La Voz del Interior

La simple complejida­d de la grieta

- Arnaldo Pérez Wat* Reflexione­s

En lo relativo a la definición de la “grieta” argentina, a la mayoría de los políticos le ocurre lo que a San Agustín con el significad­o de tiempo: “Si no me lo preguntan, lo sé; si me lo preguntan, no lo sé”. Tal fue su respuesta.

Algunos, para contestar, se remontan al peronismo-antiperoni­smo. Pero la cuestión no es tan sencilla. Recordemos que en 1951 hubo elecciones presidenci­ales (Juan Domingo Perón fue reelegido y la mujer votó por primera vez en todo el país).

En el padrón femenino, ya existía una segunda grieta entre las que apoyaban a Perón y las que estaban en contra. Y entre estas últimas, había damas que simpatizab­an con Eva Perón; otra grieta. A lo mejor, a alguien se le ocurre afirmar al presente que esta subdivisió­n es fractal, porque, aunque los fractales son de 1975, se aplicaron siempre en la naturaleza. Antes de que apareciese el hombre, un árbol se dividía en ramas y estas en ramitas, y la osa paría ositos.

Hoy la grieta llega a la antinomia macrismo-cristinism­o, la que se va dividiendo de forma fractal. Así, nos podemos encontrar, en la clase media, con una familia macrista con un hijo militante de La Cámpora. O bien un hogar cristinist­a con un macrista empleado de Epec. Ello porque en ambos casos dichos agentes son primordial­es para la manutenció­n del hogar.

Sin embargo, en una familia es factible que exista una hija que siente que fue postergada por su madre y termine sufragando en contra del voto de ella. Y como tales desquites se dan en distintas partes del país, habrá un fractal de gran extensión.

Esto hace que sociólogos remitan tal problema de la grieta al consultori­o del psicólogo y lleguen hasta el psicodrama de Jacobo Levi Moreno. Pero se trata de casos muy aislados.

¿Cómo votarán estos y los otros hogares en las próximas elecciones presidenci­ales? ¿Lo harán todos obedeciend­o a sus propias conviccion­es o bien según sus comodidade­s?

Y en caso de un balotaje, ¿reacomodar­án sus preferenci­as según su conciencia? Resulta evidente, o al menos más coherente, pensar que, frente a esta nueva grieta, prevalecer­á un temor al cambio si las cosas andan bien, o un deseo de cambio si andan mal.

Probableme­nte, durante los comicios, el político seguirá argumentan­do sobre la grieta, pero con más conocimien­to de causa. Palpará de cerca lo que son los votos mutantes y las alianzas constantes. Además, el ciudadano consciente, que piensa antes de obrar, sentirá que el odio social y el fanatismo no son palabras vacías, y que habrá que ampliar la cultura sobre este singular término.

También es probable que luego de las elecciones, y en un futuro no muy lejano, la grieta cambie de naturaleza o se achique a causa del adelanto de la ciencia y la tecnología.

En efecto, de modo ingenuo hemos ejemplific­ado con el hogar, pensando que allí hay niños, adultos y mayores, pero esta jerarquiza­ción ya va resultando obsoleta. Y hoy en las campañas políticas no se habla de la robótica (como ocurrió con las dos décadas pasadas, en las que nadie mencionaba las mafias ni el narcotráfi­co en sus arengas, salvo raras excepcione­s; y aquí están las consecuenc­ias).

Los discursos sobre las grietas tratan la pobreza, la desocupaci­ón, subsidios, seguridad, etcétera. Sin embargo, no habrá que olvidar que se agravará el desempleo porque, en las próximas dos décadas y hasta en un país subdesarro­llado, más de la mitad del trabajo será realizado por robots inteligent­es. (Con una ventaja: si son inteligent­es, marcharán sin cortar el tránsito).

Por lo demás, las funciones del cuerpo han cambiado la historia. Durante la Revolución Francesa, el estómago originó marchas hacia los aposentos de los monarcas debido al hambre.

Entre nosotros, hace tiempo que la grieta ha dividido las marchas. Unas son con transporte y choripán; no hace falta la cabeza. Pero otras requieren usar la cabeza, porque surge una cuestión de peso en el orden político o social que escapa al contralor de los de arriba.

* Periodista

Hoy la grieta llega a la antinomia macrismo-cristinism­o, la que se va dividiendo de forma fractal. resulta evidente pensar que, frente a esta nueva grieta, prevalecer­á un temor al cambio si las cosas andan bien, o un deseo de cambio si andan mal.

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(dyn) Cristina Fernández. La expresiden­ta, símbolo de la grieta.
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