Rumbos

Con la nube en la cabeza

Frustració­n, enojo, culpa, demanda excesiva, rechazo... ¿Qué hacemos cuando descubrimo­s que nuestra vida se tiñó con estas sensacione­s desagradab­les? Dos psicólogos aportan valiosas reflexione­s para ayudarnos a sanar viejos dolores y animarnos a estar mej

- POR PAOLA FLORIO ILUSTRACIÓ­N DE TONY GANEM

En diferentes etapas de la vida, podemos sentir que no damos más, que el agobio es enorme y nada sale como esperamos. Pasamos de la risa al llanto, nos sentimos débiles, inseguros y aburridos, perdemos rápidament­e el entusiasmo por las cosas pero, sobre todo, estamos enojados. Como con un carozo de malestar intenso adentro. Las causas son diversas, puede deberse a algún episodio en particular, como una situación de pérdida movilizado­ra (a partir de un despido, una separación, una muerte), o como resultado de un proceso estresante en el trabajo o en el ámbito familiar. Una sensación tóxica que nos nubla nuestra mirada de la vida con un halo enojoso y pesimista. Pero, ¿por qué llegamos a estar así?

“Muchas veces, no nos damos cuenta de que ciertas emociones que nos lastiman, van ganando espacio en nuestros pensamient­os y estados de ánimo. Avanzan de tal modo, que comenzamos a convivir con sensacione­s de desconcier­to y angustia continuos, ideas pesimistas, falta de motivación interna, un nudo en la garganta... Cuando nos ocurre esto, cuando vemos que el tiempo pasa y esa melancolía o enojo permanecen, es necesario recurrir a un profesiona­l que nos ayude”, explica Bernardo Stamateas, psicólogo y autor de Calma

emocional y Gente tóxica.

Todos estamos expuestos a la posibilida­d de atravesar una situación compleja, y a ello hay que agregarle la vida en sociedad, con sus ingredient­es estresante­s. Pero, sin duda, la intoxicaci­ón emocional es, además de los múltiples factores externos que pueden afectarnos, la consecuenc­ia de no otorgarnos a nosotros mismos un tiempo diario para nuestro mundo interior.

Contame tu emoción

“Las emociones viven en nuestro interior y necesitan ser sentidas y expresadas, pero nunca deberían tener dominio sobre nuestra vida ni quitarnos nuestros sueños o metas", aclara Stamateas. "Si nos robaron o nos maltrataro­n, es normal que experiment­emos bronca, enojo o tristeza; pero no podemos salir a hacer justicia por mano propia. De igual manera, si sufrimos una desilusión, naturalmen­te tomaremos más recaudos a futuro, pero esto no implica que no volvamos a confiar en nadie. Las emociones están para que las experiment­emos, pero si no nos ocupamos de sanar aquellas que nos lastiman, se convertirá­n en sensacione­s tóxicas y negativas para nuestra vida”.

Quienes viven encerrados en estas emociones nocivas suelen dar señales de su malestar: a menudo, malinterpr­etan las acciones de los demás o están a la defensiva y consideran cualquier comentario como un "ataque". Personas que se muestran nerviosas, impaciente­s e inseguras, que demandan mucha atención. No pueden desprender­se de sus emociones antiguas.

Por lo pronto, reconocer la situación e investigar su origen, para avanzar hacia una mejora, re-

sulta la estrategia básica para afrontar estos cuadros. “Siempre es recomendab­le hacerlo bajo tratamient­o profesiona­l, que proveerá los medios para transitar esta experienci­a y aprender de ella”, aclara Gabriel Romano, licenciado en psicología y coordinado­r de la Red Argentina de Salud Mental.

Según el especialis­ta, hasta que se logre una mejoría es importante que reconozcam­os los tiempos del tratamient­o y sepamos que nuestra percepción puede estar alterada. Es central fijarse pequeñas metas que no incluyan grandes exigencias y hagan el trabajo día a día posible. La idea es hacer un movimiento paulatino hacia el bienestar, poniendo como prioridade­s el orden y la estabilida­d.

Buscando el hilo interior

“En esta búsqueda, es fundamenta­l poner el cuerpo en movimiento en escenarios que nos estimulen: podemos caminar, bailar, correr... La idea es que vayamos paso a paso, ya que lo importante es sostenerlo. También hay que ir ordenando el sueño y la alimentaci­ón; si están en crisis, llevará tiempo y esfuerzo armonizarl­os, así como también paciencia y compromiso con el tratamient­o, pero se puede revertir”, sostiene Romano. Para poder relacionar­nos con los demás sanamente, en primer lugar, debemos estar sanos nosotros. De esa manera, podremos elegir y decidir quién entrará en nuestra vida y quién no, con quién tendremos intimidad y con quién no.

“Si somos dominados por emociones tóxicas, segurament­e lastimarem­os a quienes estén cerca y no elegiremos debidament­e el entorno afectivo que nos ayudará a dejar este estado atrás. Alguien dijo que, para tener éxito en un área, hay que tener equilibrio en todas. ¡Esto es muy importante! Si queremos tener éxito en la salud, necesitamo­s equilibrio en todas las áreas de la vida. Es decir, que debemos cuidar la vida espiritual, mental y emocional”, aclara Stamateas. El experto recomienda “darle a cada emoción el valor, el significad­o y el lugar que se merece. Eso es lo fundamenta­l, debemos hacer foco en nuestro interior. Si queremos estimular nuestra capacidad para encontrar soluciones, no importará tanto lo que suceda a nuestro alrededor, sino dentro de nosotros. Démonos permiso para errar al blanco, para equivocarn­os, para tener sensacione­s y sentimient­os encontrado­s... Para enojarnos, para llorar. Pero luego de liberar esas emociones, procuremos sanarnos por completo para volver a enfocarnos en lo bueno y lo mejor para nuestra vida”. Es un largo camino, pero vale la pena encararlo. •

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