Rumbos

“Me aferré al amor y el trabajo a pulmón”

Los hijos, los hermanos, las ganas de vivir. Los nuevos proyectos en el cine y la radio. La casa artística que creó para niños en situación de calle. El rechazo a la frivolidad de la tevé y la escandalos­a quiebra de su productora. Las drogas. Después de a

- TEXTO JAVIER FIRPO FOTO VERA ROSEMBERG

Llega poco después de lo previsto al café del barrio porteño Colegiales con una gorrita, campera con el cuello levantado y lentes oscuros. Son las tres de la tarde, está agitado por el apuro. Saluda con la mano, pide un café en jarrito y exhala un suspiro extenso. Mira a su alrededor y muchos del local lo reconocen. Nadie se le acerca. Él observa un grabador y le sale espontánea­mente: “Hace tanto que no me grababan... En realidad, hace mucho que no me entrevista­n”.

¿Por qué?

Porque te liquidan... Porque das una nota, te hacen una pregunta, te editan y durante una semana martillan sobre una frase fuera de contexto.

A Gastón Pauls se lo ve bien, y aunque su rostro refleja el cansancio de una noche de insomnio, todavía está en carrera para encarnar a un galán, como ha hecho durante años en televisión (“Montaña rusa”, “Verdad consecuenc­ia”), medio del que se ha alejado casi por completo. Dice que “al azar” eligió volver a hablar con la prensa porque tenía una buena excusa: los diez años de la muerte del Negro Roberto Fontanarro­sa, escritor que ha deleitado al actor y que le ha permitido aparecer en uno de los cortometra­jes (“Vidas privadas”) que conforman la película “Lo que se dice un ídolo”, dedicada al novelista y humorista rosarino, fallecido en 2007.

“Me encantó poder estar en este reconocimi­ento a un genio, un

“Si mis hijos me miran a los ojos es difícil que ahora algo me haga caer.”

vida escritor con que sus marcó ocurrencia­suna épocae historiasd­e mi incomparab­lesel hincha, el potrero, alrededore­l gorditodel fútbol:que va al arco, parael empresario­mí fue el mejor turbio... retratista Además, de la sociedad argentina, detallista, observador de lo más pequeño”. ¿No tenés ganas de volver a la tele? No, no. Éste que soy ahora nada tiene que ver con una tele que sólo busca negocios. Mirá lo que pasó con

Fanny, la fan. Un mes al aire estuvo… ¿Pudiste hablar con Agustina (Cherri, su ex mujer, protagonis­ta del ciclo que fue levantado)? Sí, tenía una bronca bárbara. No le dieron tiempo. Creo que a la tercera semana lo cambiaron de horario. ¿Quién resiste? ¿Volver? Noooo. ¿Y si te llamaran de Undergroun­d, Endemol, Pol-Ka? No creo que llamen de Pol-Ka, las cosas no quedaron bien. Pero prefiero no hablar de eso. Además, como te decía, soy otro: uno crece, se equivoca, cae y luego intenta modificar. ¿Creés que te han dejado de lado por una cuestión ideológica? Me han matado por mi pensamient­o político, pero, sobre todo, por los códigos televisivo­s. Por eso estoy abocado a la autogestió­n. ¿En qué proyectos te embarcaste? Por ejemplo, en mi programa “Mi otro yo” (radio Del Plata), cuento historias a partir de una anécdota, leo pasajes de autores que me gustan, escribo sobre mundos paralelos... Tengo muchas cosas dando vueltas. ¿Y qué surge de esa ebullición? Distintos guiones. Una road-movie con un padre y un hijo; un docu-ficción sobre la desnudez, que se llamará “Este soy yo”; también tengo unas grabacione­s hechas con celular de minas bien, estudiante­s del interior que se ganan la vida haciendo desnudos en webcams; y un documental sobre medios que se llamará “Miedos de comunicaci­ón”. ¿Cómo es la peli sobre la desnudez? Eso, un delirio que exige desnudez. Hay un productor interesado, el tema es conseguir elenco porque los actores tienen que estar en bolas toda la película y no es fácil. Tengo candidatos fuertes; dos no son argentinos. ¿El chileno Gonzalo Valenzuela? (Ríe.) No, Gonza no… Ah, ¿por lo de “manguera”? No, no. ¿De qué v iv ís, Gastón? Además de la radio, filmé varias películas en Latinoamér­ica. Vivo con lo justo, pero bien. También di charlas de actuación en Rosario. Me iba a las dos de la tarde con mi autito del 2004, daba clases y a las tres de la mañana estaba de vuelta en Baires. ¿Sos docente? No, no me da el cuero. Hablo desde el lugar de un tipo que vivió de todo y con total humildad. También les cuento de la fundación que tengo, “La casa de la cultura de la calle”, que da protección a 2.500 chicos en situación de vulnerabil­idad. ¿Filmás mucho afuera? Aparecen rodajes en Chile, Cuba, Honduras, Ecuador y Uruguay, y voy de una. Algunas películas tal vez nunca lleguen a la Argentina. Pero hay dos que seguro se podrán ver: Elsereno y Un lugar en el Caribe.

Barajar y dar de nuevo

Lo sucedido con la quiebra de su productora Rosstoc (2010), los cheques sin fondos, el escrache de algunos colegas, el posterior bajón anímico y su etapa de consumidor fueron hiriendo a la persona y al actor. La persona optó por llamarse a silencio, refugiarse en su por entonces pareja Agustina Cherri y en sus hijos, Muna y Nilo. Y el actor aparece más esporádica­mente y fue desdoblánd­ose en otras actividade­s. ¿Vos cómo estás? Estoy en un momento de reflexión, comprendie­ndo lo que he vivido. Creo que si estoy aquí, si no me morí, es porque todo aquello me puso en un lugar de lucidez para afrontar lo bueno que venga. ¿Lo ves así? Sí. Soy un buen tipo, no cagué a nadie ni soy un loquito y, además, tengo ganas de salir adelante. ¿Por el tema del consumo decís? ¿Cómo la llevás? ¿Nada de nada? Estoy limpio hace como ocho, nueve años. Voy tres veces por semana a Narcóticos Anónimos. ¿Y? Sólo por hoy. Esto es así. Es como un cáncer que se cura, pero hay que controlarl­o. Agradezco cada mañana estar en mis cabales y entero. Uf, estoy hablando mucho. Me desacostum­bré a las entrevista­s. ¿Qué te sacó del pozo luego de las acusacione­s de estafa alrededor de la productora Rosstoc? Mi verdad. Si mis hijos me miran a la cara y yo a ellos, si mis hermanos confían, si mis amigos siguen siendo los mismos, es difícil que algo pueda ahora hacerme caer. Luego de cinco fallos que me declararon inocente, la confianza y la verdad me dan energía. Me importa lo que piensan estas personas que siempre están. ¿A qué te aferraste? Al amor, a la verdad, al trabajo a pulmón, a la escritura, a la lectura, a frases de cabecera como esa de Herman Hesse en Demian: “Para nacer hay que destruir un mundo”. Después de mucho tiempo la revalorizo; o sea, romper con lo que uno es para seguir siendo uno, aunque suene contradict­orio. Hablás de honestidad y dignidad. ¿Querés aprovechar el espacio para aclarar algo? Sinceramen­te no. Ya está. Ocurre que el tema va y vuelve porque el medio ama alimentars­e de sangre, no de amor. Vuelvo a decir, para concluir: mientras mis hijos sepan quién es su padre, el resto no me interesa. Pero pasa que ese resto es el que maneja los medios, con los que yo estoy enfrentado hace tiempo.

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