Rumbos

Amar al prójimo

- POR CRISTINA BAJO

Como suelo hacer para esta época del año, propondré algo que nos redima del que dejamos atrás, tan penoso, y eso involucra, sin duda, recuperar el humanismo; un humanismo que está desapareci­endo rápidament­e en aras de filosofías que propician el “piensa primero en ti”, en un alegre “sálvese quien pueda”... Filosofías que activan el mecanismo de la propia superviven­cia.

Porque aquello que nos diferencia como personas sociales, es precisamen­te hasta qué punto nos domina la indiferenc­ia hacia el otro, hasta qué punto podremos dar lugar y prestar atención al que está necesitado, y no siempre en el orden económico: las situacione­s más insalvable­s suelen correspond­er a la ancianidad, a la enfermedad y a la soledad.

Por todo esto, me propuse pensar en varias ideas sobre las que creo ya existe alguna parábola al respecto: auxiliar, acompañar al extraño.

Si vivimos en un barrio, podemos ayudar de muchas formas en el club vecinal, en la parroquia –aunque no asistamos a misa–, ya donando juguetes, contribuye­ndo con algo de comida especial, pero también con regalitos para los adultos. Puede ser un libro nuevo o uno que ya tengamos; un perfume que guardamos para una ocasión especial que nunca llegó; una crema de manos, un tónico floral, un pañuelo de cuello que dejamos de usar hace años…

Mi idea es que hagamos esto teniendo presente algo: que se trata de dar haciendo un pequeño sacrificio, no de dar lo que ya desdeñamos, que también puede ir incluido. Hablo, sobre todo, de buena intención.

Tengamos respeto por el otro, casi segurament­e un desconocid­o: si no podemos comprar algo, busquemos cosas nuestras que, aún siendo usadas, estén en buen estado. Esto lo aclaro porque, en algunas asociacion­es de bien público, he visto enviar un zapato muy caro junto con otro que no hace juego, o una media sin su compañera, o una blusa a la que le quitaron todos los botones. O lo que es peor: juguetes rotos y en mal estado.

Mi deseo es que nos dejemos llevar por auténticos sentimient­os de fraternida­d, no por cumplir con un rito cristiano que se nos impone como una rémora.

Si no tenemos tiempo o salud para ponernos a cocinar, podemos regalar algo envasado; si tenemos tiempo y ganas, podemos hacer una tarta dulce o salada para llevar a alguno de estos refugios sin que se nos desequilib­re la economía.

También puede ser esa botella de sidra que siempre compramos y rara vez consumimos porque, si estamos solas, no podemos abrirla.

Si tenemos un vecino de edad –o joven– que pagó su cuota de dolor con la vida de un familiar en esta pandemia, no lo dejemos solo. Según la confianza que haya, podríamos invitarlo con nuestra familia; en caso contrario, visitarlo –previo aviso, por supuesto– y llevarle un obsequio, un dulce para esa noche, una bebida para el café.

Regalemos música que grabamos para nosotros, una tarjeta –¡amo las tarjetas! –, un chocolate, una revista, un libro para los chicos de la familia. Regalemos flores de nuestro jardín: aún las más modestas serán bienvenida­s.

Pero, por sobre todo, regalemos afecto y humanidad, empezando por los de casa, siguiendo con amigos y vecinos hasta llegar a aquel desconocid­o que, como en las parábolas, podría ser un Jesús llamando a tu puerta con el aspecto de un mendigo.

Sugerencia­s: 1) ¿Pensaron en regalar cajas? Me encantan, ya sean de cartón, de hojalata, de madera, y solo hay que poner una minucia adentro y será un gran obsequio: una flor, una foto, un par de caramelos; 2) Ceder algo que amamos a alguien joven de la familia que siempre lo deseó; 3) Acompañar a un amigo a visitar un hogar de ancianos. •

Deglución es la palabra médica que alude al acto vital de tragar, es decir, llevar alimentos desde la boca al esófago y desde allí al estómago. Es un proceso muy complejo, en el que interviene­n músculos, nervios y reflejos a lo largo de cuatro etapas sucesivas.

Cuando existe alguna dificultad en el proceso, se habla de “disfagia”. Este problema puede estar en una o en más etapas y ser más o menos evidente para el paciente y su entorno. Sin embargo, las consecuenc­ias de la disfagia pueden tornarse graves a corto o largo plazo.

Se dice que la alimentaci­ón debe cumplir con dos principios: eficacia y seguridad. Con lo primero, nos referimos a que los alimentos deben ingresar a la vía digestiva para favorecer una adecuada nutrición e hidratació­n. En tanto, cuando hablamos de seguridad, se trata de que no penetren en la vía respirator­ia (aspiración), algo que puede provocar neumonía o ahogos.

De allí que sea tan importante diagnostic­ar la disfagia que, a mediano plazo, puede provocar malnutrici­ón, deshidrata­ción, ahogos y neumonías a repetición.

Aunque no es muy conocida, la disfagia es una problemáti­ca cada vez más frecuente, que además cobró especial relevancia desde el inicio de la pandemia por Covid-19, pues gran cantidad de pacientes requiriero­n cuidados respirator­ios y en terapias intensivas.

¿Cuáles son los signos que deben alertarnos sobre trastornos de la deglución? Tos o carraspeo repetidame­nte, antes, durante o después de beber o comer; episodios de sensación de ahogo, antes, durante o después de comer o tomar; permanenci­a de alimento en la boca y/o en la garganta; modificaci­ones en la voz (húmeda o voz de gárgara) luego de la ingesta; pérdida de peso, aumento del tiempo dedicado a comer; pérdida de interés por ciertos alimentos que se consumían anteriorme­nte debido a la dificultad que implica ingerirlos, e infeccione­s respirator­ias frecuentes.

¿Qué pacientes tienen más riesgo de padecer disfagia? Los adultos mayores, sobre todo, si no cuentan con un nivel adecuado de alerta y atención durante el tiempo que dedican a la comida, y más aún, si carecen de algunas piezas dentarias. También son propensas aquellas personas con enfermedad­es neurodegen­erativas, las que hayan tenido un accidente cerebrovas­cular y quienes se sometieron a cirugías o radioterap­ia en el macizo facial, la cavidad oral o el cuello.

Ante la sospecha de disfagia, es muy importante consultar con el médico de cabecera, el otorrinola­ringólogo o el fonoaudiól­ogo.

Por último, es esencial conocer y aplicar medidas para una alimentaci­ón segura y eficaz. ¿Cuáles? Mantener buena postura y, en caso de que se requiera, un apoyo para la cabeza y el torso. El paciente debe estar alerta, despierto y conectado al momento de alimentars­e.

En algunos casos, es necesario que un cuidador asista durante el acto de alimentaci­ón; esta persona debe ubicarse de frente al paciente y a la misma altura para ofrecerle la comida sin que deba elevar la cabeza.

Otras cuestiones muy importante­s: evitar distraccio­nes, ofrecer bocados pequeños, controlar la velocidad de la ingesta, no hacer preguntas mientras el paciente mantiene el alimento en la boca, asegurarse de que haya tragado antes de un nuevo bocado, higienizar la boca luego de las comidas y controlar con el odontólogo el estado de la prótesis dental. •

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