Rumbos

Antiguas palabras

- POR CRISTINA BAJO

Siento una gran atracción por la literatura­oral que, a través de milenios, nos trae una leyenda, un poema, una canción repetida ante la hoguera de una cueva, en el salón de un castillo, al amparo de una ermita. Es milagrosoq­ue hayan sobrevivid­o hastanuest­ros días,pues eso significa que alguien quisoprese­rvarlas del olvido.

En un tomito del Centro Editor de A mérica Latina -que tanto hizo para divulgar la cultura universal entre mediados de los años 60 y hasta la primera mitad de los 90encontré, en una librería de usados, una Antología de la literatura oral. Al hojearlo, leí lo siguiente: “Segurament­e el lector descubrirá en ellos, tal como nosotros lo hicimos, la aventura repetida ysiempre renovada del hombrefren­te a la naturaleza, la muerte, el amor, Dios.” Demás está decir que lo compré. Una de sus historias cuenta el génesis de los ashanti (África): dice la leyenda que en el Principio, Onyame -el Dios Cielo- creó a un hombrey una mujer que debían morar aorillas del río Bosommuro. Esta pareja no tuvo hijos,puestoque no conocían el deseo. Onyame envió entonces a una pitón–una onimi-, que les dijo que sepusieran de pie, caraa cara, junto al río;y cuando le obedeciero­n, se sumergió hasta el fondo, tomóungran sorbo de agua, y al salir, roció sus vientres mientras pronunciab­a unas palabras mágicas. Luego les ordenóvolv­er a su chozay acostarsej­untos.

Poco después la mujer dio a luz los primeros niños del mundo, quienestom­aron a Bosommuro como lugarvener­ado. Desde entonces, si algún miembro de los ashanti encuentram­uertaa una de estas serpientes, la cubre con arcilla blanca y la entierra respetuosa­mente. Nunca las mata, porquea ellas le debe la existencia.

En la literatura­oral, nos encontramo­s con la aventura repetida del hombrefren­te a la naturaleza, la muerte, el amor, Dios.

Otra leyenda que encantaría a muchas mujeres de hoy, correspond­e a otra tribu africana, la de los abaluyia, de Kenia. Dicen los descendien­tes de esta tribu que una jovencita se ganó el derecho de evitar los quehaceres domésticos debido a su habilidad de alfarera y a su fuerza de voluntad.

La historia comienza con dos hermanas: la menor,que fabricaba hermosos cacharros de barro, y la mayor,quequería que la ayudara en los trabajos de la casa. Como no podía convencerl­a, un día rompió todas lasvasijas, lo que hizoque la otra hermana, enojada, escapara de la casa.

La joven caminóy caminó hasta llegar a un lago; en mitad de las aguas, se elevaba un hermosoárb­ol -el kumurumba- ysequedó allí muy quieta, observándo­lo. El árbol comprendió el sentimient­oque la embargaba, se acercó a la orilla, le preguntó siquería trepar a él; cuando lo hizo, el árbol regresó al lago.

Los padres finalmente la encontraro­n, pero no podían llegar a ella, por lo que le rogaron que regresara a la aldea. La muchacha se negóa obedecerle­s. Entonces fueron a buscar a su prometido, quien le suplicó que cediera y ella, que lo amaba, hizoque el kumurumba la acercara a la ribera. En la choza de su familia, a donde la llevó el muchacho, le mostraron lasvasijas de barroque habían fabricado para contentarl­a.

Desde entonces, la joven alfarera sepudo dedicar a sus cacharross­in tener que ocuparse de los aburridos quehaceres domésticos.Este relato, según mi parecer, podría mostrar,a más de una, un camino a seguir.

Sugerencia­s: 1) No sólo leyendas y cantares, también refranesy fábulas componen la literatura­oral: los ancianos de la familia darán fe y bueno sería tomar nota de sus dichos; 2) Conseguir los trestomos de Adivinanza­s, compilados por Ivana Alochisy Vanina Rodríguez: no sólo son para docentes: todos podemos disfrutarl­as. •

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