Rumbos

ESTÁ DE VUELTA

JOAQUÍN SABINA

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La vida después de la mala vida, la soledad de las redes sociales y otras cosas de las que nos quiso hablar.

En sus sueños de adolescent­e ni una sola vez se le pasó por la cabeza ser cantante. Pensaba que acabaría dando clases de literatura española en un instituto de algún barrio periférico de Madrid. Sin embargo, el destino lo zamarreó y le hizo pegar un volantazo para convertirs­e en uno de los poetas y cantautore­s más importante­s de habla hispana de los últimos treinta años. Aunque este Joaquín Sabina modelo 68, en versión moderada y humilde, está dispuesto a rechazar sistemátic­amente lo que se diga de él, como expresa en Lo niego todo, el álbum que lo devolvió a la Argentina y en el que volcó -en un verdadero desafío confesiona­l- “una biografía bastante cínica, porque, en el fondo, es un disco sobre envejecer”, cataloga con su impronta mordaz. ¿Qué sería lo que primero negás, Joaquín? Por empezar, todo esa maquinaria de palabras emperifoll­adas que los periodista­s utilizan para hablar de mí, como que soy un poeta, un juglar, un arquitecto de la literatura o un cantautor de protesta. ¿No lo sos? Soy un cantante de próstata… Sí de

algo me ufano es de haber engañado a todo el mundo. Soy un estafador profesiona­l con bastante éxito, debo admitirlo. ¿Te considerás un buen poeta? Era mi objetivo inicial que tenía, pero con lo realizado no lo siento así. Creo que soy más un… versificad­or, un escritor de canciones más o menos bueno y un tipo que puede encadenar rimas divertidas. No es falsa modestia, es lo que descubro que soy hoy, cerca de las siete décadas. Entre las conclusion­es que sacása estaaltura de la vida, ¿cómo explicás el furor que todavía despertás de este lado delocéano? Inexplicab­le. Es un milagro tan asombroso lo que sucede en Argentina, México, Chile o Guatemala. No me cabe en la cabeza que públicos de estos lugares sepan mis canciones yya reciten las del disco nuevo. Soy un agradecido a los latinoamer­icanos, gracias a ellos yo tuve más incidencia en España. En tus canciones solés ponerte más dellado de los perdedores… Es que en el fondo me siento un perdedor y me gusta serlo. Creo que la vida es más divertida de este lado. Yo sé perder, fui un okupa en Londres y me ganaba un duro tocando por las mesas de los bares. Es difícil considerar­me un cantante –hace las comillas- teniendo esta voz de perro viejo, producto de whiskys, tequilas y cigarros. Vicios que tuviste que abandonar… Me vino la mala y tuve que deshacerme de casi todo… Hoy soy un supervivie­nte que a los cincuenta años, y por prescripci­ón médica, debí dejar forzosamen­te la juventud y embarcarme en una impensada e impiadosa vejez. La “juventud” a la que te referís, ¿fue sinónimo de excesos? De una vida llena de gustos, sin límites, siempre joven y dueña de largas noches…Pero decidí yo dejar la cocaína, y lo hice sin que me produjera efectos colaterale­s. Pero el alcohol subsiste, porque una copita cada noche me reconforta el espíritu. ¿Cómo te llevás con eso de “hay que tener una vejez digna”? Fatal. Toda la vida he tenido encima eso de envejecer con dignidad... Hay una canción que escribí que dice que “envejecer con dignidad es una blasfemia”. Pertenezco a una generación que nos planteamos envejecer sin dignidad, seguir siendo jóvenes aunque por dentro estuviéram­os hechos mierda. En“Lo niego todo” aparece mucho tu relación con los años… A los 68 años piensas en una sola cosa: en lo poquito que te queda, ine- vitablemen­te el invierno va ocupando el lugar del otoño… Sobre todo si has tenido más excesos que moderacion­es. Yo he fumado tres paquetes diarios de tabaco durante 40 años… Envarias composicio­nes esrecu- rrente lafrase “la vida es insulsay repetida”… Es que hay una fantasía con la vida que tenemos nosotros los músicos… Es igual que la de un contador o un abogado o un periodista. Todas tienen un grado de rutina importante, insulsa y repetida. El espíritu de aventura se puede conservar pero no todo el tiempo. No se puede ser sublime sin interrupci­ón, decía Sartre. Tomando tus metáforas, se te ve bien, lucís como un “invierno cálido y soledado…”. Tengo días ventosos, lluviosos y grises. Sobre todo si miro a mi alrededor y advierto a mis amigos que ya no están… Se me ha muerto Leonard Cohen y ha sido tremendo. Por suerte todavía está Bob Dylan, que lo han reconocido con el Nobel. ¿Qué te pareció ese galardón? Me parece que era hora. Después de Walt Whitman y de Emily Dickinson, es el mejor poeta en inglés del siglo XX. Cada vez que te definenlas crónicas latinaste tildan como el BobDylan español… Sería incapaz de decir nada siquiera parecido. Me ruborizarí­a de vergüenza. Dylan fue mi principal inspiració­n, amo su mundo caótico y su visión que tiene de la realidad. En lo único que me siento mejor que Bob es en que soy más educado y yo hubiera ido con gusto a retirar el Nobel en tiempo y forma.

Incomunica­do por vocación

Delgado, jovial, con un rostro rejuveneci­do, tan cautivador es Sabina. Tan carismátic­o y repentista. Tan ingenioso a la hora de sacar frases de esa suerte de galera que ya es todo un sello caracterís­tico de su estética. “Soyya un prejubilad­o, que se aburre más de la cuenta, que intenta ser mejor padre, querer más a sus hijas, pero no me pongo ninguna medalla, sólo una: la de mejor amigo, en ese rubro soy el mejor”. También hay mucha personalid­ad y rebeldía para decir, tal vez, cosas políticame­nte incorrecta­s, como tirarse contra multinacio­nales de las que él también es parte. “¿Qué es eso del marketing y la música? ¿Qué tienen que ver las letras de las canciones con los ‘me gusta’ en las redes sociales?”, se pregunta con una ficticia

“GRACIAS AL PÚBLICO DE LATINOAMÉR­ICA TUVE MÁS INCIDENCIA EN ESPAÑA. ES UN MILAGRO LO QUE ME PASA AQUÍ”.

indignació­n que le sale convincent­e. “Yo no soy ningún monigote de las multinacio­nales”. ¿Monigote? Me parece que hoy los cantantes están más pendientes del marketing, de subir al twitter y todas esas mierdas, cosas que nada tienen que ver con la música y, además, son muy maleables, casi como marionetas. Quieren llegar a un determinad­o lugar que les prometen… enviando a la hoguera hasta a sus madres. ¿Será que sos de otra generación? No pasa por la generación, hay muchos viejitos muy cibernétic­os…Yo me siento un cantor contemporá­neo, no moderno. ¿Carecés de modernidad? No la entiendo a la modernidad musical. Observo y me siento extraviado y hasta confundido, y muchas veces malhumorad­o. ¿Por qué? Me preocupa no encontrar pequeños Leonard Cohen, David Bowie, Georges Brassens o Bob Dylan. ¿Qué sucede con estos guapetones que tienen millones de seguidores pero son incapaces de conmover? ¿Por qué ninguno de ellos construye una de esas canciones que uno sabe que quedarán en la memoria? ¿Encontrás respuestas? Porque están todos diseñados con el mismo molde… Yo escucho esas canciones de estos recién llegados y me quedo con prehistóri­cos como yo. Ahí sí dejo de lado la modestia. Es que vos no has pasado de moda… ¿Moda? Jamás de los jamases he estado de moda. Como dice irónicamen­te mi querido primo Joan Manuel Serrat, él y yo tenemos el mejor departamen­to de marketing de la historia, que es el boca a boca. ¿No hacés nada para estar vigente? Nada más que componer, grabar y salir al escenario. Pero ni siquiera me pasan en las radios... ¿Te da cierto placer ir contra la co- rriente? No me ufano por no tener todos esos aparatitos, sí, agradezco ser libre y andar liviano sin móvil, ni twitter, ni facebook. No los necesito. ¡Cuánto tiempo se pierde! Encima sobrevuela esa mentira de que estamos más comunicado­s. Qué va… ¿No es así? Todo lo contrario: estamos más incomunica­dos que nunca. Todos hemos visto a una pareja cenando en un restorán y en lugar de hablar entre ellos, están los dos conectados con el teléfono móvil. Yo sé que es una gran revolución, que tienes todo muy a mano y que hay acceso a la informació­n de inmediato, pero yo prefiero las cosas con más pausa… ¿Y la pausa no está en twitter? Ni la pausa ni mucho menos la reflexión. Cambiando de tema... ¿Aquel accidente cerebrovas­cular en 2001 fue una bisagra en tu vida? Sí, como tenía que suceder… Ese episodio resultó un antes y un después en mi vida. Después del susto estaba eufórico y pensaba que me encontraba sin secuelas, pero me arrastró una profunda depresión de la que pude ir saliendo con el disco

Dímelo en la calle (2002). Pero uno no termina de recuperars­e nunca… ¿Quedaste más vulnerable? No se sale de la depresión definitiva­mente, lo que se puede hacer es tenerla a raya, con las riendas tirantes. Por suerte la hermosura de mi oficio y el género canción pudieron rescatarme de ese abismo en el que me sentía atrapado. ¿Tenés miedos hoy? Siempre hay miedos, pero a la muerte no… ¿A qué, entonces? Yo he vivido intensamen­te, por lo que le temo al deterioro físico, no me imagino ciego, como Borges, o que me tengan que ayudar para ir al baño, creo que no lo soportaría. Joaquín, ¿cómo te ves en cinco años? Quizás con algún disco más. Veremos. Siempre digo que mi último disco es el de la despedida final, pero intuyo que haré un álbum para describir cómo marchan mis siete décadas. ¿Te ves saliendo de gira? Mucho menos. Tengo la sensación de que haré pequeñas presentaci­ones en formato acústico, en salitas para cien personas. Es un anhelo personal, como así también tocar en pequeños bares de Argentina. ¿Por qué te gusta tanto este país? Quizás por mi devoción por el tango es que me siento por momentos muy argentino. Me gusta esa faceta caliente, exagerada y desaforada... Hasta me atraen las cosas malas que tienen, los extremos, la falta de grises, esa personalid­ad tanguera y rockera, que es muy distinta en Buenos Aires del resto del país. Tanto te gusta Buenos Aires que ibas a comprar un departamen­to... Buenos Aires es la muzzarella, el bife, el tango, Borges y Cortázar, la noche interminab­le, los teatros, los porteños y esa fanfarrone­ría envolvente. Estaba casi lista una operación inmobiliar­ia y el dueño terminó vendiendo a un megaempren­dimiento chino por el doble de lo que me pedía. Fue la más dolorosa infidelida­d que sufrí en mi vida.•

“¡CUÁNTO TIEMPO SE PIERDE EN LAS REDES SOCIALES! ENCIMA SOBREVUELA ESA MENTIRA DE QUE ESTAMOS MÁS COMUNICADO­S”.

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