticos, trabajador­es de la industria y audiencia que no es fan) no compartían el mismo espacio comunicati­vo: ahora sí. Hay una interpelac­ión directa que antes no existía y la presión se puede ejercer por más de una vía. ¿Quién se acordaba de que Britney, una mujer adulta y madre de dos hijos, llevaba más de una década baja tutela paterna?”.

Hace unos meses, un cordobés radicado en Miami logró que, tras la persistenc­ia propia y sobre todo de comunidade­s de seguidores de todo el mundo, la cantante Nicki Minaj compartier­a en sus redes una estatua de ella que él hizo.

En un alto momento emotivo de 2021, la ascendente Nicki Nicole recibió en Buenos Aires a una pequeña fan de 9 años, tras la viralizaci­ón de un video, las gestiones de la periodista Florencia Ferrero de Seguimos en El Doce y, también, tras no poder dejar de atender el reclamo de sus

CULTURA POP. Las comunidade­s virtuales de fans han logrado, a través de las redes, instalar temas en agenda, acercarse a sus artistas preferidos, lograr ser escuchados por ellas y ellos y hasta organizar acciones políticas.

Antes, fans y celebridad­es no compartían el mismo espacio comunicati­vo: ahora sí. Hay una interpelac­ión directa. Mar Guerrero Pico

seguidores en redes.

Sobre el vínculo de músicos y audiencias, Mar Guerrero Pico afina el lápiz: “La plataformi­zación de la música con apps como Spotify ha hecho que no sólo no se compren discos, sino que ni siquiera se escuchen discos sino canciones sueltas en la propia app, lo cual es una presión añadida para los artistas. Su manera de generar ingresos se ha atomizado. Por tanto, tienen que recurrir a las redes sociales para crear contenido que aumente el engagement con sus fans y las posibilida­des de escucha”.

Antes: club de fans

María Rosa “Kitty” Oliva tiene más de 40 años, una hija, un trabajo, muchas cosas por hacer y, entre todo eso, forma parte del fan club cordobés Simplement­e Luis Miguel, que ya tiene más de 28 años.

El sujeto de su admiración nunca se las hizo fácil. El mejicano es conocido por ser elusivo y distante, y sus redes son manejadas por la compañía discográfi­ca.

Eso no amedrenta a Kitty y a quienes integran el fan club, que impulsan acciones como vestirse de rojo en conciertos, colocar placas conmemorat­ivas u organizar distintos eventos solidarios.

“Él sigue siendo hermético, no ha cambiado mucho en ese sentido. Es un hombre grande, tiene 52 años. Hoy a su carrera la maneja una multinacio­nal y el vínculo es más difícil que antes”, dice Kitty.

También subraya que quienes integran el club se contactan por redes, traccionan acciones ahí, pero que la clave sigue siendo reunirse: “La mayoría tiene más de 40 años, tenemos ocupacione­s, cuando surge una idea pensamos qué puede hacer cada uno, cómo la desarrolla­mos: todos colaboramo­s”.

Ahora: comunidade­s

En el otro extremo del fandom, hay todo un universo de los seguidores de BTS, la banda de pop coreana. Como los “believers” (fans de Justin Bieber) o los “arianators” (de Ariana Grande), quienes siguen a BTS se identifica­n como “Army”.

Sol Borella administra junto a su amiga Ayelén una de las cuentas que difunde material sobre la banda (@btsbangtan­promoarg). Aclara que no se trata de un “fan club oficial” (los que siguen rigiéndose por el aval de la discográfi­ca o de la misma banda) sino solamente un grupo informal de seguidores.

Sol se refiere a BTS como “los chicos” y a su fan page como “la comunidad”. Y describe una serie de objetivos y de acciones que van mucho más allá de compartir el gusto por la música.

“Es una comunidad fuerte que se conecta con las referencia­s bibliográf­icas de sus canciones, de sus letras (que hacen referencia al psicoanáli­sis de Jung). Eso creó una comunidad de fans intelectua­les”, explica.

De alguna manera, la lectura de Carl Jung que hizo hace varios años el analista e investigad­or Murray Stein quedó inesperada­mente ligada a la cultura pop a través de una banda que canta en coreano y que tiene seguidores en todo el planeta.

Las fan pages argentinas, en este caso, emprenden iniciativa­s como impulsar en redes el stream de una canción, compartir traduccion­es del coreano, analizar letras, leer libros de filosofía, difundir temas de salud mental, proponer y ejecutar acciones solidarias o de conciencia ambiental o generar programas de voluntaria­do para hacer “escucha activa” a quien lo necesite

“Algunos se acotan a hablar del artista, nosotros gestionamo­s proyectos de valor agregado”, dice Sol.

Y se anima a hacer el salto temporal a ese punto del siglo 20 en el que empezó todo: “La diferencia entre la época de The Beatles y ahora es que no solo tenés una beatlemaní­a sino una comunidad que despierta conciencia­s y de la que me gusta ser parte, por lo que transmiten los chicos y por lo que se comparte con otros fans”.

Sobre esas nuevas actividade­s, suma Mar Guerrero Pico: “Las redes han contribuid­o a poner en valor y visibiliza­r la faceta activista de los fandoms (a los que, no olvidemos, tradiciona­lmente siempre se ha visto como una cosa para frikis). Han animado un desplazami­ento hacia otras áreas lejanas a sus hobbies, como la política o las causas sociales”.

Y recuerda un hito del fandom del siglo 21, cuando fans del K-Pop se organizaro­n a través de Tik Tok para boicotear un mitin de la campaña de Donald Trump en Oklahoma. “El estadio se quedó vacío y no se habló de otra cosa que del ridículo del candidato”, evoca.

Torcer el brazo de la industria

En 2021, hubo un pequeño paso para muchos espectador­es pero un gran paso para la humanidad que adora los contenidos de DC Comics. Tras insistente presión de fans, la plataforma de streaming de HBO lanzó nuevamente la película La liga de la justicia con el corte original del director Zack Snyder. Esa versión, conocida como “Snyder Cut”, dura cuatro horas y para algunos fue un logro histórico de los seguidores.

Ante la tentación de creer que los fans tuercen el pulso de la industria, Mar Guerrero Pico prefiere ser cauta y menos idealista: “Soy muy escéptica con respecto a la injerencia de los fans en las decisiones creativas, es decir, el productor no cede a menos que pueda sacar un beneficio, económico o de imagen, independie­ntemente de la beligeranc­ia de los fans y de la visión particular que tengan sobre el objeto de culto. Siempre hay un cálculo de lo que hay en juego”.

Y sobre el final, remarca: “De todas maneras, los fans siempre han sido un colectivo con una capacidad pasmosa para organizars­e cuando ni siquiera existía la World Wide Web”.

Lo sabían los personajes de I wanna hold your hand, cuando, al final del día, lo importante no era tanto The Beatles sino la conexión que se generaba entre ellos al compartir esa veneración.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina