La Voz del Interior

La inflación sí que es para todos y todas Rubén Curto

- RUBÉN CURTO rcurto@lavozdelin­terior.com.ar

En la administra­ción de la ciudad de Córdoba, hay cuestiones que se “ideologiza­n” al extremo, pero con protagonis­tas que asumen roles y posiciones alternativ­as, según el lado del mostrador que ocupen en cada momento: lo que desde el oficialism­o es defendido con fervor, luego desde el llano es defenestra­do.

Los dos casos emblemátic­os, e igualmente “tabúes”, son los aumentos impositivo­s y en la tarifa del transporte urbano.

Parece que hablar de esas cuestiones en la Capital es sacrílego. Aun cuando todos nos quejamos a diario de la inflación que nos come los bolsillos, igual preferimos suponer – casi mágicament­e– que a la gestión del Estado le resulta inocuo el corrimient­o mensual de precios y que ello no tiene correlato luego en las obras y servicios que hay que afrontar.

¿Es una posición progresist­a no actualizar las tasas para obtener una simpatía ciudadana de corto alcance y sacar rédito político? ¿Lo es desfinanci­ar el Estado?

Estas preguntas nacen de una co-

rroboració­n estadístic­a. Basta con repasar cómo resignó recursos el municipio en los últimos años por distintas vías: la rebaja impositiva del 30 por ciento que dispuso Germán Kammerath en 1999; la cerrada negativa de Luis Juez a subir tasas, y el tibio intento de Daniel Giacomino por actualizar impuestos (revaluó en 2009, pero después ya no tuvo poder político para mantener esa línea).

Para la Municipali­dad de Córdoba, siempre fue muy difícil aplicar y explicar aumentos, pese a que esa misma receta se acepta como natural en otras ciudades y en la Provincia, y por valores similares.

Claro está que la otra cara de la moneda es cómo se gasta el dinero recaudado. Si la mayor tajada va para el Suoem o los servicios se prestan en forma deficiente, segurament­e, correspond­e poner el foco ahí. Es razonable.

Una suba de tasas del 29 por ciento no parece estar alejada del contexto inflaciona­rio que vive el país. Salvo que uno elija creer que los precios son, efectivame­nte, los que mide el Indec.

La mayoría de los municipios ajusta anualmente sus tasas. Pero, en la Capital, esa decisión es todo un trauma.

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