“La riña de gallos es una pasión absurda como cualquier otra”
Si bien Un gallo para Esculapio es pura ficción, el equipo de Stagnaro incursionó en los terrenos verídicos de la riña de gallos para una mejor y más fidedigna recreación. “Nos costó muchísimo entrar a ese mundo por razones obvias, es muy cerrado –revela el director–. No sólo nos costó encontrar a personas que acepten llevarnos, sino que una vez que estábamos ahí fue difícil que nos dejaran permanecer. Se conocen todos e inmediatamente está la paranoia de que seas un policía. Pudimos ir dos o tres veces y la serie está impregnada de lo que vivimos al estar ahí. Sobre todo la riña del final del primer capítulo, yo la veo y siento que es lo que vi respecto de la atmósfera, el bullicio, la cantidad de gente y el frenesí al que se llega en los momentos culminantes de una pelea”.
¿Por qué el interés específico en retratar ese submundo? “Porque es todo un universo que existe y está ahí y, sin embargo, está invisibilizado en la narrativa de acá, poco explorado salvo casos puntuales como El romance del
Aniceto y la Francisca. Lo que me pareció atractivo más allá de la mirada moral es el grado de compromiso con que los tipos lo viven y cómo depositan en eso una razón de ser, algo que los moviliza y los conecta con algo que trasciende lo cotidiano. Es una pasión humana tan absurda como cualquier otra y además es transversal, puede estar tanto el tipo que no tiene dónde caerse muerto como el empresario o el juez que es gallero y compite desde la clandestinidad, no como modo de subsistencia sino porque siente que hay algo de su narcisismo que está depositado en tener gallos muy buenos. Me gustan las costumbres arraigadas que si uno las observa desde afuera son entre patéticas y simpáticas. La pasión por el fútbol es eso, algo que no tiene lógica y razón de ser y que arrastra comportamientos extrañísimos”, concluye el realizador.