Novela Madres desesperadas (y oscuras)
Una mujer se roba a un niño de una plaza, creyendo que así puede otorgarse el regalo de tener una familia como Dios manda y, quizás, contribuir a atenuar las dosis de agresiones que intercambia cada día y cada hora con su pareja, quien siempre se ha escabullido del pedido de “hacerle una hija”.
El soliloquio de la ladrona de la criatura, una chica de clase baja que vive enredada en el anhelo de ser madre, es una de las voces que traman la historia atroz de Casas vacías, la novela debut de la mejicana Brenda Navarro.
La voz de la madre despojada de su hijo en un santiamén es la otra parte de la novela, que alterna y completa esta incursión salvaje en las zonas oscuras de la maternidad.
Daniel, el niño robado en una plaza del DF, es un rubiecito precioso: güero, en la oralidad mejicana que le pone su marca a todo el relato desde el punto de vista de la apropiadora. El chico padece autismo, y en su nueva “familia” pasará a llamarse Leonel.
Ambas mujeres tienen sentimientos aberrantes, sobre todo si esas emociones se midieran con la regla de las obligaciones maternales y el supuesto mundo luminoso de cuidados implicados en la relación entre madres e hijos.
Una desesperación equivalente a un agujero negro es la antimateria que se traga las dos historias que corren en paralelo en Casas vacías. La novela no da respiro. Los monólogos de ambas mujeres ofrecen autorretratos bastante deformes de cada una.
La madre de Daniel, culpable a sus propios ojos de haber perdido al niño mientras se enviaba mensajitos por celular con su amante, no sólo soporta el hecho de haber sido mamá con el mismo talante con el que se asimila un mal sueño, sino que además se ha visto obligada a convertirse en la madre postiza de su sobrina, cuya mamá fue asesinada por su padre. Madre por partida doble, su ilusión culpógena es rebobinar su vida hasta el momento en que el niño y la niña no existieran.
La chica que se roba al chico autista y lo bautiza Leonel, por el contrario, sólo ha querido ser madre y en ese afán comete un acto monstruoso. Cada mujer es, en cierto sentido, el espejo invertido de la otra, incluso por las posiciones de clase que ocupan, aunque ambas experimentan formas del vacío que las aproximan.
Publicada originalmente en el sitio web La Kaja Negra, dedicado a tratar problemáticas de derechos humanos, la novela tuvo muy buena repercusión y llegó, años después, a la edición actual en Sexto Piso, que ha sido recibida como una obra cruda y deslumbrante en el ámbito de las cada vez más frecuentes narrativas sobre la maternidad.
Pero Casas vacías no es sólo un retrato de madres indebidas. Situada entre España y México, es también una novela sobre la culpa, las desapariciones, la desigualdad y la violencia omnipresente en contextos domésticos y sociales. Una radiografía brutal de la condición de las mujeres en el mundo contemporáneo.