La Voz del Interior

La más joven carne de cañón

- Marcelo Taborda

L as imágenes y los hechos se suceden sin dar tiempo para calibrar su dimensión. Un video muestra a policías iraquíes en el momento de arrestar a un chico, vestido con la camiseta del Barcelona. Debajo de la casaca, que en su espalda tiene estampados el número 10 y el nombre de Messi, los guardias han detectado un cinturón con explosivos que logran desactivar a tiempo. La filmación dio la vuelta al mundo el lunes pasado, aunque el hecho ocurrió en la noche del sábado, en la ciudad kurdo-iraquí de Kirkuk.

Casi a la misma hora en la que se desactivab­an los explosivos del aterroriza­do “kamikaze” en Irak, en la ciudad turca de Gaziantep, casi en la frontera con Siria, un atacante suicida se inmolaba en medio de una fiesta de bodas kurda. El estallido dejó con vida a los novios, pero mató a 54 invitados. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, atribuyó la autoría intelectua­l de la matanza al Estado Islámico y dijo que su ejecutor material había sido un adolescent­e de 12 a 14 años. Horas después, el premier turco, Binali Yildirim, contradecí­a la tesis inicial y agregaba dudas al dolor y a la angustia de un pueblo.

Una de las pocas certezas de esa noche trágica es que más de la mitad de los muertos (29 sobre 54) fueron niños o adolescent­es.

Las noticias sobre estos chicos, víctimas de la guerra incluso cuando los obligan a actuar de victimario­s, o cuando manipulan su dolor, llegaron un par de días después de otro video estremeced­or: el que mostraba el rescate de Omran Dagneesh de una casa bombardead­a en Alepo. La imagen del nene de 5 años sentado en la ambulancia encarnaba la precaria situación de decenas de miles de chicos en esa ciudad y en casi toda Siria. Según el enviado de la ONU Staffan de Mistura, las víctimas fatales de 5 años de conflicto sirio superarían las 400 mil; 50 mil de ellas, menores.

El caso de Omran derivó en discusione­s acerca del “uso propagandí­stico” de niños atravesado­s por el dolor. Mientras los múltiples actores e intereses cruzados en Siria se achacaban culpas, a uno de los hermanos de Omran, de 10 años, se le fue la vida. Ese deceso apenas tuvo eco.

La estela de niños involucrad­os en esta cadena de partes bélicos hizo que el asunto llegara hasta el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Apenas una catarsis.

Prevenir tempestade­s

Según un informe del Fondo para la Infancia de la ONU (Unicef), presentado en julio en Berlín, uno de cada nueve niños en el mundo, esto es, unos 250 millones de chicos, vive en zonas en guerra del planeta o en conflictos que amenazan sus vidas. En estos cinco años, hubo 16 millones de nacimiento­s en esas regiones.

Otro relevamien­to, esta vez de un grupo sirio, indica que, como mínimo, unos 400 menores fueron reclutados por el Estado Islámico en 2015. Algunos videos del grupo han mostrado atrocidade­s que se obliga a cometer a los chicos.

Una situación similar padecen cientos de niñas de Nigeria, sometidas a la secta Boko Haram. Los esporádico­s ataques cometidos en mercados por nenas “suicidas” son reflejo de ese horror.

A estos casos habría que sumar los de miles de “niños soldados”.

El papa Francisco, en su visita de noviembre pasado a Kenia, denunció que los menores son carne de cañón para “negocios manchados de sangre”.

Para condena de esos chicos y desgracia de todos, tales negocios siguen fogoneando guerras que arrebatan infancias y se cobran vidas inocentes. Así siembran los vientos de odio que devendrán en futuras tempestade­s; siempre que no se haga nada para impedirlo.

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(ap) Chico bomba. El menor detenido con explosivos el sábado en Irak.
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