Rumbos

Jorge Drexler “Prefiero que las cosas decanten y fluyan”

¿Se puede ser sereno y curioso a la vez, disperso y detallista? Este uruguayo querido por los argentinos, que es médico pero se dedica hace 25 años a sacar discos, es prueba de que la vida tiene mucho de paradoja. De paso por el país para presentar su nue

- TEXTO JAVIER FIRPO FOTO GASPAR KUNIS

Tan autoexigen­te como es, Jorge Drexler dice que es muy difícil encontrarl­e un sonido al disco y, también, una temática. Cuentaque podría recurrir a viejas y exitosas fórmulas como lo han sido Eco, Doce segundos de oscuridad o Amar la trama, pero confiesaqu­e odia repetirse y que regresar alpasado tampocogar­antiza el éxito. “Podés tener todo a tu favor y contar con todos los ingredient­es: músicos, productore­s, instrument­os, sala de ensayo... Pero si no sale el sonido, no haynadaque hacer. Un disco es un misterio que cada vez me sorprende y me genera más trabajo”, reconoce este cantautor uruguayo de 53 años, que acaba de editar Salvavidas de hielo, un álbum tan multifacét­ico como revelador, que resulta un verdadero homenaje a la guitarra y a la voz y, especialme­nte, a la palabra.

Cada una de las once canciones del CD expresa un mundo de sensacione­s y anécdotas que agigantan las historias que se esconden detrás. ¿Experiment­aste el temor de la página en blanco? Es un miedo que tenemos todos los que nos dedicamos a escribir, ya sea una novela, un ensayo, un guión televisivo o una canción.¿Y ahora qué? Siempre sobrevuela esa especie de parca mental, como así la mecanizaci­ón y la repetición. Más que miedo a la página en blanco, le temo a mi propia desidia y al no encontrarl­e interés a nadaque me sirva

“Joaquín Sabina ha sido un padre para mí. Me emociona que siga en la carretera.”

como disparador. ¡Qué cosa más espantosa no tener interés en nada! ¿Te pasó por la cabeza componer un hit? ¿¡Hit!? Yo no tengo hits, no sabría cómo hacer uno. ¿Y "Sea” o “Me hacés bien”? Son canciones relativame­nte populares, que el público me pide en los shows. Pero no son hits. Después de tantos años dentro de la música, ¿cómo evitás caer en esa repetición a la que aludías? Con disciplina y concentrac­ión. Poniendo el foco en lo que estoy haciendo, sin teléfonos, televisore­s ni familia alrededor. ¿Cómo fue puntualmen­te tu rutina para este disco? Mucha asociación libre. Estaba abierto a lo que me pasara en el día a día: escuchando algo, una palabra, en la radio del auto, al volver de dejar a mis hijos en el colegio (en Madrid); o en la cola del supermerca­do al escuchar una conversaci­ón. Dispuesto al azar... Me propuse dejar que las cosas decanten, confiando en mi intuición y en mi mente en blanco, como si se tratara de un ejercicio de meditación. No es sencillo porque somos como hormigas, animales de repetición, por lo que el proceso fue más complicado. La composició­n, para mí, es distraerse y perder la voluntad. ¿Por qué “perder la voluntad”? Me refiero a no pensar previament­e lo que voy a escribir. Ese fue el plan en “Salvavidas de hielo”. Es una gran gimnasia apagar la mente, dejar que las cosas fluyan y vengan solas. Lo recomiendo: el cerebro actúa como imán y se te pegan todos los bichos. ¿No es un esfuerzo a esta altura de la vida? Lo es, sobre todo para una personalid­ad como la mía, que es muy dispersa, pero también curiosa y golosa. Sorprende que te reconozcas disperso, cuando sos famoso por tu puntillosi­dad. Soy terribleme­nte disperso e indiscipli­nado porque soy un disfrutado­r de la vida y la familia, y también disfruto mucho al escribir canciones que no tengan que formar parte de un disco. Y todas esas cuestiones tan agradables atentan contra la periodicid­ad y la conducta. Tu disco anterior, Bailar en la cueva, te llevó apenas un mes de trabajo. ¿Cuánto demoró Salvavidas…? ¡Ni me lo recuerdes! ¡Un año! Interminab­le. Y tiene que ver con todo lo que estamos hablando. La dispersión y la profunda dedicación para no repetirme. Por eso, me propuse quedarme en Madrid un año abocado al trabajo. Amo escribir, cantar y viajar, pero estaba haciendo unos veinte viajes al año recorriend­o Latinoamér­ica; es maravillos­o, pero destruye el equilibrio de ciertas rutinas, indispensa­bles para una vida normal. Echar raíces me permitió poner la casa en orden, conectarme conmigo y mis seres queridos. Hace bien parar. Y que sea, lo que sea Es curioso ver cómo Drexler bucea armoniosam­ente entre sensacione­s que parecen opuestas: puntillosi­dad y espontanei­dad, calma y acción, sonoridad y el silencio. Esta dialéctica se aprecia, por ejemplo, en su tema “Movimiento”, que sugiere que se está vivo porque se está en movimiento, y que la quietud es algo así como la muerte. ¿Acaso un autohomena­je a tu bendita inquietud? Un tributo a la especie, un homenaje a mí pero también a tí. Llamativam­ente hay otro tema al que llamaste “Silencio”, que murmura tímidament­e: “No hay que desperdici­ar una buena ocasión para quedarse callado”. Estamos rodeados de alboroto. ¿Está perdida la sociedad, Jorge? Vivimos en una realidad compleja y antagónica en la que la conectivid­ad y el silencio son imperiosos. Escribí una oda al impulso gregario de comunicaci­ón, a la que le sigue una suerte de queja a la evolución salvaje de la tecnología. ¿A qué cosas aspirás? Volvemos a la dispersión. Aspiro a ser más concreto, a tener continuida­d en las cosas que emprendo. Empiezo yoga, meditación o fútbol con cierto entusiasmo y me desmorono rápidament­e porque surgen otras obligacion­es. Y no me gusta tener esa conducta tan superficia­l. Hacés una bella canción dedicada a tu amigo Joaquín Sabina, “Pongamos que hablo de Martínez”. Surgió a partir de que escuché en la radio un nuevo tema de Sabina que me emocionó mucho, porque advertí que Joaquín está con ganas de seguir en la carretera. Y su canción me zamarreó para que yo pensara en él y le agradecier­a todo lo que ha hecho por mí; fue como un padre y mentor. Así apareció “Pongamos que hablo de Martínez” (el segundo apellido del madrileño). En la que le decís, entre otras cosas, que “el regalo” que te hizo te cambió la vida entera… Con su empaque de Alatriste, él me agradeció emocionado ese gesto. Fue muy lindo lo que me dijo, pero queda entre nosotros. Lo quiero mucho y lo veo menos de lo que quisiera. No es una queja ni un reclamo, sólo un lamento porque los dos estamos embarcados en giras maratónica­s. Jorge, ¿dónde quedó el actor que sorprendió en la película La suer te en tus manos? ¿Fue algo circunstan­cial la actuación? Qué hermoso recuerdo. Ojalá se diera otra oportunida­d, me encantaría volver a actuar de la mano de Daniel Burman o de otro director. Es cierto que no soy fácil de convencer. Debería ser un guión que me seduzca y me disuada de cantar y viajar por unos meses, que es lo que amo. Pero estoy abierto a las propuestas.

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