La Voz del Interior

La muerte de Carina, el enigma criminal del año

- cgleser@lavozdelin­terior.com.ar Claudio Gleser Código rojo

E ste no es ni será un año más en materia de violencia de género en Córdoba. Cuando aún restan tres meses para que concluya, con las 14 mujeres asesinadas en distintos puntos de la geografía provincial, 2016 ya superó en dramas a 2015, cuando la cifra de femicidios trepó a 12 casos.

No obstante, está lejos de aquel terrible 2013, cuando el registro de La Voz llegó a cuantifica­r 28 episodios.

En ese cuadro de situación, la muerte de Carina Alejandra Drigani Bulla (44), hallada ahogada en mayo pasado en un arroyo de Icho Cruz, se erige como uno de los más complejos enigmas criminales del año.

La fiscal Mercedes Balestrini, del fuero Violencia Familiar, entiende que fue un homicidio en un complejo y entramado contexto de violencia de género. Si bien no caratuló el caso como femicidio, la fiscal mantiene detenido e imputado (por homicidio calificado) a la última pareja de Carina, Hugo Antonio Salas (72).

La más reciente novedad del caso se produjo días atrás, cuando la jueza de Control Cristina Giordano confirmó la imputación contra este empresario y ratificó la prisión preventiva.

El temor es que, si este constructo­r queda libre, se fugue.

El caso de Carina, si se confirma la teoría, sería el más atípico de los femicidios de los últimos años en Córdoba. Nada de disparos ni puñaladas; nada de ahorcamien­tos, ni golpes, ni quemaduras. La mujer fue ahogada en un pequeño curso de agua. Quizá fue dopada antes.

Incluso, según la investigac­ión, se sospecha que habría estado maniatada en algún sitio.

A falta de testigos presencial­es, la fiscal viene realizando un silencioso trabajo basado en indicios.

El perfil del acusado. Salas habría ejercido un noviazgo de control, posesivo y asfixiante, sobre Drigani, quien al final se habría cansado de todo.

GPS. Existirían serias contradicc­iones entre los dichos de Salas sobre la desaparici­ón de Carina (la tarde del 3 de mayo pasado) y lo que en realidad él hizo en aquellas horas. Inexplicab­lemente, Salas tenía el botón antipánico de la mujer, pese a que este era un dispositiv­o del que ella no se despegaba nunca. Carina tenía ese aparato tras haber denunciado a su expareja, Daniel Baretta, actualment­e ya desinvoluc­rado del caso. Así las cosas, el GPS del botón antipánico complica a Salas.

Billetera. En la casa del detenido, tras un allanamien­to, se halló otro elemento personal de la fisioterap­euta: la billetera. El hombre nunca la había entregado a la Justicia. Calmantes. En un vehículo

de Salas, se hallaron ansiolític­os muy similares a los que se encontraro­n en el estómago de la mujer asesinada.

Confundir. La fiscal Balestrini cree que Salas, incluso, habría querido confundir y desviar la investigac­ión posterior, como, por caso, contratand­o a un excomisari­o como investigad­or privado.

¿El móvil? Fuentes judiciales señalaron que acusado y víctima tienen “perfiles psicológic­os complejos”. La presunción, para la fiscal, es que Salas y Drigani habrían preparado un ardid para lograr que el ex de la mujer (Daniel Baretta) fuera detenido por supuestas amenazas. Así, Salas se sacaba un eventual “rival” y ella se quedaba con una casa y la tenencia de dos hijos en común.

Sin embargo, el plan habría terminado mal y Drigani, quien ya le había deslizado a una amiga que no quería más a Salas, se habría intentado “bajar” del ardid a último momento.

Balestrini cree que Salas, con otra persona, terminó asesinando a la fisioterap­euta en aquel arroyo del valle de Punilla.

Sin embargo, no hay testigos que ubiquen al empresario en la escena del crimen, ni rastreos de celulares que lo posicionen en ese sitio; tampoco, por ahora, una prueba de ADN que lo crucifique de cara a un juicio oral.

Como si algo le faltara a todo este caso, se descubrió que unas amenazas que Drigani había supuestame­nte sufrido de su expareja Baretta eran totalmente falsas. O, mejor dicho, fueron hechas a propósito para confundir. ¿Por quién? ¿Para qué?

Fue dicho: por todas sus caracterís­ticas, el caso Drigani es el enigma criminal más complejo ocurrido en Córdoba este año.

Como si fuera poco lo demás, hay un aspecto de suma importanci­a: las libertades individual­es.

Daniel Baretta, expareja de Carina, llegó a estar detenido 45 días pese a ser inocente, hasta que la fiscal terminó desincrimi­nándolo de las amenazas. Del asesinato, ya había sido desvincula­do: se determinó que el muchacho trabajaba al momento en que la mujer era desapareci­da y asesinada.

Ahora, hay otro hombre que, a pesar de que asegura ser inocente, lleva un mes y medio encarcelad­o. Incluso, se confirmó que lo seguirá estando.

La investigac­ión prosigue y quedan muchos, demasiados puntos por echarle luz; por caso, ¿fue un hombre o una mujer quien habría ayudado a Salas?

El tiempo dirá si la pesquisa por este supuesto femicidio, el más atípico de los últimos años en Córdoba, se encuentra en la senda correcta para su esclarecim­iento o si, por el contrario, se tomó un camino que va ineludible­mente a la nada misma.

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A Hugo Salas le confirmaro­n la prisión preventiva por el crimen de Carina.
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