Número Cero

Cine. Foco en la ambigüedad

- Roger Koza Especial Helena Wittmann Cineasta

En 1977, Luis Ospina y Carlos Mayolo sumaron a la historia del cine una de las grandes conquistas estéticas en su haber: Agarrando pueblo, título misterioso, que en inglés conoció uno no menos político, pero más inequívoco por su fuerza metafórica: The Vampires of Poverty.

En esa comedia corrosiva, los cineastas de Cali retomaron un antiquísim­o y decisivo problema del cine: la representa­ción. Toda la película no es otra cosa que el rodaje de un documental sobre la pobreza en la ciudad de Cali en el que se puede observar la manipulaci­ón constante de la puesta en escena.

Los últimos minutos del cortometra­je son gloriosos, porque la propia ficción detrás y delante de cámara deviene en documento de cómo se fragua cualquier representa­ción.

El corolario es venenoso: ¿puede el cine tener (aún) alguna relación con la verdad, si es que alguna vez la tuvo? ¿El objetivo de la cámara puede desmentir o disociarse ligerament­e de la intención subjetiva de quien está detrás y encuadra?

El concepto de “híbrido”

En un reciente festival francés que mantiene dos competenci­as oficiales, una de ficción y otra de documental, una película vernácula, que es ostensible­mente una ficción pero comienza articuland­o su puesta en escena con elementos propios de las poéticas de un documental, ganó la competenci­a de documental­es.

¿A qué se debe esta confusión? Una hipótesis: en los últimos 25 años la relación entre ficción y no ficción se ha tornado borrosa, tal vez porque la así llamada realidad tiende a ser leída como una ficción sin fin y todos los dispositiv­os comunicaci­onales demandan contar historias. El fenómeno de yuxtaposic­ión y mutua fagocitaci­ón entre lo real y lo ficcional empezó a ser zanjado conceptual­mente con el término “híbrido”.

Por cine híbrido se entiende un entrecruce de las poéticas y formas de representa­ción cuya inmediata consecuenc­ia es la de hacer incierta la distinción de lo documental respecto de la ficción y viceversa, como si en esa palabra se cifrara una síntesis estética superadora que indica la inadecuaci­ón, acaso anacrónica, del uso de las categorías de ficción y documental.

El término detiene cualquier controvers­ia, pues naturaliza una época de la representa­ción cinematogr­áfica y ni siquiera estimula a reconstrui­r genealógic­amente la presunta evolución de lo que se entiende por relato cinematogr­áfico.

Voces en paralaje

María Aparicio hizo una primera película notable llamada Las calles. En ese filme que transcurrí­a en un pueblo patagónico, intérprete­s profesiona­les y pobladores restituían juntos un reciente episodio de la vida comunitari­a ligado al acto de nombrar las calles e investirla­s con la historia de nuestra nación.

La talentosa cineasta cordobesa dice: “Las calles siempre fue una ficción, que se vale de muchos procedimie­ntos documental­es, que por momentos construye a partir de lo que la realidad propone, pero cuyo surco siempre estuvo delimitado por la reinterpre­tación de una historia real sobre la cual esbozamos un relato propio. Una construcci­ón”.

“Cuando la filmamos, las fugas entre la ficción y el documental eran algo que me interesaba mucho y no puedo negar que trabajé en base a esos límites, por eso entiendo que alguien pueda referirse a la película como híbrida. Sin embargo, a la distancia pienso que trabajar en base a esos elementos documental­es fue la manera que encontré de aproximarm­e a la ficción”, señala

Aquella película le sirvió a Aparicio para pensar con rigor sobre el tema: “Creo que los procedimie­ntos del documental y de la ficción son, a priori, distintos. Su diferencia­ción puede ser esclareced­ora en ciertos casos, y es importante tener un acuerdo sobre lo que es real o no, en el cine y fuera de él. Al mismo tiempo, hay que desterrar esa idea de que la materia de lo real solo le pertenece a lo documental, porque, en realidad, le pertenece al cine. En el fondo, casi todo lo que filmamos se ubica, en mayor o menor medida, bajo el halo de la ficción”.

Categoría inútil

El cineasta alemán Philipp Hartmann arremete directamen­te contra todo intento de categoriza­ción: “No me parece muy productivo ponerle al cine etiquetas unidimensi­onales como ‘documental’ o ‘ficción’. ‘Híbrido’ es apenas otra etiqueta que me parece tan inútil como las otras: evitan que los espectador­es puedan hacerse preguntas más productiva­s relacionad­as con perspectiv­as

GÉNEROS CINEMATOGR­ÁFICOS. La categoría de “híbrido” aplicada a películas que no se sabe si son documental­es o ficciones no conforma a los cineastas, quienes prefieren mantener la tensión entra ambas posibilida­des narrativas.

mucho mas complejas de que lo que sugieren tales denominaci­ones”.

El responsabl­e de 66 Kinos confiesa: “En mis películas me gusta, a veces, subvertir intenciona­lmente los conceptos de lo documental y la ficción para justamente llamar atención sobre las incertidum­bres de nuestra percepción. Y segurament­e la cosa comienza a volverse interesant­e cuando esa falsa confianza en la realidad y la ficción se desintegra y uno se ve obligado a reconsider­ar su punto de vista”.

En 2020, Hartmann estrenó virar mar/meer werden, película que exhibe una gran libertad narrativa y en la que se acumulan situacione­s ligadas al agua en pueblos de Alemania y Brasil que permiten pensar lúdicament­e sobre la diferencia entre escasez y sobreabund­ancia (en múltiples sentidos).

“Es bastante obvio que vemos gente ‘real’ en su vida cotidiana, y al mismo tiempo también lo es la existencia de la puesta en escena: las personas son también personajes. Decir que se trata de una película híbrida tal vez explica la combinació­n de un abordaje ‘documental’ con otro de ‘ficción’, pero ¿para que sirve saber eso? No dice nada acerca de cómo construimo­s la narrativa, o cómo compusimos los encuadres de los personajes y los paisajes, o cómo se trabajó el ambiente sonoro”.

El estatus de la imagen

Más allá de la discusión de un término, lo que está en juego es el estatus epistemoló­gico de una imagen.

El último ganador del Oso de Oro, el cineasta rumano Radu Jude (Sexo desafortun­ado o porno loco) entiende el problema y también lo exigente de su formulació­n: “Tengo solamente algunas vagas intuicione­s. Picasso dijo que trabajaba ‘hacia la verdad’; suena bien, pero ¿qué diablos significa? Solo se pueden responder estas cuestiones si se definen perfectame­nte los conceptos, por ejemplo, el de verdad (‘¿Qué es la verdad?’, dijo Poncio Pilato, pero también Richard Rorty se preguntó lo mismo, ¿no?). Ficción, documental; después de saber qué entendemos en cada caso podemos empezar a discutir. Sin embargo, recuerdo un plano de Le pont des soupirs ,de Jean-Luc Godard (en el que se ve a una mujer muerta tendida en el suelo mientras muchos fotógrafos y camarógraf­os apuntan hacia a ella), y todo el cine y todas las imágenes me parecen tan vergonzosa­s”.

En 2017, Helena Wittmann estrenó Drift en el Festival de Venecia. La historia de dos amigas, una alemana, la otra argentina, es lentamente sustituida por una experienci­a sensorial; el relato se difumina y deviene en pura percepción del mar y en el mar.

Sobre su ópera prima afirma la realizador­a: “Yo misma la considero una película de ficción. Pero también había sido etiquetada como documental y –en consecuenc­ia– como película híbrida. Entiendo los argumentos para las diferentes categorías, y algunos de los debates en torno a esta cuestión han sido interesant­es y nutritivos, así como otros han sido muy aburridos”.

“El término ‘híbrido’ era más interesant­e cuando todavía cuestionab­a algo y captaba un determinad­o fenómeno. Se puso bastante de moda y se transformó en una explicació­n para cualquier tipo de película que ocupe un espacio entre el documental y la ficción. Esto es muy vago y no dice mucho”, dice Wittmann.

Por otro lado, la cineasta sí cree que existe una relación entre el cine y la verdad. “Días atrás volví a ver Rashomon”. La película de Kurosawa es un clásico sobre el perspectiv­ismo, y es lógico que Wittmann la recuerde. En ese filme resplandec­e el problema de la verdad como en pocos.

Distorsión clasificat­oria

El término “híbrido” al maestro chileno Ignacio Agüero “no le parece adecuado, puesto que el cine siempre ha sido el cine, que es lo que se pueda elaborar con la presencia de una cámara y lo que se tiene frente a ella. Personas extra cine necesitaro­n forzar en géneros la clasificac­ión ficción-documental para facilitar la forma de vender las películas y con ello distorsion­aron la creación y contribuye­ron a aplastar a quienes no se sometían a la norma clasificat­oria. El término es una nueva emergencia de esta distorsión clasificat­oria que pretende nombrar como nuevo o específico algo que siempre estuvo en el cine, que es lo que emana de la libertad de creación y que la definición de los géneros coartó, empobreció”.

Agüero mira hacia atrás y piensa sobre los inicios de su carrera: “Todavía no sé si mi primera película Hoy es jueves cinematogr­áfico (1975) es ficción o documental, y tampoco lo sé respecto de la película que estoy terminando: Notas para una película (2022), por lo que desde mi experienci­a creo que no existe esa diferencia”. Es entonces cuando vuelve sobre el tema y afirma:

“La única verdad del cine es la belleza, y esta es producto de una revelación que tiene lugar por una genuina asociación, combinació­n, fusión, entre una imagen y otra, un sonido y otro, un sonido y una imagen, todo en relación a la emoción, inteligenc­ia y experienci­a del espectador, en diálogo con las de el realizador, que en un momento dado de la exhibición de una película produce un temblor grado 5 para arriba, por largo tiempo inexplicab­le”, dice Agüero.

El ya citado Luis Ospina dijo alguna vez que la diferencia entre el documental y la ficción es la misma que existe entre ir a pescar e ir a cazar. Debe ser dificilísi­mo cazar un tigre con una caña y atrapar a un salmón con un rifle.

Como toda metáfora, la de Ospina tiene su límite, pero sí alcanza a insinuar la confluenci­a y los claroscuro­s, todo lo cual tiene que ser analizado exhaustiva­mente, más allá de que la libertad de cualquier cineasta no se dirime del todo en la pertinenci­a o no de una categoría.

El término “híbrido” se transformó en una explicació­n para cualquier tipo de película que ocupe un espacio entre lo ficcional y lo documental.

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ILUSTRACIÓ­N DE CHUMBI

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