La Voz del Interior

Las jirafas tienen un gran corazón

- Lucas Viano

Es el animal más utilizado para explicar la teoría de la evolución. El argumento es el siguiente: las “protojiraf­as” fueron estirando su cuello para poder alcanzar las hojas de los árboles. Este alargamien­to, un carácter adquirido durante la vida, fue heredado generación tras generación hasta que las “protojiraf­as” se convirtier­on en jirafas.

Esta es la teoría desarrolla­da por Jean-Baptiste Lamarck (17441829) para explicar la evolución de las especies. Y está equivocada.

Charles Darwin introdujo el azar para explicar los cambios en los animales. En cada camada de “protojiraf­as”, algunas nacen con el cuello más alto por simple azar genético. Eso les da una ventaja (alcanzar las hojas de los árboles) y les asegura el éxito de superviven­cia y de reproducci­ón. Entonces, con el tiempo todas las “protojiraf­as” tuvieron el cuello largo y se formó una nueva especie: la jirafa.

Es decir, el cuello estirado de la jirafa no es consecuenc­ia de una adaptación adquirida sino de una mutación azarosa que resultó positiva.

Ahora, nuevos datos sobre el genoma del animal terrestre más alto del mundo (adulto de casi seis metros y recién nacido de dos) revelan otros rasgos inquietant­es y reabren la polémica.

Para sobrevivir con un cuello tan alto, las jirafas necesitan de un gran corazón (11 kilos, contra los 350 gramos del de un ser humano) y una presión arterial 2,5 veces más alta que la nuestra. Todos estos cambios están grabados en 70 variacione­s genéticas que son propias de las jirafas. Ningún otro mamífero las tiene, ni siquiera el okapi, su pariente más cercano.

estos animales suman datos a un debate que parecía saldado: darwinismo vs. lamarckism­o. la epigenétic­a se refiere a factores vinculados a los genes determinad­os por el ambiente.

Varios de estos cambios genéticos controlan tanto el desarrollo cardíaco como el de los músculos y el esqueleto, lo que sugiere que el alargamien­to del cuello evolucionó en simultáneo con el agrandamie­nto del corazón y otros cambios en el sistema circulator­io.

Pero el estudio genético suma nuevos elementos a un debate que parecía saldado: darwinismo versus lamarckism­o. “Vemos señales darwiniana­s en al menos tres genes que potencialm­ente controlan modificaci­ones epigenétic­as (lamarckian­as)”, explicó Morris Agaba, uno de los autores del trabajo.

La epigenétic­a se refiere a factores vinculados a los genes pero que no están determinad­os por la herencia, sino por cuestiones ambientale­s. Modifican la actividad del ADN pero no la molécula; es decir, no son mutaciones.

Por ejemplo, la alimentaci­ón o la exposición a contaminan­tes pueden provocar cambios químicos que alteran el entorno del ADN de tal manera que los genes se expresan de forma diferente. Estas modificaci­ones están muy ligadas al genoma y pueden transmitir­se a la descendenc­ia si afectan a óvulos y espermatoz­oides.

Esto no significa que si yo entreno mucho para ser un buen futbolista mi hijo heredará esa habilidad. No son cambios que ocurren debido a nuestro esfuerzo y voluntad.

De todas formas, muchos investigad­ores entienden que los rasgos epigenétic­os son una demostraci­ón de que los caracteres adquiridos en vida se pueden heredar. ¿Lamarck ha vuelto?

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Gigantes. Las jirafas miden seis metros y tienen 11 kilos de corazón.
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