Colores. Muchos azules para una palabra
LECTURAS. El reinado del color azul parece invadirlo todo: el dólar, los jeans, las conexiones inalámbricas, las remeras de clubes populares y un período pictórico de Picasso.
“Porque este amor es azul como el mar”, canta Cristian Castro en el estribillo pop latino más conocido sobre el color en cuestión, luchando con la hegemonía del color rojo en la representación de la pasión amorosa y ejerciendo de manera diestra el arte de la comparación obvia. Unos meses antes, lejos de las playas mejicanas, Coldplay sacaba su primer videoclip, filmado cerca del mar, pero que en lugar de Azul se llama Amarillo y fue un hit directo al corazón de la industria.
Así que de una u otra manera, el azul musical está por todas partes: desde nombres de bandas a nombres de discos, a nombres de temas, a referencias azules con mar de fondo; desde Blue Savannah, de Erasure, uno de los primeros videoclips teñidos de azul; al azul animado de J. Balvin, pasando por el lunes azul de New Order al azul de Eifell 65. “Tengo una casa azul / con una ventana azul / azul es color que visto”, dice la canción, confirmando el reinado del azul, ese color líquido, que parece invadirlo todo: el dólar, los jeans, las conexiones inalámbricas, las remeras de clubes populares, el color de la remera de la selección en su partido más icónico, un periodo de Picasso y la trágica agonía del pájaro azul.
El azul incluso conquista su reino en al animé, llegando a la cúspide con esos raros peinados azules, con la paleta de colores de la serie Ergo*
Proxy y, enfáticamente, con la película Azul perfecto, que cuenta la historia del ocaso de una estrella pop.
Azul es, en ciertas culturas, el color de la tristeza profunda; en otras, es el color de la pureza. Azul es, para nosotros, el color del verano, de las piscinas y de las piletas Pelopincho.
Piscinas
Krzysztof Kieślowski, fanático de las trilogías, cuenta en la película Bleu la historia de una mujer que atraviesa un duelo y que pasa largas horas nadando sola en una piscina. El protagonista del cuento más icónico de Cheever es un hombre al que, entre trago y trago, se le ocurre la idea de atravesar todo su barrio nadando las piletas de los vecinos mientras el tiempo pasa a una velocidad imperceptiblemente dolorosa.
Así que en el barrio azul imaginario están la protagonista de Azul perfecto, el personaje del cuento de Cheever, la Juliette Binoche de Bleu,
el astronauta errante de la canción de David Bowie y también el personaje de la canción Profundo azul, de Arcade Fire, alguien que se da cuenta que su época ya se está acabando y que está irremisiblemente fuera de sintonía: “Voy a dejar que el siglo me pase por el costado / parado en la noche oscura / el mañana no significa nada”, canta, con nostalgia.
En Bluets, Maggie Nelson le dedica sus páginas fragmentarias al azul, llenando ese ensayo lírico de referencias azuladas, de soledad, de sexo y de la amistad con una amiga en desgracia. Compañera de territorio y de lengua, Rebecca Solnit le dedica un par de capítulos al azul en su ensayo lírico Sobre el arte de perderse: “Desde hace muchos años me conmueve ese azul en el extremo de lo visible, ese color de los horizontes, de las cordilleras remotas, de cualquier cosa situada en la lejanía”, escribe.
Es un azul y una relación con el azul muy distinta a la de Benjamin
Labatut, que en su extraordinaria Un verdor terrible cuenta la ominosa historia del azul de Prusia, un azul tóxico, letal, adictivo y demente.
Se dice que para las culturas esquimales existen muchas palabras (y variaciones) para lo que nosotros conocemos como “blanco”. Parece que en mundo global pasa exactamente lo mismo con el azul: tenemos muchos más azules de los que una palabra, una ola y una simple canción de amor pueden tocar.