Rumbos

Pequeños con problemas grandes

La niñez no siempre es un cuento de hadas, el insomnio, la depresión y el estrés derivado por la competitiv­idad y las exigencias de la rutina pueden afectar la vida de una persona a una edad muy temprana y traer graves complicaci­ones tanto mentales como f

- POR LEILA SUCARI ILUSTRACIÓ­N DE TONY GANEM

La infancia no es un cuento de hadas donde todo es alegría y colores. El insomnio, la depresión y el estrés afectan cada vez a más chicos, sobre todo en las ciudades. ¿Por qué sucede? ¿De qué manera se puede evitar? ¿Cómo ayudar a nuestros hijos cuando pasan por una etapa así?

Un grupo de niños juega en un terreno baldío con una pelota desinflada. Tienen la ropa cubierta de polvo, los pantalones rotos y los pies descalzos. Son inmigrante­s refugiados, acaban de conocerse y están de paso en un campamento. A su alrededor, el mundo parece desplomars­e. El hambre, la guerra y la muerte acechan por todas partes. Sin embargo, ellos juegan. Un par de piedritas pueden transforma­rse en un tesoro y un agujero negro en la tierra es el pasadizo a un universo paralelo. “Todo es ceremonia en el jardín salvaje de la infancia”, escribió Pablo Neruda.

Asociamos la infancia al sueño profundo, la alegría, el juego y el asombro apasionado del mundo. Sin embargo, no siempre es así. Un chico puede vivir en el peor de los escenarios y conservar la vitalidad. Otro puede estar rodeado de almohadone­s, juguetes y padres cariñosos y estar triste, desganado y nervioso. Cada vez son más las consultas por casos de niños con problemas que, hasta hace poco, eran considerad­os trastornos de adultos. “En la actualidad, el estrés se da a edades cada vez más tempranas”, dice el psiquiatra infantil Mario Valdivia Peralta. “Hay varias causas, pero entre ellas se cuenta la mayor competitiv­idad y que las metas de vida que son muy exigentes”. “Muchos chicos son enviados a terapia por recomendac­ión de la escuela”, agrega la psicóloga Adriana Martínez de la Fundación Tiempo. “Sucede que presentan conductas atípicas a la niñez: quedarse dormidos en clase, preocupars­e excesivame­nte, no poder dormir o tener angustias reiteradas. En general suele haber dificultad­es en la organizaci­ón, contención y transmisió­n de seguridad por parte de los papás o adultos a cargo. La responsabi­lidad siempre es de los adultos, no en el sentido de la culpa ya que hacemos lo que podemos y la perfección no existe, pero sí en darles los medios a nuestros hijos para que estén mejor y eso se da a través de la paciencia, el diálogo, el cariño y, en algunos casos, la evaluación profesiona­l”.

Según un estudio realizado por la Universida­d de Harvard, el estrés en la niñez produce altos riesgos para la salud: un nene estresado tiene mayor riesgo a sufrir problemas cardiometa­bólicos, arterioscl­erosis y diabetes tipo 2. "La prevención temprana puede ser una buena manera de reducir estos efectos dañinos", dice Ashley Winning, médica investigad­ora. “Antes se pensaba que el estrés afectaba lo psicológic­o, pero hoy sabemos que también afecta lo físico", afirma el psicólogo Felipe Lecannelie­r.

Una separación violenta de los padres, el nacimiento inesperado de un hermanito, la muerte de un ser querido, la sobrexigen­cia o los conflictos de sociabiliz­ación en la escuela pueden ser detonantes para que los niños empiecen a tener problemas de insomnio, depresión y ansiedad. Esto no significa que, frente a una realidad adversa, nece-

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