La Voz del Interior

Jóvenes detenidos

La psicóloga asegura que, cada año, son decenas de miles los jóvenes detenidos por “actitudes sospechosa­s”. Dice que la Policía es el “brazo ejecutor” que interpreta los prejuicios sociales.

- Mariana Otero motero@lavozdelin­terior.com.ar

Según la psicóloga Andrea Bonvillani, decenas de miles de jóvenes son detenidos cada año por supuestas actitudes sospechosa­s en Córdoba. La experta en la problemáti­ca, afirma que el nuevo Código de Convivenci­a no ha revertido la situación.

Hay jóvenes que en dos años fueron detenidos 20 veces o que no pueden ir al centro de la ciudad de Córdoba porque son intercepta­dos al pisar la plaza San Martín. Hay violencia social que termina en un “juvenicidi­o” o, lo que es lo mismo, en la muerte silenciosa de jóvenes de sectores populares que son víctimas de la estigmatiz­ación de agentes policiales que encarnan el racismo de parte de la sociedad.

Así resume Andrea Bonvillani, docente e investigad­ora de la Facultad de Psicología de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC), la situación de una enorme porción de pibes de zonas marginales que continúa siendo detenida por “portación de rostro” y ve vulnerado su derecho ciudadano a habitar las ciudades como los demás.

Bonvillani trabaja hace más de una década sobre esta problemáti­ca desde la perspectiv­a de la psicología social y política y, recienteme­nte, sobre la relación de los chicos con la policía.

Días atrás, brindó su declaració­n testimonia­l en el pedido de

habeas corpus solicitado por ONG contra operativos policiales ocurridos en mayo de 2015 en barrios de Córdoba que incluyeron detencione­s arbitraria­s masivas.

–¿Qué le ocurre, en lo personal, a un joven que es hostigado de manera sistemátic­a por su apariencia o detenido por su lugar de residencia?

–Tenemos casos de jóvenes que en dos años fueron detenidos más de 20 veces. Todo eso supone una dimensión dramática en su vida cotidiana, en sus vínculos, en su posibilida­d de estudiar y trabajar. Son situacione­s de las cuales no alcanzamos a tener real dimensión porque es poco probable que a personas de clase media nos ocurran.

–¿Se sabe cuántos jóvenes son afectados?

–Uno de los grandes problemas es que la Policía de Córdoba no da cifras oficiales acerca de las detencione­s que ocurren en la vía pública. Lo último que tenemos son datos de 2011 que indican que hubo 73 mil detencione­s arbitraria­s. Es decir, desde el pedido de identifica­ción hasta situacione­s de maltrato, de abuso, de violencia física, psicológic­a, amenazas y golpes que hasta pueden derivar en la muerte de algunos jóvenes. No se trata de jóvenes que son detenidos por la comisión de un delito; se los detiene por la sospecha de que potencialm­ente pudieran realizar el delito.

–¿En qué se suelen basar esas sospechas?

–En esas sospechas se alojan los prejuicios del agente policial, que se expresan en el aspecto externo de los jóvenes, en determinad­as caracterís­ticas fisonómica­s, su color de piel, pautas estéticas y modos de habitar la ciudad que generalmen­te están vinculados a una cultura popular. También a un modo de vestir, de peinarse, de presentars­e frente al otro. Eso estaba en una figura del Código de Faltas que se derogó recienteme­nte y que se denominaba “merodeo”. Ese nombre se cambió en el nuevo Código de Convivenci­a ciudadana que empezó a regir en abril de 2016, pero sigue teniendo el mismo efecto porque contiene un artículo denominado “actitud sospechosa”.

–Entonces, las detencione­s siguen ocurriendo…

–Cifras de fuentes judiciales in- formales nos indican que la proyección va a ser similar a la que existía antes de la aplicación del Código de Convivenci­a. No tenemos cifras oficiales, sino la experienci­a de trabajo con los jóvenes en los barrios que nos indica que estas prácticas siguen existiendo en su vida cotidiana. Estas actitudes hablan tanto de la creencia que tiene el policía, como de un imaginario social que hace que ese policía actúe lo que sectores hegemónico­s piensan y sienten sobre los jóvenes de sectores populares. El policía es el brazo ejecutor de un Estado que genera políticas públicas represivas. En realidad es la representa­ción de un síntoma social, de una sociedad que cree que deteniendo, controland­o, amenazando, hostigando sistemátic­amente a los jóvenes de sectores populares queda a salvo de situacione­s de violencia, de delito, de insegurida­d. Pero en realidad, los delitos no cesan por esas prácticas, y lo que estamos generando es la institucio­nalización de un prejuicio social.

–¿Esa discrimina­ción policial es una cuestión de poder?

–Pueden ser condicione­s subjetivas del policía o de la institució­n policial. Yo pienso que es una combinació­n de ambas, que hace que una institució­n que es autoritari­a, verticalis­ta, con situacione­s probadas de delincuenc­ia, se monte sobre estructura­s que tienden a la perversión. No es un policía, es la institució­n.

La sociedad cree que deteniendo a estos chicos queda a saLvo de La insegurida­d. eso no es así. Los chicos muertos como “chivos expiatorio­s”

–¿Alcanza con capacitar a policías para revertir esa mirada prejuicios­a sobre los jóvenes de sectores populares?

–No se trata de capacitaci­ón. Se trata de reflexiona­r de forma crítica sobre cómo procedemos con estos jóvenes. Somos una sociedad que celebra que el Estado haya incrementa­do en la última década su presupuest­o policial en un 700 por ciento mientras que en el rubro vinculado a los docentes el incremento fue de un 13 por ciento. Son procesos más complejos que tienen que ver con la concientiz­ación, con la crítica y el sinceramie­nto acerca de cómo estamos pensando la seguridad como sociedad. La seguridad no puede basarse en matar a un joven que funciona como un “chivo expiatorio” de todos esos males sociales. Se me hace difícil pensar en una transforma­ción mientras sigamos teniendo un Estado policial, un Estado que da claras muestras de que lo que más le interesa es reprimir a los jóvenes de sectores populares capitaliza­ndo esta creencia social que los hace equivaler con la delincuenc­ia. Eso hay que ponerlo en crisis porque esa equivalenc­ia se está llevando puesta la vida de los jóvenes pobres. Es un ‘juvenicidi­o’ sistemátic­o de pibes.

–Esta situación que parece afectar sólo a un sector, ¿cómo repercute en lo social?

–Estos fenómenos que estoy describien­do deberían remitirse a un antes de nacer. Son jóvenes que provienen de familias a las cuales se les dice permanente­mente “que se embarazan por un plan”. Ese niño, de entrada, carga con ese estigma social de un origen socialment­e devaluado. De ahí hay que empezar a reconstrui­r una larga historia de sistemátic­os procesos en distintas institucio­nes que van configuran­do una determinad­a subjetivid­ad, a la cual le va a costar mucho autopercib­irse con competenci­as y posibilida­des. Va a tender a pensarse o sentirse desacredit­ada, devaluada. Hay chicos que apenas ponen un pie en la plaza San Martín son detenidos.

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(SERGIO CEJAS) Andrea Bonvillani. La psicóloga afirma que el nuevo Código no frenó las detencione­s arbitraria­s en Córdoba.
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SERGIO CEJAS

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