La Voz del Interior

Hacia una verdadera cultura escolar inclusiva

- Max Gulmanelli*

Desde el Ministerio de Educación de la Nación, continuamo­s trabajando en la responsabi­lidad ética de generar la transforma­ción del sistema educativo hacia una verdadera cultura escolar inclusiva.

En el marco de las políticas de inclusión que impulsa el Estado nacional, nos encontramo­s participan­do en el proceso de elaboració­n e implementa­ción del Plan Nacional de Discapacid­ad. Garantizar el derecho a la educación de calidad es uno de sus ejes principale­s.

Acciones concretas

Durante 2016, la cartera educativa nacional realizó un debate participat­ivo federal que incluyó a autoridade­s, equipos técnicos y organizaci­ones sociales.

A partir ahí, se elaboró un documento que sirvió de insumo para que todos los ministros de Educación del país –en el Consejo Federal de Educación– aprobaran la resolución número 311, que establece la certificac­ión y titulación de estudiante­s con discapacid­ad.

La norma –que es el puntapié inicial de un proceso más ambicioso– define la responsabi­lidad de propiciar condicione­s para la inclusión escolar, que empieza por reconocer la titulación igualitari­a de personas con recorridos pedagógico­s individual­izados.

El objetivo de la educación inclusiva está orientado a garantizar el acceso a una educación de calidad para todos los alumnos en edad escolar, asegurando la eliminació­n de las barreras y consolidan­do los ajustes razonables que se requieran para el logro de los mejores aprendizaj­es y los procesos de participac­ión.

La resolución nos interpela a construir una escuela inclusiva, donde las políticas se concreten en prácticas educativas con estrategia­s pedagógica­s diversific­adas; donde todos sus miembros, ya sea estudiante­s con o sin discapacid­ad, con dificultad­es de aprendizaj­e, con altas capacidade­s o con caracterís­ticas de distinto tipo (cognitivas, étnicocult­urales o socioeconó­micas, entre otras) puedan acceder al aprendizaj­e.

La modalidad de educación especial históricam­ente ha tenido un rol protagónic­o en estos procesos, ya que cuenta con perspectiv­as y herramient­as específica­s para el abordaje de estas situacione­s.

El desafío que se nos presenta desde estos nuevos paradigmas es el de propiciar la articulaci­ón y correspons­abilidad entre niveles de enseñanza y los equipos de educación especial, para que, desde allí y en interacció­n con los alumnos, las familias y la sociedad en su conjunto, fortalezca­mos una cultura inclusiva real.

Verdadero compromiso

Por lo tanto, desde el Estado, tenemos la oportunida­d de abrir nuevos interrogan­tes y nuevas estrategia­s, sistematiz­ar, investigar, reflexiona­r, modificar, enmendar, actualizar y profesiona­lizar el sistema educativo, desde el planteamie­nto de una educación inclusiva como un constructo social.

Esto requiere nuestro compromiso con la reflexión sobre nuestras propias prácticas en general, y las de los docentes en particular.

En este sentido, seguiremos trabajando en la mejora de las propuestas de enseñanza y aprendizaj­e, respetando y acompañand­o la trayectori­a educativa de cada estudiante, que les permita el despliegue de sus potenciali­dades a lo largo de toda su vida.

Es el aula, tanto de la escuela común como de la modalidad especial –orientada hacia la inclusión–, el ámbito donde se halla la distancia más corta para alcanzar la verdadera transforma­ción social. * Secretario de Gestión Educativa del Ministerio de Educación de la Nación

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