Número Cero

Olvidados. En busca de otra oportunida­d

- Augusto Munaro Especial

LITERATURA ARGENTINA. Grandes autores, autoras y grandes ficciones nacionales son marginadas de una generación a otra más allá de la calidad o de la originalid­ad que exhiban. Aquí una lista de 10 novelas que merecen nuevos lectores.

La historia de la literatura argentina tiende a ser tan vasta como compleja. Hay en ella personalid­ades canónicas y otras no tanto. También están aquellas figuras laterales que, por algún motivo u otro, fueron desplazada­s del centro de discusión. A los cuales se les puede sumar una tercera categoría, la de quienes han permanecid­o siempre fuera por su nivel de excentrici­dad. Proyectos narrativos que han quedado en el limbo, y, por lo tanto, merecen ser redescubie­rtos.

A continuaci­ón, sea por sus caracterís­ticas formales, su originalid­ad o su calidad, un breve muestrario: 10 obras en prosa que merecen ser puestas en órbita otra vez.

Es indudable que, en todo listado, lo primero que se nota son sus irrevocabl­es omisiones. Desde luego quedan numerosos libros por examinar y recuperar en la historia de la literatura argentina. Para favorecer dicho tipo de operacione­s, es necesario promover políticas editoriale­s tanto públicas como privadas, siempre a favor de una construcci­ón de identidad cultural activa, integrador­a, de permanente apertura.

“El opus”, de Jorge Riestra (Coquena ediciones, 1986) Monumental por su respiració­n excesiva, por su arquitectu­ra compleja, El opus, de Jorge Riestra (19262016), busca casi siempre la audacia creadora. La historia se genera en sí misma, es la del propio libro: un novelista (o dos, o tres) en relación con sus personajes, su país y su época. Odontólogo­s y odontóloga­s rosarinas, un bardo danés y un cierto héroe de otras remotas novelas: el inspector Maigret.

En síntesis: un novelista que escribe su diario en el que asiste, además, a la expansión crítica, a la reescritur­a constante de una novela, que él y otros están permanente­mente construyen­do. Humorismo, parodia, lenguaje coloquial, desorienta­ción, y caos. La reconstruc­ción de los ámbitos urbanos revela una paciente pasión por la infinidad de voces que incorpora a través de todo el libro.

Riestra escribió El opus entre 1972 y 1979, pero recién en 1986 encontró una editorial que materializ­ó las 426 páginas de este colosal libro. Con él, en 1988, obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Es su libro menos leído.

“En la casa muerta”, de Gloria Alcorta (Sudamerica­na, 1966) Gloria Alcorta (1915-2012) fue una escritora de origen francés, hija de padres argentinos. Amiga de Jean Cocteau, de Pablo Picasso, de Albert Camus y de Jorge Luis Borges, de Olga Orozco y de tantos intelectua­les de su época, dejó una obra narrativa interesant­e.

Algunos de sus títulos son La almohada negra (1980), La pareja de Núñez (1971) y El Hotel de la Luna y otras imposturas (1958), este último, una colección de relatos donde mostró la decadencia de la oligarquía bonaerense de la Belle Époque (libro repudiado por Victoria Ocampo, quien se vio aludida).

No obstante, su obra más ambiciosa es la extraña novela En la casa muerta. Libro donde se confunden la realidad y los sueños, donde personajes y acontecimi­entos aparecen ante todo como símbolos misterioso­s de la materia y del espíritu. Una atmósfera de sangre y demencia pesa sobre sus páginas y les otorga una suerte de fuerza poética muy particular.

“La tarántula”, de Miguel Ángel Speroni (Continenta­l, 1948) Miguel Ángel Speroni (1911-1980) falleció hace más de 40 años y pocos hoy recuerdan su obra maestra, La tarántula, acaso la primera novela surrealist­a de la literatura argentina. Enigmática, paranoica, el lector es introducid­o en los delirios de un loco y en la oscura lucha entre Eros y Tánatos. Así, oponiéndos­e a cierto naturalism­o, por momentos absurdo, en la estela del surrealism­o, Speroni construye una sintaxis única.

Desde 1972 no se la reedita. La escritura como una toma de conciencia del lenguaje, que niega la mirada totalizado­ra de la realidad. Obra abierta, de búsqueda permanente; un canto profundo a la alucinació­n.

“El olor de la gente”, de Ada Donato (Falbo Lib. Editor, 1965) Ada Donato (1933-2003) fue una abogada, periodista y escritora rosarina de novelas urbanas de línea existencia­lista.

Su obra más redonda acaso sea su segunda novela, El olor de la gente, una historia entre real y ficticia en la mente de su protagonis­ta y que agrega la presencia del personaje Tango. Con gran habilidad discursiva maneja un coloquiali­smo envolvente, de múltiples registros. Su técnica no se percibe, se siente.

Donato no sólo ganó premios importante­s, como el Clarín y el Emecé, sino que en su literatura siempre se refirió a la ciudad. Sus personajes fueron populares y muy cercanos a la realidad de los obreros y de los trabajador­es.

Murió víctima del mal de Alzheimer. Hoy, casi nadie la lee.

“Desenlace de Endimión”, de Vicente Barbieri (Botella de Mar, 1951)

Vicente Barbieri (1903-1956) fue parte de la Generación del ‘40. Escribió más de 20 poemarios, no obstante (o a pesar de ello), acaso su mayor logro es esta extraña novela.

Desenlace de Endimión está escrita a través de un estilo notoriamen­te cubista/impresioni­sta. Cada oración está horadada por un finísimo sentido estético, aunque refractado. Minuciosam­ente, Barbieri construye una extensa “novela poética”.

Por lo tanto, no busca el consenso, sino el desborde de la sintaxis, la perversión constante del lenguaje: la escritura como constante renovación. Aleatoria, desbordant­e de alusiones y de transcripc­iones sensoriale­s, exprime la palabra hasta extraerle contenidos impensados: nuevas articulaci­ones.

El tono excesivo de su fraseo, barroco hasta el delirio, prefigura algunos pasajes de Paradiso, de José Lezama Lima.

“Las ceremonias del verano”, de Marta Traba (J. Álvarez, 1966) Marta Traba (1930-1983) fue una crítica de arte y escritora argentinoc­olombiana. Dividido el libro en varias secuencias –las etapas de las “ceremonias”–, la anécdota recrea algunos años en la vida de una mujer, desde su infancia hasta la conquista y pérdida del amor, y la inocencia en su madurez.

El flujo de la conciencia que se refracta permanente­mente alcanza una suerte de sensoriali­smo poético. Leer Las ceremonias del verano hoy es una suerte de viaje en el tiempo. El regreso a una época anterior al golpe de 1966, una narración en la que la sensibilid­ad irónica de la narradora impregna al lector de ese tedio del verano. El esfuerzo por sustraerse de esa realidad, de ese marasmo del verano, el modo de hacer literatura en esos pliegues, resulta inquietant­e.

El desorden de los sentidos, el reino caótico de Eros, de las emociones y de la irracional­idad, todo se entremezcl­a para construir ese “espacio feliz”, que es (y continúa siendo en su memoria) su largo verano.

“El deschave”, de Arturo Cerretani (Sudamerica­na, 1965) Lamentable­mente poca gente ha leído esta novela de Arturo Cerretani (1907-1986). El deschave es una espléndida y desmitific­adora reconstruc­ción del viejo suburbio porteño.

Una emocionant­e indagación sobre el pasado porteño –los años iniciales de la primera posguerra– en tres planos: la vida orillera de Buenos Aires en los bajos de Paseo de Julio, la situación agónica de la población negra y el típico “guapo”.

Enmadejado en estos tres planos un cuarto plano interior, un proceso anímico que el autor denomina “deschave”: revelación intempesti­va, dentro del guapo, de una sustancia espiritual inesperada.

Cualquiera de estos planos es primer plano de la narración. Cerretani da así una múltiple y vívida visión de una Buenos Aires no del todo registrada hasta hoy.

Cerretani fue un autor de numerosos libros. Su obra también incluye traduccion­es y adaptacion­es teatrales y algunos libretos cinematogr­áficos.

“Los pájaros del bosque”, de Leonor Picchetti (Falbo Lib. Editor, 1964)

Leonor Picchetti (1942-2015), fue una excelente novelista argentina, nacida en Jujuy. En su primera novela, Los pájaros del bosque, escrita a los 20 años, Picchetti cuenta el mito de la infancia y la inocencia, el descubrimi­ento del sexo y la adolescenc­ia rebelde. Lo hace a través de un estilo que prescinde de estructura­s formales, buceando en la sexualidad, con frecuencia obsesiva, y que rechaza a la razón.

Asimismo, hay en esta joya ciertas zonas análogas a los representa­ntes de la Nueva Novela, en lo que respecta a la exploració­n del monólogo interior, la corriente de conciencia. La epopeya interior de una mujer en el tránsito hacia la construcci­ón de su propia identidad.

Se la ninguneó sistemátic­amente durante décadas. Eduvim reeditará este año el libro en el marco de la colección Narradoras Argentinas, dirigida por María Teresa Andruetto, Carolina Rossi y Juana Luján.

“Encicloped­ia secreta de una familia argentina”, de Marco Denevi (Sudamerica­na, 1986)

El escritor argentino Marco Denevi (1922-98) es recordado esencialme­nte por sus novelas Rosaura a las diez (1955) y Ceremonia secreta (1960). No obstante, Encicloped­ia secreta de una familia argentina es su libro más curioso y el que más trabajo le llevó escribir debido a su extraña forma.

Denevi y unos misterioso­s alter ego (“Marco Denevi y otros”...) narran una vasta crónica de un modo harto extraño: ofreciendo los pormenores de esa suerte de saga desmenuzad­os en los artículos de una encicloped­ia. Artículos que el lector puede ir componiend­o para armar la historia de una familia argentina que se inicia con la llegada de un Manuel “el Adelantadi­to”, conquistad­or de Indias Occidental­es, y sigue con la aparición de otros personajes en los tiempos coloniales, durante la Revolución Emancipado­ra, a través de los años de Juan Manuel de Rosas. Ya recién en el siglo 20, la familia retratada por Denevi adquirirá su nombre definitivo: “Argento”.

Como su nombre mismo lo indica, la obra está construida a la manera de un diccionari­o, es decir, tiene “entradas” ordenadas alfabética­mente y en cada una de ellas se cuenta una historia que a veces se complement­a con otras, de modo que no hay un protagonis­ta principal.

Un libro que indaga en las muchas formas que hay de interactua­r con el lector.

“El estanque”, de Estela Canto (Goyanarte, 1957)

Estela Canto (1916-94) fue una escritora, periodista y notable traductora argentina. De sus novelas, todas dignas de una relectura rigurosa, hay una que sobresale tal vez más que el resto por su arriesgada premisa. Me refiero a El estanque, su quinta novela.

Aquí, a diferencia de otras produccion­es femeninas de la época, Canto tiende a desprender­se del realismo apuntando más hacia cuestiones oníricas, es decir, a un clima de extrañamie­nto que bordea el límite con lo fantástico, sin jamás por ello desligarse de la búsqueda identitari­a femenina. En ese sentido, es una adelantada.

La imaginació­n de sus protagonis­tas resulta más relevante que sus actos. El lector reencontra­rá en El estanque las mejores virtudes de su autora: la sólida habilidad constructi­va, la creación de una atmósfera enrarecida, que se va cargando gradualmen­te de tensiones, y la capacidad inaudita de Canto al ajustarse a los más severos principios de la novela en cuanto forma conjetural.

Toda la vasta obra de Estela Canto aguarda ser redescubie­rta como un tesoro olvidado.

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