El Mercosur de Macri y Temer
El martes 7 de febrero se llevó a cabo la primera visita oficial del presidente Mauricio Macri a Brasil (había hecho una visita relámpago antes de asumir, en diciembre de 2015). La reunión bilateral con Michel Temer sirvió de plataforma para que ambos representantes realicen el repetido ejercicio de promover el relanzamiento del Mercosur.
Con una comitiva compuesta por numerosos funcionarios, entre los que se destacaron gobernadores y ministros, el resultado del encuentro no generó un impacto significativo ni mayores expectativas. Sin embargo, más allá de las repercusiones, cabe destacar la importancia de esta cumbre en función de los desafíos que debe enfrentar la región de cara a los próximos años.
Por una parte, fue importante que los mandatarios de los países más grandes del Mercosur se ocupen por primera vez, y de manera conjunta, de las necesidades de la integración. Por la otra, el mensaje de consolidar el espacio regional para enfrentar un mundo con mayor incertidumbre es una respuesta acertada en tanto se han incrementado las presiones proteccionistas.
Bien sea por una motivación coyuntural o por el nacimiento de un nuevo enfoque estratégico, estas dos cuestiones representan, en cierta forma, los desafíos que deben atravesar nuestras sociedades en el proceso de integración y que los dirigentes deben atender de manera simultánea: organización interna y estrategia externa.
Luego de años de estancamiento, el Mercosur necesita de un nuevo impulso político. Las relaciones diplomáticas entre Brasil y la Argentina se encontraban congeladas desde principios de la presente década, producto de una relación tensa entre las expresidentas Dilma Rousseff y Cristina Fernández y, posteriormente, por la crisis económica e institucional que atravesó el país vecino.
El impulso político es parte fundamental, pero en términos funcionales es sólo la punta del
iceberg. El Mercosur necesita reglas claras que sean aprovechadas por los actores económicos regionales e instituciones que otorguen un marco de previsibilidad para la cooperación y el asociativismo. Es decir, contar con incentivos a escala que sean eficientes, y definir qué modelo de integración se persigue.
En este punto, la discusión sobre el arancel externo común y el grado de convergencia económica que se pretende alcanzar son las definiciones que mayor urgencia requieren para lograr salir de este estancamiento.
Contexto externo
El análisis de los principales dirigentes que conducen el rumbo de la integración no debe caer en un diagnóstico superficial, sino más bien pensar cuáles son los determinantes profundos que configuran el orden económico global y cuáles son las estrategias para alcanzar mayores niveles de competitividad y bienestar.
Esto significa que, sobre las bases del relanzamiento del Mercosur, se deben tener en cuenta las tendencias subyacentes al orden económico global y una mirada estratégica sobre el escenario actual. Un punto a considerar es si las presiones proteccionistas en la era Trump tendrán impacto real o serán sólo una alteración cosmética, producto de promesas electorales.
Para echar luz sobre el asunto, la economía mundial atraviesa un período de fuerte integración en materia productiva. En los últimos 50 años, con crisis y numerosas oleadas proteccionistas, el comercio mundial creció más que la producción y las inversiones más que el comercio, lo que sugiere que los mecanismos de interconexión están vinculados mediante cadenas globales de valor y empresas transnacionales.
Un incremento del proteccionismo sería, en este caso, un tiro por la culata, pues el crecimiento de los países desarrollados depende en gran medida de estas redes de producción, lo que constituye un perjuicio en el mediano plazo, con los costos políticos correspondientes. Si tenemos en cuenta los requerimientos de competitividad, es necesario incrementar el comercio intraindustrial y fortalecer las cadenas de valor a escala regional. La libre circulación de bienes y servicios, la infraestructura física y el acceso a la información deben ser incentivos para el desarrollo de emprendimientos y firmas que aprovechen el extenso territorio regional y favorezcan la convergencia económica y el acceso a terceros mercados.
Si bien se espera una mayor flexibilización, en cuanto a que las Estados parte puedan llevar adelante acciones de política comercial y negociaciones por separado, no hay que perder de vista que el fortalecimiento interno y la negociación conjunta es el formato más efectivo para garantizar la prosperidad y autonomía de nuestro espacio regional.
Por todo lo expuesto, relanzar el Mercosur es una buena noticia. Pero esto no debe quedar en una promesa vacía, sino que debe fundarse sobre bases estratégicas, teniendo en cuenta las necesidades internas, para ser competitivos en un orden global dinámico.
La cumbre de Los presidentes de argentina y brasiL es importante en función de Los desafíos que deberá enfrentar La región en Los próximos años.