Rumbos

Una fábula de blues

- POR DIEGO MARINELLI

Me he olvidado de un montón de cosas de mi vida, pero recuerdo perfectame­nte la dirección de Chess Records: el 2120 de la avenida South Michigan”, cuenta Keith Richards mientras sonríe con una de esas muecas suyas de pirata inglés que le ha dado mil vueltas al mundo. En 1964, en medio de su primera gira por Estados Unidos, los Stones se escaparon a Chicago para conocer la sede de la discográfi­ca fundada por los hermanos judíos Leonard y Phil Chess, la pionera factoría del blues americano. Richards y Jagger habían crecido en el Londres de posguerra mitificand­o a los bluseros de Chess (Muddy Waters, Howlin’ Wolf, Bo Diddley y tantos otros) por lo que una visita a su sede se sentía como una peregrinac­ión a la Meca. Y así se cuenta en el maravillos­o documental Under the influence, donde el guitarrist­a stone evoca a los músicos que definieron su estilo y el de su banda, en una travesía autobiográ­fica marcada por el amor a un género que parecía olvidado hasta que los rockeros blancos de los 60 lo volvieron a poner en órbita. Richards cuenta que cuando los ya archifamos­os pelilargos británicos atravesaro­n la puerta de Chess, el mítico Muddy Waters (en honor a su canción “Rollin’ Stone” la banda se llama así) estaba pintando los pasillos, ya que sus discos no interesaba­n a nadie desde hacía años. Pero los Stones lo rescataron del exilio y le pavimentar­on una segunda edad de oro que se extendería hasta el fin de sus días. Caída y redención: una típica historia de blues. •

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