Dónde crecieron los chicos a los que golpearon, acusados de robar
¿Quiénes son los dos adolescentes que en Córdoba habrían sido agredidos por vecinos que los acusaban de robar un celular? Un contexto en el que se entremezclan la deserción escolar y el consumo de drogas.
Tienen 13 y 14 años. El lunes último, ambos fueron acusados por un grupo de personas de haber robado un teléfono celular en el Centro de la ciudad de Córdoba. Los que los señalaban los detuvieron por su cuenta hasta que llegó la Policía. En el medio, los adolescentes sufrieron distintas lesiones.
Hoy, un fiscal intenta establecer si fueron golpeados por algunas de las personas que participaban de la detención privada o si los chicos se lastimaron al forcejar.
Mientras tanto, en las redes sociales y en los medios de comunicación se superponen las versiones y los puntos de vista sobre lo sucedido.
Entre un intento de linchamiento y una aprehensión civil acorde a la ley, los polos que guían el debate público, hay dos biografías que replican a las de muchos más.
¿Quiénes son los dos adolescentes protagonistas centrales de toda esta historia?
Al hablar con los familiares y vecinos de estos jóvenes en barrio Yapeyú, al margen del río Suquía camino al este de la ciudad de Córdoba, es posible reconstruir en parte una historia tan breve como intensa.
A. C. tiene 13 años y tres hermanos, pero no vive con todos ellos. De chico, se crió con su padre, hoy preso por robo. Fue entonces que regresó junto a su madre, quien, en síntesis, le dijo al resto de la familia que “ya no sabe qué hacer” con él.
Juntos, dejaron la precaria casa de Yapeyú y se mudaron a la zona sur de la ciudad de Córdoba. Pero A. C. nunca se olvidó de sus amigos del barrio, por lo que vuelve mucho más que seguido.
El adolescente ya tiene varias caídas por delitos. Por su edad, es inimputable, por lo que regresa junto a su madre horas después de ser detenido por la Policía. En cada uno de estos casos, se abre un expediente en algún juzgado Penal Juvenil.
En la zona cuentan que son muchos más los casos delictivos por los que no fue capturado.
“Agarran a los chicos que salen de los colegios y les sacan lo poco que tienen, o a las señoras mayores las ‘cuerean’ (les quitan las carteras o bolsos)”,
O sea, que su “prontuario” no muestra con exactitud cuál es su relación con el delito.
Adicto a las drogas desde corta edad, roba para comprar pastillas, sobre todo.
“Desayunan ‘matarrata’, almuerzan ‘matarrata’ y se van a dormir con el ‘matarrata’”, contaba ayer una vecina al describirlos a él y a su amigo M. P., el adolescente de 14 años que también fue atrapado por los vecinos el lunes en la peatonal.
¿Qué es el “matarrata”? Una pastilla que se asemeja al Rohypnol –un ansiolítico que en el circuito del microtráfico cordobés se consume mezclado con alcohol–, que es elaborada de manera clandestina.
En el barrio, como en tantos otros puntos de la ciudad de Cór- doba, la oferta ilegal es indiscriminada. Las bocas de expendio de pastillas, marihuana, cocaína y paco son señaladas por los vecinos con total naturalidad.
Esta pastilla trucha se vende a 40 pesos.
O sea que un celular robado comercializado de manera ilegal por estos mismos chicos alcanza para dos o tres de ellas, no más.
Miedos
La historia de M. P. es un poco distinta a la de su amigo. Vive con sus dos padres y tras dos años de estar desescolarizado, en este 2017 retornó a la escuela, según contó ayer su papá.
El hombre dice que sabe que su hijo consume drogas, que lo han llevado para un tratamiento en el Centro de Integración Social (Entre Ríos y Perón, a un paso de la Terminal de Ómnibus de Córdoba) pero no continuó, que ya tuvo “problemas” con la Policía en otras oportunidades y que teme que en un futuro ya no haya más segundas oportunidades para él.
“Tengo miedo de que salga a robar, de que se junte con gente que no debe juntarse, de que deje el colegio, de que se pierda por las drogas”, cuenta casi sin pausas, como si todo fuera una misma cadena de acontecimientos enlazados.
“Sos un niño, tenés que jugar, no andar con drogas”, se ha cansado de repetirle su madre, hasta ahora sin eco.
Pese a que en el barrio son varios los que aseguran que estos dos adolescentes ya recibieron diferentes golpizas por parte de vecinos a los que les robaron, las imágenes sobre lo ocurrido el lunes en la peatonal dejaron mal a los papás (sus nombres se reservan para no identificar a los adolescentes menores de edad).
“La gente trata de hacer justicia por mano propia porque está cansada de la inseguridad, a eso lo entiendo, pero como padre no podés pegarle así a un chico, eso no se hace”, apunta el hombre.
Hay dos versiones: una dice que uno de los cHicos se golpeó en un accidente y la otra dice que no. Fiscal Rubén Caro, a cargo de la investigación por las lesiones la gente gritaba que lo lincHaran. otros no, lo defendían, decían que era un cHico. Casandra Rodríguez, paramédica que socorrió a uno de los jóvenes