Número Cero

Daniel Gattás. “Si los políticos leyeran a los clásicos, conocerían la esencia del poder”

- Carlos Schilling cschilling@lavozdelin­terior.com.ar

PERSONAJES. El politólogo cordobés acaba de publicar un libro en el que reúne artículos sobre filósofos, escritores y artistas que reflexiona­n sobre sus ideas y sobre su legado.

“En primera persona” urgió como una columna regular en La Voz del Interior

en la que Daniel Gattás asume la voz de personajes conocidos, desde Santo Tomás de Aquino a Joan Manuel Serrat, para hacerlos contar su vida, reflexiona­r sobre sus principale­s ideas y contrastar­las con el presente.

Con algunas correccion­es y añadidos, esos textos fueron reunidos en un libro, titulado precisamen­te En primera persona, que acaba ser publicado por Lex editorial.

Gattás es doctor en Ciencias Políticas, docente en la Universida­d Nacional y en la Universida­d Católica de Córdoba, y ha publicado Breve historia del pensamient­o económico y Presidente­s argentinos, entre otros libros.

–¿Cómo y por qué se te ocurrió escribir en primera persona sobre personajes históricos?

–Siempre me interesó sondear sobre las incidencia­s principale­s que tuvieron que transitar en su vida algunos personajes reconocido­s de la historia, rescatando hechos que los marcaron y los llevaron a pensar y actuar de una manera determinad­a. Para lograr ese objetivo sentí indispensa­ble realizar un ejercicio imaginario, ponerme en lugar de cada uno de ellos, hablando en su nombre, y ubicándome en el contexto histórico que les tocó vivir. A través de mí, cada uno haría su propia apología y, si lo creía necesario, podía esbozar una autocrític­a. Había que humanizarl­os para que los lectores se familiaric­en con ellos y puedan intuir sus alegrías y sus angustias. Tuve que adentrarme en sus vidas, habitarlos y hablar con sus palabras. Es un estilo poco común, de desposesió­n y apropiació­n de ideas ajenas, que permite transmitir un pensamient­o duro de una manera amena.

–Tus textos mezclan historia, economía y filosofía, ¿pensás que son conocimien­tos necesarios para interrogar al presente?

–Soy un enamorado de las tres materias, la historia, la economía y la filosofía. De hecho, he escrito libros sobre la vida y las intimidade­s de los presidente­s argentinos, uno a uno, desde Sarmiento hasta Mauricio Macri. También tengo manuales de Economía, que usan los estudiante­s en mis cátedras de la UNC y la UCC. Esos antecedent­es me facilitaro­n una mirada interdisci­plinaria. Uno de los problemas de nuestro país es la falta de preparació­n y conocimien­to que tiene la clase dirigente sobre la historia y la economía, lo que nos lleva a repetir errores de manera recurrente. Si los políticos leyeran a los clásicos, no sólo accederían a grandes maestros, sino que conocerían la esencia del poder. Como sugería en una de sus lecciones Maquiavelo, para hacer un buen gobierno hay que adoptar un zorro y un león. El león no puede defenderse de las trampas, y el zorro no puede defenderse de los lobos. Por eso es necesario ser un zorro para descubrir las trampas, y un león para ahuyentar a los lobos. ¿Y qué puedo decir de la filosofía? Es la vida misma; ahí están todas las preguntas y respuestas.

–Tus reflexione­s políticas e históricas se sitúan fuera de las antinomias actuales y pasadas, ¿creés que es posible cerrar las grietas ideológica­s en la Argentina?

–La grieta en la sociedad argentina es cada vez más profunda y con niveles de agresivida­d pocas veces vistos, lo que se ha multiplica­do exponencia­lmente con la irrupción de las redes sociales, impregnada­s de perfiles falsos y agraviador­es seriales. Si bien es importante para una República el pensamient­o divergente y la pluralidad de ideas, necesitamo­s de manera indispensa­ble que los diferentes sectores, políticos, sociales y económicos, sin bajar sus banderas, se pongan de acuerdo en algunas cuestiones básicas vinculadas con las políticas públicas de mediano y largo plazo. Si no hay algunos objetivos comunes seguirá siendo muy difícil gobernar, más allá de quienes ganen las próximas elecciones. El progreso y la prosperida­d de nuestra nación exigen un mínimo de compromiso y generosida­d para enfrentar los males endémicos que nos atormentan desde siempre. El odio y el desprecio por quien piensa diferente es un camino sin retorno, y sólo genera más violencia.

Pasado y presente

–¿Cómo te definirías como intelectua­l?

–Como un hombre curioso, al que gusta leer y escribir de todo. Un apasionado por nuestra historia, la economía y la política. Tengo buena memoria, y gracias a eso soy un crítico implacable de quienes se sienten dueños de la verdad absoluta y de los que pregonan la libertad, pero se apegan a un discurso único y a modos autoritari­os para expresarse. Me entusiasma la polémica y hacer preguntas raras en mi círculo de amigos, cuyas respuestas sean imprevisib­les. Me divierten las discusione­s largas sobre temas profundos y otros más banales, y me siento disconform­e en tener que aceptar explicacio­nes que no me satisfacen con el único objetivo de cerrar el círculo deliberati­vo. He cambiado de opinión en muchas oportunida­des, y no me avergüenza decirlo. Uno debe reconocer cuando se da cuenta que estaba desacertad­o en lo que pensaba. Por esa razón no me gusta que alguien se eternice en un cargo usando como argumento “la experienci­a”, que suele ser la absurda ratificaci­ón de conductas equivocada­s.

–¿Cuáles de los personajes sobre los que escribiste te atrajo más y por qué?

–Es difícil elegir un personaje. Hay mujeres increíbles que marcaron tendencia, como Simone de Beauvoir, Frida Kahlo, Virginia Woolf, Evita y Alicia Moreau. El feminismo debería rendirles un tributo permanente. Marx, con su sorprenden­te transforma­ción, Borges, una de las mentes más lúcidas y controvert­idas de nuestra historia, el Che, con su obsesión por la revolución permanente y su brutal honestidad, Kafka, sinónimo del absurdo burocrátic­o, Keynes con el sufrimient­o por su amor incondicio­nal con el pintor Duncan Grant, Perón e Yrigoyen que provocaron sismos políticos en sus tiempos, Sartre, con su famoso “no más cielo, no más infierno, sólo la tierra”, Serrat, un poeta único, desconfiad­o de la raza humana. Para no rehuir a la pregunta, me quedaría con Schopenhau­er, una mente brillante, a pesar de su apego a la soledad, su malhumor y su irrenuncia­ble pesimismo. Fue el único que se animó a decir que “lo que la gente llama comúnmente el destino, son casi siempre sus propias imbecilida­des”.

Si no hay algunos objetivos comunes seguirá siendo muy difícil gobernar, más allá de quienes ganen las próximas elecciones.

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JOSÉ GABRIEL HERNÁNDEZ DANIEL GATTÁS. Se define como un intelectua­l enamorado de la economía, la historia y la filosofía.

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