Recuperar la belleza de la ciudad
Calles, avenidas, parques y paseos de la ciudad de Córdoba representan unos 200 kilómetros cuadrados de superficie. Eso es más que la ciudad de Rosario y un poco menos que la ciudad de Buenos Aires. Es, bajo todo punto de vista, una gran superficie. Imposible no advertirla. Imposible no registrar el estado que presenta.
Hace demasiados años que quienes viven en Córdoba y quienes la visitan deben soportar un deterioro global, constante y creciente del espacio público. En el mejor de los casos, se pueden observar algunas mitigaciones parciales, de relativo impac- to, ya que no duran mucho.
Más allá del histórico reclamo de los vecinos por el mal estado de las calles y las veredas, como demostró un informe de reciente publicación en este diario, el estado de los parques y las plazoletas cordobesas es lamentable.
Están sucios, con sus mobiliarios deteriorados. No son pocas las fuentes que contienen agua putrefacta y basura. Hay bebederos que no funcionan. Presentan problemas de iluminación, y en varios casos el riesgo eléctrico está a la vista de todos: hemos detectado tapas de las columnas de luz abiertas y conexiones irregulares. También, gente en situación de calle que se apropia de un sector.
La definición del organismo de Naciones Unidas dedicado al hábitat es bien clara: “Espacios públicos son todos los lugares de propiedad y uso público, accesibles y disfrutables de modo gratuito por todos y sin un propósito lucrativo”.
Por eso mismo, los espacios públicos son un factor de peso en la evaluación de la calidad de vida de una ciudad cualquiera. Su deterioro, entonces, nos afecta a todos.
Pero no nos afecta a todos los cordobeses por igual, porque hay una estratificación social del deterioro: en algunas áreas, el Estado se es mera más que en otras para que luzcan bien; y en muchos casos las clases acomodadas han privatizado el espacio público más inmediato a sus respectivas viviendas para asegurarse un ambiente y un entorno acordes con sus expectativas de vida.
Es evidente que a la Municipalidad le cuesta realizar el mantenimiento y control del espacio público, fundamentalmente por cuestiones económicas: no dispone de los fondos necesarios. Y también es perceptible que la Provincia, en los últimos años y con cierta expectativa electoral, trata de congraciarse con los vecinos de la capital haciéndose cargo de algunas cuestiones, aunque tampoco alcance.
¿Cómo se cambia, entonces, esta triste y compleja realidad? ¿Cuánto tiempo nos llevará a los cordobeses recuperar, si no la belleza que la ciudad supo tener, al menos un espacio público cuya calidad esté a la altura de unos mínimos parámetros de seguridad?