DESDE EL OTRO LADO DEL CHARCO
Una mirada al fenómeno que trascendió las fronteras de España y que invita a hacer odiosas comparaciones con la producción nacional.
“perdió” entre tanta oferta en pantalla”, nos esperanza.
Para Montero, la clave del éxito de las ficciones ibéricas es que no le temen al ridículo. “Narran historias súper fantásticas, como la de El ministerio del Tiempo [sobre una patrulla del gobierno español que realiza viajes a diversas épocas de la historia], con las que apuntan a las emociones y no tanto a la cabeza”, analiza.
“Las series no tienen que ser realistas, sino verosímiles. Si una ficción cumple con eso, funciona”, afirma el guionista, y cita una serie de culto argentina, Los Simuladores, como un caso ejemplar. “Funciona porque es completamente lúdica; Damián Szifrón perdió el miedo y creó un universo propio sin importarle nada más, sin pedirle permiso a nadie”.
Puede que en la Argentina no escaseen el talento ni las ideas, pero la financiación es siempre un obstáculo. “Hoy en día, hacer ficción nacional cuesta mucho. Las productoras tienen mejores chances cuando se asocian con cadenas como TNT o HBO. Ahí está la clave para pegar saltos de calidad. Con más dinero podés pagar mejores guionistas, mejores directores. A la hora de producir miniseries, Pol-Ka y Underground vienen haciendo ese camino. Por eso las pasan por canales de aire y, en simultáneo, por cable”, señala Orta.
Se estima que cada capítulo de La casa de papel costó unos 300 mil dólares, mientras que, según sus creadores, las dos primeras temporadas de El ministerio del tiempo salieron entre 650 y 800. Las producciones nacionales –es fácil adivinarlo– manejan cifras más modestas. “Acá quieren ganar plata invirtiendo poco. Trabajé en tiras diarias y la experiencia es calamitosa: que ni se te ocurra pedir una lluvia, un exterior de noche o algo tan sencillo como una escena en un velero amarrado en una marina”, cuenta Montero.
Nathalia Videla, productora audiovisual de Magma Cine, responsable de películas como El ciudadano ilustre (2016), está de acuerdo: “Sin una buena financiación, no podés hacer un producto competitivo. Y si no tenés un producto de calidad, no te lo va a comprar nadie. Para entrar a Netflix o a otras ventanas, necesitás un capital importante, que en Argentina es difícil de conseguir”, afirma. Y subraya la importancia de que el Estado –a través de entes como el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA)– regule y apoye la producción y comercialización de contenidos.
A diferencia de España, donde la producción audiovisual recibe apoyos estatales y regionales (además de incentivos para la posterior distribución de sus contenidos), explica Videla que los concursos que convoca el INCA A son escasos y por lo general favorecen a aquellas productoras que tengan aseguradas grandes pantallas, como las de Telefe y El Trece.
¿La Argentina está todavía lejos de poder tener su propio boom internacional? “Ya estamos exportando contenidos a pequeña escala. Pero para que se masifiquen como la producción española, sí falta”, sentencia la productora. “Por ahora es muy difícil competir”. •