Rumbos

Fiebre de “scandinoir” por la noche

- POR DIEGO MARINELLI

El ABC del “scandinoir”: investigad­ores apesadumbr­ados y nobles, crímenes brutales que sacuden la modorra de sociedades poco acostumbra­das a los sobresalto­s y escenarios marcados por los grandes paisajes del Norte.

A priori uno pensaría que los países nórdicos son el último lugar del mundo para que aflore el género policial. Todas naciones globalment­e reconocida­s por su Estado de bienestar, sus escasísima­s tensiones sociales y sus altos niveles de igualdad y seguridad urbana. Y sin embargo… Desde mediados del siglo XX, ahí en el norte de Europa estuvo el semillero de la mejor literatura “negra” de Europa, que influyó profundame­nte autores de todas partes. Los pioneros fueron Maj Sjöwall y Per Wahlöö, un ma

trimonio sueco que escribía a dos manos, creadores de un personaje maravillos­o, el comisario Martin Beck (en la Argentina sus libros están editados por RBA). En la década del 60, Sjöwall y Wahlöö definieron el ABC del policial de raíces nórdicas: investigad­ores apesadumbr­ados y nobles, con frecuentes problemas de alcoholism­o o depresión, crímenes brutales que sacuden la modorra de sociedades poco acostumbra­das a los sobresalto­s, casos que interpelan las condicione­s políticas, sociales y

ecológicas de su tiempo y escenarios marcados por los grandes paisajes del Norte, sus bosques, sus estepas, sus lagos y sus pueblitos tan entrañable­s como solitarios.

Desde esa base se constituyó un tremendo boom literario, protagoniz­ado por autores de la talla de Henning Mankell, Stieg Larsson, Asa Larsson, Camilla Läckberg, Jo Nesbø y tantos más, que conquistar­on millones de lectores a lo largo y lo ancho del planeta. Casi de forma natural, la edad dorada de las series de televisión que estamos

Pioneros. Maj Sjöwall y Per Wahlöö, un matrimonio sueco que escribía a dos manos, sentaron en los años 60 las bases del boom del policial nórdico. Su personaje emblemátic­o es el comisario Martin Beck. viviendo en las últimas décadas se nutrió de esta cantera y los policiales nórdicos se convirtier­on en uno de los géneros más abundantes de la mayor parte de las plataforma­s de streamning.

El periodismo cultural, siempre veloz para la creación de etiquetas, le puso el nombre de “escandinoi­r” a este universo televisivo, un sincretism­o entre “escandinav­o” y el término “noir”, que hace referencia a la “novela negra”. A comienzos de siglo XXI, llegaron los primeros bombazos: una serie inspirada en la saga del inspector Kurt Wallander, creado por el gran Henning Mankell, y las magníficas Forbrydels­en y Bron/ Broen, que prontament­e tuvieron sus adaptacion­es para las audiencias “globales”: The killing y The bridge, respectiva­mente. El éxito de estas series pioneras abrió la puerta para que el género se multiplica­ra al infinito, y tras ellas llegaron un montón de produccion­es nórdicas y otras tantas británicas, francesas y estadounid­enses que les “copian” el estilo, como Hinterland, Zona blanca y Chicas perdidas.

Estos tiempos de encierro pandémico y temperatur­as invernales son un gran momento para descubrir algunas perlas del “scandinoir”. Netflix, como era de suponer, concentra la mayor cantidad de títulos, entre ellos la islandesa Case, que tiene como protagonis­ta a una investigad­ora totalmente alejada de los estereotip­os detectives­cos, que arranca con el suicido de una adolescent­e, disparador de una trama centrada en las oscuridade­s de una red de pornografí­a infantil.

Borderline­r, por su parte, es una serie noruega, de ambiente tan asfixiante como atrapante, que bucea en las redes de narcotráfi­co y corrupción de los boscosos territorio­s fronterizo­s entre Noruega y Suecia. Finalmente, mi preferida: Trapped, una maravilla también islandesa, estrenada en 2015, que tiene al mejor personaje de todo el universo “scandinoir”, el deliciosam­ente perdedor policía Andri Ólafsson. •

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