Número Cero

Arcos y flechas. Entre el amor y la guerra

- Pablo Natale Especial

CONEXIONES. Símbolos del flechazo amoroso y a la vez armas de combate, estos objetos aparecen en infinidad de productos culturales desde el inicio mismo de la literatura.

El dios del deseo amoroso, quizás el mayor sobrevivie­nte actualizad­o de la mitología romana, llevaba arcos y flechas: tenía flechas con punta de oro para despertar el amor y flechas de plata para llevar todo al desamor y al olvido. Si te pegaba con cualquiera de ellas, aunque fueras el dios entre dioses, el deseo era tan infalible como la industria de los finales felices de Hollywood.

Cupido fue también el nombre de un viejo programa de un canal televisivo en donde dos personas se citaban a ciegas en un estudio (no como la pareja tik tok del momento, que se citan en las redes y en los parques).

Ese programa fue creado por la dupla Cohn-Duprat, famosos por hacer películas en donde si hay algo que no importa es el amor, y famosos también por su admiración para con el escritor Alberto Laiseca, quien daba consejos afectivos en “El consultori­o de Lai”, bajando a Cupido a la tierra del humor. Hablando de bajar: Eva Illouz lleva a Cupido a la tierra de la sociología en su libro Por qué nos duele el amor (ilustrado, obvio, con una pareja atravesada por flechas).

Arco y flecha son también las armas de Guillermo Tell, de Robin Hood y de los Elfos. Curiosidad: no sólo comparten arma, sino también su preferenci­a por los bosques, desde donde pueden lanzar sus flechas sin quedar desprotegi­dos. Es como si arco y flecha partieran siempre desde lugaél res verdes y como si su objetivo predilecto fueran las manzanas y el amor.

Fue justamente un lanzador de flechas enamoradiz­o el que desató la primera gran batalla épica, en la que después se hicieron famosos Ulises y el talón de Aquiles.

La arquería no es un deporte popular, y quizás el deporte que más se parece a lanzar con precisión una flecha sea el fútbol americano: Tom Brady, el mejor lanzador de su historia, acaba de retirarse.

En el fútbol nuestro de cada día también hay arqueros: están solos, tratando de agarrar todas las flechas que les lanzan y cualquier error puede hacerlos caer en la vergüenza total. Para homenajear­los, nada mejor que el episodio sobre arqueros de fútbol que alguna vez hicieron desde el pódcast Estadio Azteca.

Obvio que no toda flecha es amorosa o deportiva, y que no toda flecha es cargada por hombres enamorados. En el libro Estación Once, una mujer anda con arco y flecha en plena pospandemi­a total; en la más que recomendab­le novela Tiempo pasado, de Lee Child, Jack Reacher debe enfrentars­e a un grupo de cazadores adinerados que someten al arco y flecha a sus confundida­s víctimas. Curiosidad: tanto Estación Once como la novela de Lee Child los personajes han sido flechados por el amor a las historieta­s.

Probableme­nte la escena (cómica) más icónica de Jim Carrey lo tenga a* y a un par de flechas como protagonis­tas. Desde las honduras de la selva, llegan las flechas que hostigan a los protagonis­tas de ese particular libro que es El jardín de Reinchardt, de Mark Haber; desde las montañas y las rocas es que llegan las flechas con las que el coyote quiere atrapar al correcamin­os.

Alguna vez hubo fragmentos de la película El arco, de Kim Kee Duk, musicaliza­dos por el desolador tema The Show, de Beth Gibbons. Es la misma Beth Gibbons quien, en una de las canciones más famosas de

Portishead, dice: “Estoy tan cansada / de jugar con este arco y esta flecha / voy a tirar mi corazón lejos / se lo dejo a las otras chicas para que jueguen”. ¿Habrá escuchado esa canción la poeta Anne Carson, que en el libro La belleza del marido cargó todas las flechas de plata y de desamor que eran posibles?

Escribió Louise Gluck: “Luego todo se acaba… / La tierra rígida se inclina un poco / y lo que tomé por aves se hunde como flechas en bajos arbustos”. También podría estar hablando del amor.

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FACUNDO LUQUE ARQUERÍA. Un joven practicand­o en la plaza Jerónimo del Barco.

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