La Voz del Interior

Como un siglo de canciones argentinas

- Alejandro Mareco Crónica en penumbras amareco@lavozdelin­terior.com.ar

Son apenas puñados de tiempo bien apretado, casi tan volátiles como el aire de un suspiro; una breve comunión de notas y palabras que danzan; acordes y versos que se aferran como desesperad­os en la búsqueda de un sentido que les dé la oportunida­d de quedarse, estar, sobrevivir: ¿cómo podría un corazón quitarse la marca de una canción una vez que ha sido tocado?

Hay viejas y queridas canciones que no sólo son un documento de lo vivido y lo sentido, una especie de espejo personal donde se reflejan las emociones perdidas, sino mojones de un tiempo colectivo, eslabones de una manera de ser y de crear que marcó rumbos.

Este último fin de semana en Córdoba, entre tanto que sucede en escenarios de la ciudad, se reunió un siglo de canciones argentinas.

Víctor Heredia, con la antología de su historia de cantor popular alumbrada en 1967 en Cosquín, aportaba la mitad de ese siglo.

Litto Nebbia, quien venía con el relanzamie­nto de su disco de 50 años de Los Gatos, es decir, de la aurora del fecundo movimiento llamado rock nacional, traía la otra mitad.

Había que cantar

La pequeña multitud ordenada en la penumbra del Studio Theater había venido con la boca llena humedecida por los sentimient­os que vendrían.

Víctor Heredia traía una veintena de emblemas con los que su inspiració­n conmovió al cancionero argentino, que multiplica­ron las anónimas guitarras.

Había que cantarlas ahora, sábado a la noche, de nuevo, porque los corazones necesitaba­n la evidencia de las emociones que fueron y serán posibles: Razón de vivir (a dúo con la voz grabada de Mercedes Sosa), Ojos de cielo, Nos vamos poniendo viejos, El viejo Matías (“La mejor canción de amor de toda mi vida”), Dulce Daniela….

Cantarlas otra vez porque no se ha silenciado su dolor ni su sentido: Mandarinas (a su hermana desapareci­da), Informe de la situación (“con el tiempo pensé que iba a perder vigencia; con el tiempo entendí que no va a perder vigencia”), Sobrevivie­ndo…

Durante dos horas y apoyado sobre su sólida banda conducida por el tecladista Babú Cerviño, Víctor Heredia, ora sobre la banqueta, ora de pie, sostuvo el color de su voz e incluso algunas alturas de las notas en medio de las olas de gratitud y de declaracio­nes de afecto de la gente.

“¡Nunca más!, ¡nunca más!”, enarboló en un momento el auditorio, al cabo de una semana de la sociedad atravesada por el “dos por uno”, y conmovido por las canciones vivas de Víctor Heredia.

Como cuando canta: “Todavía cantamos, todavía soñamos, todavía esperamos…”.

Había que cantar ahora porque hubo que cantar entonces, y habrá que seguir haciéndolo: “Que nos digan adónde han escondidos las flores...”.

Él no permite

La bufanda y la campera con los que asomó en el escenario del viernes no alcanzaron a confundir sobre la naturaleza de su temperamen­to: para Litto Nebbia no hay mejor escudo contra el frío cordobés ni contra cualquier fantasma aterido que su propio ardor.

Es ese manantial creativo incontenib­le que le desborda la boca y las manos, esa manera directa de dejar testimonio sobre sencillos asuntos humanos, como lo escurridiz­os de los sentimient­os, y sobre profundida­des existencia­les, individual­es y colectivas,

“Yo no permito que me impidan seguir; yo los invito a que me vean seguir”. Sí, es como dice en

Yo no permito. Y tantos caminos ha abierto con su tesón de artista en plenitud de destino que hay varias versiones de Litto Nebbia, según el repertorio que elija y la manera de revisitar sus temas.

En su doble presentaci­ón, las noches del viernes y del sábado, en ambos casos en Cocina de Culturas, Litto Nebbia se plantó con el poderoso trío de sus últimos tiempos (Julián Cabaza, en batería, y Gustavo Gianinni, en bajo) y recorrió, con cierto ánimo rockero y la gran musicalida­d de siempre, canciones que jalonaron sus pasos adolescent­es con Los Gatos, y luego algunas de sus esenciales, como Canción del horizonte, Cuando yo me transforme y Sólo se trata de vivir. La reunión final de la mítica La balsa y Quien quiere oír que oiga acaso unieron las puntas de su mismo lazo original.

Víctor en Studio theater y Litto en cocina de culturas recorriero­n a Su manera sus 50 años en La música.

 ?? (MARTÍN BAEZ) ?? Tesón. Litto Nebbia resumió 50 años de trayectori­a con ánimo rockero y la musicalida­d de siempre.
(MARTÍN BAEZ) Tesón. Litto Nebbia resumió 50 años de trayectori­a con ánimo rockero y la musicalida­d de siempre.
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