La Voz del Interior

Malos ejemplos en la Justicia

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El Consejo de la Magistratu­ra –que juzga la conducta de jueces y fiscales federales– aprobó un dictamen sobre el enriquecim­iento ilícito en el que, presuntame­nte, incurrió el camarista Eduardo Freiler, aunque no lo suspendió en sus funciones.

La investigac­ión seguirá su curso, pero es improbable que el magistrado sea sometido a un jury de enjuiciami­ento para evaluar su conducta y saber si incurrió en algún delito al no poder justificar el sustancial incremento de su patrimonio. Freiler omitió, además, presentar declaracio­nes juradas sobre sus bienes.

El Consejo necesitaba una mayoría para decidir la suspensión del magistrado, pero esta no se logró por la negativa del representa­nte de los sectores académicos, Jorge Candis. En un primer momento, apoyó el dictamen y la suspensión de Freiler, pero luego retrocedió ante la presunta presión de un núcleo kirchneris­ta, que considera al cuestionad­o juez clave en las causas que tienen como imputados a la expresiden­ta Cristina Fernández, a sus hijos y a sus supuestos testaferro­s.

En la práctica, el magistrado ya se pronunció en diversas resolucion­es a favor de la expresiden­ta y de sus familiares, pese a que los restantes integrante­s de la Cámara Federal que él integra votaron en contra.

La sospechada actuación de Freiler en la Justicia federal se condice con los pasos dados por la jefa de los fiscales, Alejandra Gils Carbó, quien pese a las acusacione­s en su contra aún permanece en el cargo.

La lupa sobre la actuación de los jueces también alcanza a Rodolfo Canicoba Corral y a Daniel Rafecas. La investigac­ión contra Norberto Oyarbide quedó trunca ante la apresurada renuncia del juez a su cargo.

Las sospechas en torno de este grupo de funcionari­os judiciales manchan a la Justicia federal, que aparece como uno de los poderes más desacredit­ados.

Si bien existen jueces que revaloriza­n la lucha contra la corrupción, contra el narcotráfi­co y contra los fraudes al Estado nacional, la actuación de otros genera recelos y sospechas de que ciertos personajes políticos y sociales gozan de protección en el ámbito donde debieran ser juzgados.

Los magistrado­s deben ponerse a disposició­n de cualquier investigac­ión que evalúe una acusación sobre presunto mal desempeño en sus funciones, corrupción o influencia­s políticas sobre determinad­as causas.

La sociedad argentina es catalogada como transgreso­ra de las normas. Ninguna reconstruc­ción moral será posible si el acatamient­o a las disposicio­nes legales no se cumple por parte de los integrante­s de los más altos poderes de la Nación.

Jueces y fiscales tienen por delante una tarea ciclópea para hacer cumplir la ley, pero también deben demostrar –para honrar sus cargos– un acatamient­o sin excusas.

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