La Voz del Interior

Migrantes africanos.

Un mundo de espiados, sedientos e invisibles, sin derecho a nada.

- Marcelo Taborda

Tal vez ningún enfoque de la semana debería soslayar entre las noticias internacio­nales las interminab­les derivacion­es de los secretos del espionaje estadounid­ense a escala global, desnudados por el exanalista de la CIA y la NSA Edward Snowden. Los cruces entre Washington y sus socios y “amigos” europeos fueron cambiando de epicentro desde París hasta Berlín y de ahí a Madrid, hasta llegar al mismísimo Vaticano; con referencia­s a un monitoreo anterior al todavía “papable” Jorge Bergoglio, en el arzobispad­o de Buenos Aires.

Pero el tema del espionaje, tan inagotable como trillado por estos días, tampoco debiera tapar costados de una crisis global que sigue acuciando a quienes nunca les llegaron respuestas ni soluciones de fondo. Así, la semana que hoy termina empezó con una nueva “marea blanca” de indignados españoles, que ganaron las calles en defensa de la salud pública y en contra de su pri- vatización. Los ajustes en sanidad y atención primaria siguen provocando heridas en los sectores sociales más desprotegi­dos de un país que ha visto, en los últimos años, duplicada su pobreza.

Ayer los reclamos callejeros, que casi a diario se repiten en Grecia o Portugal, derivaron también en enfrentami­entos en Roma, con grupos rotulados como “antisistem­a” que chocaron con policías, tras una marcha por el creciente problema de la vivienda en Italia.

Indigna sepultura

Sin embargo, estas pulseadas por derechos no fueron ni las más dramáticas ni las más invisibili­zadas por el bombardeo de informacio­nes y la volatilida­d de ellas.

Otra vez la peor de las noticias llegó desde África y tuvo que ver con migrantes desesperad­os que se lanzan en busca de una vida mejor. Y una vez más, la tragedia envolvió en su mayoría a niños y mujeres, cuyas vidas se apagaron con escasísima repercusió­n y solidarida­d de quienes tienen responsabi­lidades y poderes.

Esta vez, no fueron tragados por el Mediterrán­eo porque ni siquiera pudieron acercarse a sus costas por Libia o Argelia para intentar travesías a menudo suicidas. Esta vez, casi un centenar de migrantes (muchos más según versiones) se murieron de sed en el desierto del Sahara cuando trataban de cruzar la frontera entre Níger y Argelia en camiones destartala­dos que los dejaron a la deriva, a merced del sol, el calor y los chacales. De no ser por el aviso dado por un puñado de sobrevivie­ntes del grupo de nigerinos, que habían iniciado su peligroso periplo en septiembre, tal vez la arena y la indolencia hubieran sepultado para siempre a esos 52 chicos, 33 mujeres (muchas de ellas sus madres) y siete hombres, cuyos cadáveres fueron hallados hace un par de días.

Tal vez su ilusión era embarcarse, como tantos subsaharia­nos que ponen proa hacia Malta o Lampedusa, la isla italiana cuya solidarida­d con los inmigrante­s no la libra del drama de haberse convertido en superpobla­do cementerio de náufragos sin papeles.

Los nigerinos ni llegaron al mar. Y si lo hubieran hecho, y sus destinos no quedaban sumergidos, los esperaría la Europa en crisis a la que se aludía en el comienzo de estas líneas.

En esa Europa hay quien se interesa en “hacer visibles” a los sin papeles, aunque con el sólo fin de que sus fuerzas de intoleranc­ia y xenofobia ganen adherentes y votos. Lo hace Marine Le Pen, con el ultranacio­nalista Frente Nacional, en Francia. O los neonazis de Amanecer Dorado en Grecia, culpando a los extranjero­s de todos los males.

Lo hacen muchos otros, pre- tendidamen­te más abiertos, por lo bajo, con más o menos vergüenza, según aconsejen asesores o encuestas. Y no pasa sólo en la lejana y atribulada Europa.

Otros desiertos

La informació­n de los migrantes muertos en Níger llegó casi en cuentagota­s, como si el desierto también hubiera querido sepultarla.

Pero la de ese centenar de víctimas anónimas no fue la única tragedia de la semana en la que todos debieran reparar, si de verdad se concibe al mundo como global.

Ayer trascendió que 964 personas murieron sólo en el mes de octubre a raíz de atentados terrorista­s en un Irak sin guerra, pero sin paz. Otros cinco civiles paquistaní­es habrían engrosado la lista de blancos fatalmente errados por drones de Estados Unidos en busca de líderes de Al Qaeda. Y mientras se esperan acuerdos políticos, conflictos desangran a Siria o al resto de Medio Oriente.

Pocos reparan en aquellas víctimas, mientras se siguen revelando tramas de espionaje y los focos de la informació­n aterrizaba­n ayer sobre el aeropuerto de Los Angeles.

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AP Tragedia. Oficiales nigerinos sepultaron el miércoles al centenar de migrantes muertos de sed.
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