Filosofía El espejo interior

Del Fedón de Platón a Soul de Pixar, el alma ha emprendido un paseo tan omnipresente como relegado en la cultura occidental, más motivo de arcaísmos religiosos, espiritualidad new age o versos azucarados que de legítimas indagaciones.

Escurridizo por naturaleza, el término encuentra un abordaje inesperadamente tenaz en Tener un alma, sorpresa desempolvada de 1938 de Étienne Souriau (1892-1979) que la editorial Cactus recupera con traducción de Sebastián Puente.

El autor volvió a la vida filosófica por iniciativa de los hoy centrales Isabelle Stengers y Bruno Latour, que retomaron del pensador francés su teoría sobre los modos de existencia (de su ya traducido Los diferentes modos de existencia, 2017).

Aquí Souriau cerca su ontología virtual en torno al tópico del título, dispuesto a conferirle al alma una caracterización precisa en su transparencia. Souriau subraya que el fin del libro es práctico, no metafísico: de ahí su algo desopilante tanteo catedrático, tan luminoso como excéntrico, plagado de ejemplos literarios que puntúan los postulados generales como si de un manual cognitivo se tratase.

Hablar de alma es hablar de riqueza interior, de reflejo en la mirada del otro, de construcción creativa, de existencia aún inexistente, de una perfección formal que exterioriza la espiritualidad del ser.

Souriau rescata la patuidad (“el signo del hecho”, según el olvidado Jules Delarue de Strada) para explicar esa presencia perfecta ligada en última instancia a la armonía musical, ese “eso” fluctuante que es asimismo el alma de toda filosofía.