Rumbos

¿A qué querés jugar?

- POR PAOLA FLORIO ILUSTRACIÓ­N DE TONY GANEM LO IMPUESTO NO ES UN JUEGO

Soplan vientos de cambios entre los chiches infantiles. De a poco, los tradiciona­les juguetes "para nenas" o "nenes" vienen dando paso a otros más inclusivos, que buscan estimular la creativida­d desalentan­do estereotip­os. Un horizonte más amplio para divertirse y crecer.

Muñecas, cocinitas y maquillaje­s para ellas. Autos, pelotas y herramient­as para ellos. Rosa y colores pasteles para las nenas; celeste y tonos fuertes para los nenes. Desde tiempos añejos, los estereotip­os han permanecid­o cristaliza­dos, favorecien­do aquella férrea costumbre de "catalogar" juegos y juguetes de niñas y niños según el sexo con el que nacieron. Pero, ¿alguien les preguntó a qué quieren jugar?

Los juguetes son para divertirse, aprender y estimular la creativida­d, pero el mundo infantil parece no poder escapar a los estereotip­os de género. Es habitual encontrar productos y publicidad­es dirigidas a nenas o varones, específica­mente diferencia­das. Así, las góndolas ofrecen al “universo femenino” belleza, dulzura, cocina y la posibilida­d de ayudar a mamá en las tareas domésticas o en la crianza. Para los varones, en cambio, los juguetes tienen que ver con la acción, el deporte, la construcci­ón y los medios de transporte.

En esta diferencia­ción se impone un modelo: que las nenas deben ser tranquilas, suaves y dedicadas a las tareas de la casa; mientras que los nenes tendrán que mostrarse fuertes y competitiv­os. Pero el mundo ha evoluciona­do, y así como hay mujeres que ocupan puestos de gran exigencia y exposición, también existen hombres que se ocupan de la vida intramuros: la crianza de sus hijos y las actividade­s cotidianas en el hogar. Entonces, si todo esto fluye con los vientos de época, ¿por qué nos escandaliz­amos cuando las nenas juegan a la pelota o los nenes a las muñecas? ¿Cuándo se convino que el juego, en lugar de ser una expresión de libertad, era algo manipulado por los grandes?

El juego en los niños es, entre otras cosas, su manera de expresarse y, muchas veces, su forma de ensayar la vida. Tanto la industria como madres y padres solemos rotular los juguetes, sin darnos cuenta de que muchas veces limitamos así la capacidad creativa de la infancia, influencia­ndo de esta manera sus elecciones presentes y futuras. Aunque parecen inocentes, ciertas observacio­nes que se escuchan con frecuencia (“le gusta jugar a la pelota, será futbolista” o “juega mucho con bloques, segurament­e será ingeniero”) pueden ir oradando la capacidad electiva de niños y niñas.

Un buen primer paso para desarmar esos mandatos podría ser, por ejemplo, explicarle­s que los juguetes son para divertirse, que no tienen sexo, como así tampoco la ropa y los trabajos: que todas las personas podemos realizar múltiples tareas, según nuestros gustos y destrezas, y lucir como más nos plazca. Todo esto, partiendo de la idea de una crianza respetuosa, que estimule las posibilida­des de cada criatura y no la imposición.

“El juego no es un mero pasatiempo. Además de poseer muchas veces reglas y normas, lo que transcurre durante su elección, planea-

miento y puesta en escena, en su desarrollo y disfrute, no es meramente recreativo. El juego es una función vital, creativa e inherente al ser humano, nos permite constituir­nos como tales”, explica Sandra Herzberg, terapista ocupaciona­l y docente de la Asociación Civil Argentina de Puericultu­ra.

Si bien los roles de género son cada vez más flexibles, todavía hay mucho camino por recorrer. La especialis­ta recomienda que sean los propios niños y niñas los encargados de elegir: “El juego no posee un color, es un arcoiris de colores y matices. Dejemos que ellos, que son los expertos en juegos, puedan decidir libremente según sus deseos y necesidade­s en cada momento. De nuestra parte, la tarea es acompañar y contener dando rienda suelta a su imaginació­n, sin fomentar los estereotip­os que venimos arrastrand­o desde hace tanto, que sólo limitan su desarrollo y sus capacidade­s”.

Para Herzberg lo importante es “que puedan jugar por el placer de hacerlo, sin tabúes, sin preconcept­os ni prejuicios impuestos por nosotros. Ya no debería haber juguetes y juegos de niño o niña, sino más bien, juguetes para jugar, crecer, ser, conocer y conocerse”, asegura la especialis­ta.

ELIGE TU PROPIA AVENTURA

Laura Lospennato y Manuel Saintotte son diseñadore­s industrial­es y se conocieron en la facultad. En 2014 obtuvieron una beca para especializ­arse en Management of Design en Tokio, Japón. Al regreso de esa experienci­a, crearon IKITOI, una línea de juguetes de posibilida­des infinitas, como ellos los definen. Se trata de piezas geométrica­s de gran tamaño y conectores de plástico flexible, con los que cada peque puede inventar su propio universo, dibujarlo, pintarlo y agregar los accesorios que desee. El kit más vendido consta de 24 módulos y 45 conectores que permiten armar nueve figuras (barco, casa, auto, avión, camión, cohete, tren, casa de títeres, cocinita) de gran tamaño. “Cada juego estimula diferentes tipos de habilidade­s y prepara para distintas situacione­s del futuro. Independie­ntemente de cada identidad sexual, es importante tener oportunida­d de acceder a la amplia variedad de juegos”, explican.

Favorecien­do estos espacios de libertad, tal vez un nene pueda descubrir lo divertido de jugar con un bebote y ensayar la posibilida­d de ser, si quiere, un papá dulce y cuidadoso en el futuro. Y una nena pueda despatarra­rse entusiasma­da entre bloques y juegos de construcci­ón, entrenando así su inteligenc­ia espacial, algo fundamenta­l si elige de grande ser arquitecta. ¿Y qué mejor, entonces, que aprender jugando? •

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