Salta, la perla norteña
Con su arquitectura colonial y sus hábitos cada vez más cosmopolitas, “La linda” se luce con una escena cultural vibrante, naturaleza, los mejores vinos y gastronomía para darse el gusto.
Hubo un tiempo, hacia la primera mitad del siglo XIX, en que Salta obró como plató principal de las revueltas políticas que cimentaron el proceso independentista criollo. Tapizada de una encantadora arquitectura colonial, su condición de joya de la corona perdura en su configuración moderna. Además, lleva adosado el piropo de la linda, tanto en los impresos de turismo como en los libros de historia, ya que su nombre deriva de sagta –“la muy hermosa”, en lengua aymara–, como la bautizaron sus primeros pobladores. Para atisbar su herencia patrimonial, basta recalar en la plaza 9 de Julio y sus alerdedores. Pero la ciudad no vive sólo de las batallas del pasado y su prestigio ancestral. Hoy reluce como una ciudad de una escena cultural vibrante, con gastronomía y vinos para ponerse las botas, museos para sacarse el sombrero y siempre que se pueda, reincidir a gusto.
Museo Güemes Oda al caudillo
El general Güemes, máximo representante de la mitología salteña, tiene desde junio una morada especialmente diseñada para su tributo. La Casa Museo de Martín Miguel de Güemes, recientemente declarado Héroe Nacional, cuenta con diez salas que recorren los hitos de la vida del líder de la guerra gaucha que frenó el avance español con sus tácticas de guerra montonera. Cada sala está dispuesta con recursos audiovisuales, y los visitantes pueden hacerse una idea del entorno en el que nació y desarrolló su biografía el militar, su llegada a la Gobernación de Salta y su trayecto revolucionario.
Museo de Alta Montaña Ritual incaico
El paisaje de la plaza 9 de julio revela también el Museo de Arqueología de Alta Montaña, abierto en 2004 con el objetivo de albergar la colección arqueológica “Niños del Llullaillaco”, uno de los descubrimientos más relevantes de las últimas décadas de esa disciplina. Se trata de las momias infantiles que, tras una expedición científica multinacional, fueron halladas en 1999 en un estado de conservación excepcional, acompañadas de sus ajuares funerarios. Aunque se multiplican las leyendas respecto de su origen, lo cierto es que los niños fueron sepultados vivos en el volcán homónimo, a 6.700 msnm, como parte de un ritual de sacrificio incaico. Hoy se pueden contemplar en unas salas modernas que disponen de cápsulas de criopreservación.
La Casona del Molino Peña con pedigrí
En La Casona del Molino, lejos de las luces del centro, se puede experimentar en vivo la vigencia de una tradición folklórica lejos de la pompa y el artificio del gaucho de postal. Viejo lugar de reunión de toda la vida, congrega en su patio central la casa de comida, que permite degustar las clásicas raciones de humitas y tamales, locros y mazamorra, la sobremesa y la guitarreada, ejes de la tertulia local. Allí se pueden degustar empanadas de charqui –carne secada al sol– o milanesas de quesillo al ritmo de zambas, cuecas y chacareras entre paredes de adobe de trescientos años.