Pequeños con problemas grandes
La niñez no siempre es un cuento de hadas, el insomnio, la depresión y el estrés derivado por la competitividad y las exigencias de la rutina pueden afectar la vida de una persona a una edad muy temprana y traer graves complicaciones tanto mentales como f
La infancia no es un cuento de hadas donde todo es alegría y colores. El insomnio, la depresión y el estrés afectan cada vez a más chicos, sobre todo en las ciudades. ¿Por qué sucede? ¿De qué manera se puede evitar? ¿Cómo ayudar a nuestros hijos cuando pasan por una etapa así?
Un grupo de niños juega en un terreno baldío con una pelota desinflada. Tienen la ropa cubierta de polvo, los pantalones rotos y los pies descalzos. Son inmigrantes refugiados, acaban de conocerse y están de paso en un campamento. A su alrededor, el mundo parece desplomarse. El hambre, la guerra y la muerte acechan por todas partes. Sin embargo, ellos juegan. Un par de piedritas pueden transformarse en un tesoro y un agujero negro en la tierra es el pasadizo a un universo paralelo. “Todo es ceremonia en el jardín salvaje de la infancia”, escribió Pablo Neruda.
Asociamos la infancia al sueño profundo, la alegría, el juego y el asombro apasionado del mundo. Sin embargo, no siempre es así. Un chico puede vivir en el peor de los escenarios y conservar la vitalidad. Otro puede estar rodeado de almohadones, juguetes y padres cariñosos y estar triste, desganado y nervioso. Cada vez son más las consultas por casos de niños con problemas que, hasta hace poco, eran considerados trastornos de adultos. “En la actualidad, el estrés se da a edades cada vez más tempranas”, dice el psiquiatra infantil Mario Valdivia Peralta. “Hay varias causas, pero entre ellas se cuenta la mayor competitividad y que las metas de vida que son muy exigentes”. “Muchos chicos son enviados a terapia por recomendación de la escuela”, agrega la psicóloga Adriana Martínez de la Fundación Tiempo. “Sucede que presentan conductas atípicas a la niñez: quedarse dormidos en clase, preocuparse excesivamente, no poder dormir o tener angustias reiteradas. En general suele haber dificultades en la organización, contención y transmisión de seguridad por parte de los papás o adultos a cargo. La responsabilidad siempre es de los adultos, no en el sentido de la culpa ya que hacemos lo que podemos y la perfección no existe, pero sí en darles los medios a nuestros hijos para que estén mejor y eso se da a través de la paciencia, el diálogo, el cariño y, en algunos casos, la evaluación profesional”.
Según un estudio realizado por la Universidad de Harvard, el estrés en la niñez produce altos riesgos para la salud: un nene estresado tiene mayor riesgo a sufrir problemas cardiometabólicos, arteriosclerosis y diabetes tipo 2. "La prevención temprana puede ser una buena manera de reducir estos efectos dañinos", dice Ashley Winning, médica investigadora. “Antes se pensaba que el estrés afectaba lo psicológico, pero hoy sabemos que también afecta lo físico", afirma el psicólogo Felipe Lecannelier.
Una separación violenta de los padres, el nacimiento inesperado de un hermanito, la muerte de un ser querido, la sobrexigencia o los conflictos de sociabilización en la escuela pueden ser detonantes para que los niños empiecen a tener problemas de insomnio, depresión y ansiedad. Esto no significa que, frente a una realidad adversa, nece-